Publicado en: La Gran Aldea
Por: Milagros Socorro
Ver hoy, en Venezuela, las grabaciones de las entrevistas que le hicieron a Rangel a propósito del libro “Del buen salvaje al buen revolucionario” es escalofriante, porque ahí está anunciada la tragedia del país. En todos sus detalles, dictadura militar, represión, devastación económica, emigración en masa. Todo. Bastaba oírlo y calibrar con inteligencia sus advertencias. Pero Carlos Rangel fue, como dijo el periodista cubano Carlos Alberto Montaner “el hombre al que no le hicieron caso los venezolanos”.
La multitud va por una vía, ruidosa, gesticulante; y por la otra, la contraria, viene un hombre solo, que habla con voz suave y cuidada dicción. Mientras aquellos gritan culpando a otros de sus males, este advierte que el resentimiento no es consecuencia de las injusticias sino uno de sus causantes, por ser paralizante e inhibidora de las fuerzas creativas individuales. Mientras aquellos vociferan la necesidad de reinstaurar, con revolucionarios buenos, la supuesta naturaleza seráfica de los habitantes de un pasado remoto y angelical, el de acá desmonta estos y otros mitos, con abundancia de argumentos. No hubo, insiste, tal reino silvestre en el que todo era perfecto, y quien dice procurar su restauración terminará convirtiéndose en el amo y opresor, multiplicando los males, la violencia y la miseria.
Ese hombre es Carlos Rangel Guevara, quien falleció un 15 de enero de 1988, cuando tenía 58 años. Se suicidó. Se dice que tenía una depresión muy severa. Nadie hubiera podido predecirlo. Hasta el último momento de su febril agenda, se mostró apolíneo y dueño de sí. Pero, como escribió The New York Times en su obituario, «el jueves por la tarde grabó el programa de televisión que se transmitiría al día siguiente, un especial en conmemoración de los 30 años de democracia venezolana, y regresó a casa y luego fue encontrado muerto».
Es un misterio. El suicidio siempre lo es, me imagino, pero uno ve las grabaciones de los programas de televisión de Sofía Ímber y Carlos Rangel, de días antes de la funesta acción, y no puede creer que, bajo esa cubierta serena, ese autocontrol, esa mirada de aplomada inteligencia, estuviera taladrando la desesperación.
“Periodista, escritor, intelectual, figura de la televisión y uno de los más notables difusores del liberalismo en América Latina, Carlos Rangel falleció un 15 de enero de 1988, cuando tenía 58 años”
Periodista, escritor, intelectual, figura de la televisión y uno de los más notables difusores del liberalismo en América Latina, Carlos Rangel nació en Caracas, el 17 de septiembre de 1929. Era hijo de José Antonio Rangel Báez y Magdalena Guevara Hermoso. Por vía materna, su abuelo fue el general Lorenzo María Guevara Ron, presidente del estado Bolívar y uno de los defensores de Cipriano Castro en 1899; y la esposa de este, Magdalena Hermoso Salom, nació en Coro, en el seno de una familia muy próspera. Por vía paterna, era nieto de Ana Teresa Báez Eliozondo y del general y médico Carlos Rangel Garbiras (San Cristóbal, 1854 – Caracas, 1910), quien, a su vez, era nieto del doctor y coronel de la Guerra de Independencia de Venezuela, José Antonio Rangel y Becerra, así como del médico zuliano Arístides Garbiras, presidente del estado Táchira en dos oportunidades. El general Carlos Rangel Garbiras, abuelo de Rangel Guevara, quien empezó a estudiar Medicina en la UCV y terminó en París, fue gobernador de Táchira en diversos periodos, parlamentario y, sobre todo, conspirador. La historiografía lo alude como “el caudillo aristócrata”.
Carlos Rangel cursó la primaria y el bachillerato en Caracas, siempre con las más altas calificaciones. Y al graduarse de bachiller, se fue a Nueva York, donde egresaría, con el título de Bachelor of Arts en el Bard College. Luego hizo estudios de posgrado en La Sorbona de París y un máster en la Universidad de Nueva York, donde en 1958 se desempeñó como profesor. De regreso a Caracas, entre 1961 y 1963, dictó la cátedra de Opinión Pública en la Universidad Central de Venezuela.
En 1960, cuando tenía 30 años, se dedicó al periodismo y fue moderador en programas de televisión como Frente a la Prensa. Ya antes de 1960 había seguido la senda de varios de sus antepasados y se había iniciado en el periodismo, durante una década ejerció la dirección de la revista Momento. En 1969, ya casado con la periodista Sofía Ímber, creó el programa “Buenos días”, que empezó en Venezolana de Televisión, y se extendió durante 20 años por otros canales, con distintos nombres, formatos e, incluso, combinación de conductores.
