Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
La epopeya de la Independencia y las hazañas de Bolívar, debidamente magnificadas, son el material de la amalgama que se considera imprescindible. De allí que las batallas contra los realistas continúen presentes en la vida cotidiana, como si hubieran ocurrido la semana pasada.
La disgregación de la sociedad venezolana, evidente después de las guerras de Independencia y especialmente cuando termina la dictadura de Gómez, conduce a buscar un elemento que la aglutine y sobre el cual no quepan dudas ni sospechas. No encuentran dificultad en toparlo, porque está a la vista: La epopeya de la Independencia y las hazañas de Bolívar, debidamente magnificadas, son el material de la amalgama que se considera imprescindible. De allí que las batallas contra los realistas continúen presentes en la vida cotidiana, como si hubieran ocurrido la semana pasada, y que Bolívar no se haya convertido en ceniza a pesar de que viajó apurado hacia el cementerio en1830. Los campos de las escabechinas y el héroe que las dirigió resucitaron al tercer día, como el Redentor y sus parábolas, para escapar de su temporalidad, para destrozar las barreras de la historia y el destino irrevocable de la muerte. La exhumación fue iniciada por Páez y por Guzmán cuando les correspondió, para que el país no se les fuera de las manos, y continuada por los hombres públicos que debieron ocuparse del bien común cuando una sociedad levantisca quiso inventar rumbos inesperados y amenazadores, a partir de 1935. Pero con propósitos opuestos, esperen y verán.
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