Una señora del mundo de la política se pregunta y pregunta si es que nos quedó algo de todo esto, entendiendo “esto” como lo que ha pasado, lo que nos ha pasado. Quizás otros, extraviados como ella en paisajes nublados, se preguntarán lo mismo. Ensayo aquí una respuesta a esa interrogante.
Yo podría decirle a quien acaso piensa que no nos quedó nada, que nos quedó y nos queda un pueblo mucho más maduro; nos quedó y nos quedan algunos buenos y decentes partidos con buenos y decentes políticos que no se rinden ni se venden aunque la oferta sea poder y billetes.
Nos quedó y nos quedan universidades públicas y privadas valientes que no se dejan ningunear; nos quedó y nos quedan empresarios que saben operar con rectitud y creatividad y que han hecho magia honesta para servirnos y no quebrar. Nos quedó y nos quedan una Iglesia con coraje, unas ong’s serias y con nobleza.
Nos quedó y nos quedan funcionarios y servidores públicos que no se arrestan; nos quedó y nos queda ojo preclaro para saber diferenciar la seriedad de quienes luchan con aplomo y altura moral de esa impostura banal y baratona de quienes se sientan en mesitas y palacios a transar nuestra alma con el diablo.
Nos quedó y nos queda la capacidad para no dejarnos embaucar por oportunistas mercachifles de mentiras; nos quedó y nos queda la gallardía de decir a nuestros menores y mayores que necesitamos ayuda, sin sentirnos humillados por ello.
Nos quedó y nos queda la iluminación para no confundir fantoches dirigentes vacíos con auténticos luchadores democráticos.
Nos quedó y nos quedan millones de venezolanos que se pueden mirar al espejo y no sentir el peso de la vergüenza.
Nos quedó y nos queda tener muy claro el quién es quién y quién con quién para saber con quién sí y con quién no.
Nos quedó y nos quedan miles de médicos que con las uñas sanan cuerpos y almas.
Nos quedó y nos quedan millones de compatriotas que desde ese criminal destierro al que fueron forzados nos ayudan, nos alientan, nos incentivan, nos inspiran a levantarnos de cada caída, limpiarnos la sangre, el sudor y las lágrimas y seguir luchando.
Nos quedó y nos quedan millones de venezolanos que son gente buena, honrada, decente, que a sabiendas que quizás ya no serán jóvenes para disfrutar de la Venezuela que surgirá, no dejan de trabajar cada día por ella.
Nos quedó y nos quedan diputados, gobernadores, legisladores, alcaldes, concejales que no caen en el lloriqueo y han demostrado que saben qué es el honor.
Nos quedó y nos quedan miles de abogados que defienden a los presos políticos, sin dejarse amedrentar y mostrando que la justicia es el camino.
Nos quedó y nos quedan miles de periodistas que no nos vendemos al mejor postor, que no nos amilanamos y que no vamos a dejar de luchar doquiera que estemos.
Nos quedó y nos quedan cientos de miles de maestros y profesores que a pesar de los ataques no dejan de educar y formar.
Nos quedó y nos quedan millones de manos que no le temen al trabajo, manos que quieren sembrar, labrar, laborar, construir, manos que saben amasar y amar.
Nos quedó y nos quedan toneladas de amor del bueno, amor de ese bien venezolano, con sabor, color y olor a café y mastranto, con el incomparable sonido de un arpa, un cuatro, un violín y unas maracas con el regalo de un buen pajarillo mientras leemos versos dulces de Andrés Eloy.
Nos quedó y nos queda venezolanidad que no se rinde. Eso, señora, nos quedó y nos queda. Y si desde su punto de vista eso es poco, lo siento por usted.
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