Publicado en: La Gran Aldea
Entre tantas desgracias que ha traído el chavismo, es imposible decidir cuál es la más angustiosa o humillante. Justo hace un año con el apagón que nos cambió la vida, cuando 90% del país quedó sin electricidad por unas 100 horas, lo aprendí. Mi consejo es que si te gusta, lo necesitas, y tienes el dinero, cómpralo. Eso sí, antes consulta precios en otros dos lugares. En ocasiones, las distorsiones del mercado y la dolarización desordenada juegan a tu favor. He intentado blindarme y proteger mi paz mental con una suerte de manual para sobrevivir al socialismo del siglo XXI, les cuento…
“Tienes estrés postraumático”, advirtió un reconocido médico venezolano al escucharme decir que cada vez que en mi apartamento había tres meses continuos con servicio de agua corriente me asaltaba el terror de saber que pronto llegaría el temido mensaje en el grupo de WhatsApp del condominio: “Señores, se les informa que no está entrando agua de la calle. Por lo tanto, se va a cerrar el suministro”.
Entre tantas desgracias que ha traído el chavismo, es imposible decidir cuál es la más angustiosa o humillante, pero frente a sus miserias he intentado blindarme y proteger mi paz mental con una suerte de manual para sobrevivir al socialismo del siglo XXI.
Lo aprendí justo hace un año con el apagón que nos cambió la vida, cuando 90% del país quedó sin electricidad por unas 100 horas. No importa a qué hora me gusta bañarme o lavar. No importa si hay pocas prendas en la cesta de ropa sucia. No, eso ya no es prioridad. Cuando hay agua enciendo la lavadora y voy directo a la ducha. De inmediato. Sin demoras. No hay espacio para reflexionar acerca de si es correcto meter juntos un jean y una camisa de lino. Cuando se vaya el agua, esas dos piezas sudadas me recordarán que no las lavé, aunque tuve la oportunidad.
“Tener el monedero vacío no me preocupa: Siempre habrá en mi cartera una galleta de soda o un cambur para pagar la gasolina”
Así también, cual promesa a cualquier deidad griega o santo criollo, los envases para guardar agua jamás deberán estar vacíos. Nunca son suficientes. Calculo que 27 botellas plásticas de refresco de 2 litros y 12 garrafas de 5 litros, todas colmadas con agua, me permitirán sobrevivir hasta que el camión cisterna llegue en mi salvación. Pero construir un tanque está en la lista de prioridades para 2020, pues si algo es un hecho, es que esto no va a parar.
Muchas veces había escuchado el lamento de mi familia en Monagas o de amigos zulianos acerca de que pasaban de 5 horas a dos días para poner gasolina, pero el problema me era ajeno hasta que llegó el apagón. A partir de allí ya nada es igual, aunque estés en Caracas. Cada kilómetro que recorro es una señal de alerta para asomarme en el tablero del carro y verificar el nivel del tanque. Siempre estará medio lleno, jamás medio vacío. Ya perdí el prurito frente a la gasolina de 91 octanos. Pon la que sea. Pero que el tanque esté lleno.
Cuando la computadora portátil y el teléfono llegan a 30% de batería ¡es momento de cargar! No sabes cuándo una iguana o un rabipelado se antojan de mecer sus cuerpos por una subestación eléctrica. Entre mis activos más preciados está un pendrive con la primera temporada de las series Mr. Robot y El Perfume, reservado solo para ver durante apagones. ¡Gracias a Dios no me ha tocado estrenarlo! Por más terrible que sea estar a oscuras, al menos el entretenimiento estará garantizado por algunas horas.
En 2017, cuando ni imaginaba que la electricidad sería un producto escaso, compré un mini generador del tamaño de una caja de zapatos (Solaroak Portable, para más señas en Amazon) que no necesita combustible y se carga pegado a un tomacorriente. Dura alrededor de cinco horas encendido y allí puedes conectar laptop, teléfono o ventilador. En el socialismo del siglo XXI, de un día a otro, un artículo común puede convertirse en el Santo Grial.
“Mi consejo es que si te gusta, lo necesitas, y tienes el dinero, cómpralo. Eso sí, antes consulta precios en otros dos lugares. En ocasiones, las distorsiones del mercado y la dolarización desordenada juegan a tu favor”
Mi consejo es que si te gusta, lo necesitas, y tienes el dinero, cómpralo. Eso sí, antes consulta precios en otros dos lugares. En ocasiones, las distorsiones del mercado y la dolarización desordenada juegan a tu favor. Las cadenas de supermercados y farmacias demoran más en ajustar los precios que las tiendas pequeñas, y eso que cuesta 700 mil bolívares en el sitio A, puede costar 250 mil en el sitio B.
Para evitar amarguras con la escasez de billetes y las constantes fallas en los puntos de venta, es una obligación tener descargada la aplicación de pago móvil en el teléfono. Es el Zelle criollo. Ventas a cielo abierto, motorizados, taxistas, mecánicos, estacionamientos, manicuristas y casi todos los que se dedican a actividades comerciales tienen “pago móvil”.
El último billete de 200 bolívares que tuve se fue en una estación de servicio y cada vez que advierto delante de algún amigo que desde hace un año no sé lo que es pararme frente a un cajero automático a retirar dinero, ese amigo sale a mi rescate y me da algo de efectivo. Aunque, la verdad, tener el monedero vacío no me preocupa: Siempre habrá en mi cartera una galleta de soda o un cambur para pagar la gasolina.