Antes de contraer matrimonio con Sofía Ímber, con quien no tuvo descendencia, había estado casado con Barbara Barling, con quien tuvo cuatro hijos: Antonio Enrique, Carlos José, Magdalena Teresa, y Diana Cristina.
“Ver hoy, en Venezuela, las grabaciones de las entrevistas que le hicieron a Carlos Rangel a propósito del libro “Del buen salvaje al buen revolucionario” es escalofriante, porque ahí está anunciada la tragedia del país”
Denigrado por la izquierda, por sus inclementes ataques al marxismo, Rangel aprovechó la rendija de libertad que ofrecía la democracia de Venezuela y se dedicó a difundir sus ideas en los medios de comunicación, donde alternó el trabajo en televisión con el columnismo en publicaciones venezolanas e internacionales, como los diarios locales El Nacional, El Universal, La Verdad y 2001; y medios extranjeros como Newsweek International, Wall Street Journal, en los Estados Unidos; Vuelta, en México; Politique Internationale, en Francia; Estado, en Sao Paulo, y Cambio 16, en España.
Como ha dicho el profesor universitario y antiguo militante de izquierda Trino Márquez: “[Yo] Era su detractor a priori. Lo consideraba de ‘derecha’. Para un marxista todo intelectual que no profesase nuestro credo era descalificado de antemano por ‘reaccionario’. Luego, cuando fui capaz de aceptar lo que ocurría en el mundo comunista y diversifiqué mis lecturas con la de los grandes defensores de la libertad, me di cuenta de cuán extraviado andaba.
Carlos Rangel -sigue Trino Márquez- se alzó con coraje y claridad contra los errores, deformaciones y prejuicios que se habían instalado en Venezuela y en América Latina. Con rigor conceptual y presencia de ánimo enfrentó los dogmas del marxismo en economía y política, denunció los desmanes del populismo, el colectivismo, el nacionalismo y el estatismo, y desenmascaró el autoritarismo intrínseco al marxismo”.
“Carlos Rangel se cansó de explicarle a los venezolanos el inmenso peligro que corría el país si escuchaba los cantos de sirena de los comunistas”.- Carlos Alberto Montaner
Esa titánica labor intelectual la hizo Rangel con su libro “Del buen salvaje al buen revolucionario”, publicado primero en francés, en 1975, y unos meses más tarde, en español, por Monte Ávila Editores, que puede leerse íntegramente en línea, gracias a Cedice: http://libreriacedice.org.ve/wp-content/uploads/2019/06/Del-Buen-Salvaje-al-Buen-Revolucionario.pdf Léase bien la fecha de publicación de ese clásico de la filosofía política en español: 1976, un año después de la nacionalización de la industria del hierro y víspera de la del petróleo. El país estaba babeado por el “capitalismo de Estado”, que, en realidad, es socialismo puro, y ahí estaba Carlos Rangel aguándole la fiesta a Carlos Andrés Pérez y a los mil repetidores de las bondades del Estado gordo y metiche.
Tal fue la pataleta que en la Universidad Central de Venezuela (UCV) ciertos grupos izquierdistas hicieron una pira para quemar el libro, que nada más salir se convirtió en el más vendido de ese año en Venezuela. Y nunca dejó de leerse, sobre todo fuera del país, donde Rangel fue objeto de denuestos, pero también de homenajes y numerosas entrevistas. Ver hoy, en Venezuela, las grabaciones de las entrevistas que le hicieron a Rangel a propósito de ese libro es escalofriante, porque ahí está anunciada la tragedia del país. En todos sus detalles, dictadura militar, represión, devastación económica, emigración en masa. Todo. Bastaba oírlo y calibrar con inteligencia sus advertencias. Pero Carlos Rangel fue, como dijo el periodista cubano Carlos Alberto Montaner “el hombre al que no le hicieron caso los venezolanos.
Rangel se cansó -dijo Montaner- de explicarle a los venezolanos el inmenso peligro que corría el país si escuchaba los cantos de sirena de los comunistas, la izquierda festiva o a esos populistas de diversas procedencias que, en lugar de explicar que la riqueza se construye y acumula mediante el trabajo, la responsabilidad individual y el buen funcionamiento del Estado de derecho, predicaban alguna suerte de evangelio ‘revolucionario’. Esa nefasta y rencorosa superstición que asegura que nuestros infortunios son invariablemente la consecuencia del comportamiento malvado de los otros: Los yanquis, los ingleses, los empresarios, o hasta los judíos, porque el antisemitismo, desgraciadamente, sigue vivo en medio planeta, aunque ahora lo disfracen con la solidaridad propalestina”.
Después de “Del buen salvaje al buen revolucionario”, apareció “El tercermundismo” (Monte Ávila, 1982) y, en 1988, la obra póstuma “Marx y los socialismos reales y otros ensayos”, recopilación de artículos de prensa, discursos y conferencias.