Por: Jean Maninat
April is the cruellest month… así abrió, T.S. Eliot, el poema que quebraría la manera de expresarse de tantos poetas declamadores, gracias a ese asombro que tituló: La tierra baldía, (The Waste Land), que nos sigue maravillando cada abril que llega indefectiblemente y nos obliga a leerlo religiosamente. Hay fervores laicos.
Nuestros febreros festivos, son seguidos de marzos inanes desde que el galáctico embaucara al pueblo y a las élites del país en un viaje dicharachero -pero efectivo- para desmantelar lo que con tanto esfuerzo se había construido, y tan poco fue valorado a la hora de defenderlo: el sistema político democrático que una vez tuvo Venezuela.
Y abril regresa, esta vez con promesas de emancipaciones forjadas externamente, en medio de las peores circunstancias planetarias, y la alegría sonsa de quien descubre que sacar un conejo maltrecho del sombrero siempre aturdirá hasta al más experimentado de los congregados.
Nadie dicta a nadie el trazado de su recuperación democrática, sobre todo cuando no hay ánimos suficientes para obligar un envite ciudadano violento que no tendría fin. Mejor ayudar sin grandes gestos hiperbólicos, pero con la efectividad de quien quiere desatar los nudos políticos civil y democráticamente, y no mediante un decreto perentorio y de difícil cumplimiento.
El COVID-19 ha hecho saltar por los aires muchas de las certezas que teníamos, ha sido pasto de charlatanes y curadores, de políticos mentecatos y fanfarrones desafiando al virus como en una cantina del viejo oeste. Y ha encendido un cortafuego de sentido común entre los habitantes de a pie en grandes y pequeñas ciudades, que solo tienen el voto para cobrar las facturas de la pandemia el momento venido.
Se ha perdido una buena oportunidad para demostrarle al país acorralado en sus casas que se tiene la voluntad suficiente para asumir en conjunto -responsablemente- la batalla en contra de la pandemia en el país. Más de lo mismo, ensimismados en su discurso -que a pocos entusiasma- viven para gesticular ante el espejo el rol que se han dado. La gente, no se ve reflejada en el azogue.
Abril se irá y sabemos que no se llevará la pandemia. ¿Seguiremos a la espera que sean otros quienes resuelvan nuestros asuntos? ¿No habrá, en tiempos tan propicios, al menos un momento de reflexión política? ¿Seguiremos como Alicia siempre corriendo para estar siempre en el mismo lugar? Y si se intenta una respuesta que no sea business as usual antes de que abril cruelmente se nos vaya dejando una estela de cadáveres tras de sí.
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