Por: Editorial Analítica
Si se suman sus lapsos como primer ministro, Putin ya está por superar, si es que no la hecho aún, el tiempo que Josef Stalin gobernó a la URSS.
Putin heredó una Rusia que no es ni la sombra de lo que fue la Unión Soviética y gobierna una nación con crecimiento poblacional decreciente y con una economía bastante limitada, con una crisis económica acentuada.
Su ilusión es de convertir a Rusia en una protagonista de talla mundial y, aunque su arsenal bélico es considerable, hoy en día le sirve de poco si no lo soporta una economía industrial poderosa. Solo para establecer algunos parámetros, según el Banco Mundial, el PIB de ese país por persona es apenas superior al de España y más o menos equivalente al de Corea del Sur.
Algunos se preguntan por qué su intervención en Siria y ahora su interés en Venezuela. En el primer caso, porque allí tiene ubicada su base naval en el Mediterráneo y esa es, por decirlo de alguna manera, un área natural de influencia política.
En el caso de Venezuela prevalece el interés económico de ser un participante activo en la actividad petrolera en el país que tiene las mayores reservas de hidrocarburos del mundo y, en segundo lugar, apoyar políticamente al régimen en el poder, para tener una baza de negociación con el gobierno norteamericano y que este le retire las sanciones por la invasión a Ucrania.
No hay similitudes ideológicas entre el régimen ruso y el venezolano, solo intereses. Sin embargo, la estrategia rusa de apoyar los desmanes de Maduro y darle respaldo a las instituciones ilegítimas como la ANC y la inexistente nueva dirigencia clap de la AN, puede convertirse, en no muy largo plazo, en un efecto boomerang para sus intereses económicos, ya que cualquier actividad que desee hacer en el campo petrolero requerirá de ingentes montos de financiamiento que nunca obtendrá mientras no sean avalados por una legítima y constitucional Asamblea Nacional venezolana.
Basta observar lo limitados que son, tanto las inversiones como los préstamos del gobierno ruso al régimen, para entender que su actitud responde esencialmente a una estrategia que persigue convencer a EEUU que si quieren que cese su intervencionismo en Venezuela, es necesario que ese gobierno retire las sanciones por lo de Crimea.
Rusia no volverá a ser lo que fue. Está rodeada por dos protagonistas inmensamente más poderosos económicamente hablando, China y la Unión Europea, y su margen de acción está limitado a ser lo que en inglés se denomina como un “trouble maker”.