Estando la población padeciendo tan graves penurias (que huelga recitar) y en vísperas de una navidad en la que todos (corrijo, no todos, casi todos) hacemos de tripas corazón, el tema de estas líneas tendrá para muchos cierto poco amable sabor a banalidad. Y quizás lo sería si no fuera un asunto (uno más) en el que podemos estar siendo objeto de una trapisonda.
Sobre este tema he escrito varios textos buscando despertar alarmas. Esos artículos, para mi grata sorpresa, fueron muy replicados y comentados nacional e internacionalmente y – no exagero – generaron cientos de notas enviadas a mis direcciones de correos. Eso me dio la clave de cuan importante es para mis lectores eso que llamamos valores históricos.
Tengo sentimientos encontrados. Por una parte, algún fresquito me inunda con la creación, por órdenes de Nicolás Maduro, del Museo Aquiles Nazoa (aunque no estoy muy segura que tan grande hombre se complazca en el más allá de tener su nombre en boca de tantos que de cultura saben lo que yo de sumerio) . Empero, convertir La Casona en espacio cultural es mil veces mejor que lo que venía siendo, el espacio invadido por unos que, sin derecho alguno, convirtieron tan histórico y augusto conjunto en extraño ambiente, perturbando de manera cotidiana la alguna vez tranquila vida de los vecinos de la urbanización La Carlota.
Hay que repetirlo: La Casona (y todo su mobiliario, dotación de vida, colección de arte y adorno, vajillas, cuberterías, cristalería, platería, menaje, lencería de mesa y cama, colección literaria y todos los obsequios recibidos por los presidentes durante sus mandatos) es patrimonio nacional, a saber, es propiedad de la Nación y por ende de los venezolanos. Fue adquirida y delicadamente recuperada, remodelada y refaccionada (con dineros del erario público y bajo estrecho escrutinio) para ser residencia de la familia presidencial. Todos aquellos que sin ser familia presidencial habitaron en ella fueron advenedizos que violaron la ley. Fue un acto ilegal que los hijos y otros familiares del presidente Chávez fijarán su residencia allí una vez ocurrido el fallecimiento.
Pero ahora hay que insistir en preguntas. Los Caldera hicieron entrega de La Casona a los Chávez con detallado inventario. Estaba en perfectas condiciones. Cuando los Chávez se divorciaron, doña Marisabel (ama de casa saliente) debió entregar un inventario actualizado. No hay evidencia de que lo haya hecho. Chávez prácticamente vivía en Miraflores. Pero en La Casona quedaron unos “ocupas”. Los vecinos constantemente y ya por muchos años han reportado escándalos, movimientos raros de vehículos (incluso camiones), ruidos muy molestos.
Ahora se la convierte en museo. ¿Y el inventario? Porque tiene que haber todo lo que había. Porque todo lo que había según el inventario de los Caldera y todo lo que le fue obsequiado a los Chávez y los Maduro, más todo lo que se ha comprado desde febrero de 1999 tiene que estar allí, pormenorizado en reporte de acceso público. No se puede haber “perdido” ni un platico. El Instituto de Patrimonio Nacional, los Maduro y ahora el mismo Ernesto Villegas son directamente responsables y tienen que rendir cuentas a la Nación, es decir, a los venezolanos. Porque La Casona es nuestra.
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