Publicado en: La Gran Aldea
Por: Milagros Socorro
¿Sabes lo que es llorar y que nadie te resuelva? Es un Niño Jesús que aprenderá a leer pero no terminará la primaria, y ni soñará con la universidad. Es una generación condenada a la pobreza, porque el momento de la vida en que debieron de apertrecharse de recursos internos, de capacidades metabólicas, biológicas, afectivas, se los arrebataron. El Niño Jesús venezolano tiene retardo del crecimiento. Con estas palabras Susana Raffalli nos dibuja la semblanza de un pesebre donde la realidad es abrumadora, y ratifica que el patrón de saqueo que ha hecho el Gobierno con la infancia venezolana sólo es comparable al del Arco Minero.
“Si el niño Jesús naciera este 25 de diciembre en Venezuela, el Estado llegaría al pesebre y le robaría sus primeros mil días”, dice Susana Raffalli, quien antes era experta en nutrición y ahora también es versada en inopia.
Susana Raffalli Arismendi es nutricionista con posgrado en Nutrición Clínica del Centro Médico de Caracas. Tiene maestrías de la Universidad Complutense de Madrid y la Organización Panamericana de la Salud. Pero, sobre todo, tiene una vida de trabajo en el terreno de la seguridad alimentaria (que cuando se invoca es porque ya no lo es). Fue ella quien organizó el regreso de los damnificados a sus comunidades después del tsunami en Indonesia. Ya entonces había hecho un curso en gestión de Emergencia Humanitaria con énfasis en alimentación, impartido por la Cruz Roja española y la Universidad Complutense de Madrid. Luego trabajaría en Acción Contra el Hambre y en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), lo que llevó a la incansable caraqueña hasta Angola, Afganistán, Pakistán, el Sahara Occidental y Colombia.
En fin, de hambre y de pasar trabajos no le echan cuentos a Susana Raffalli, Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos 2018, y asesora de Cáritas de Venezuela. También podría decirse que es asesora de la prensa venezolana, cuyas solicitudes atiende con frecuencia y paciencia dignas de encomio. En 2018 fue distinguida por Americas Quarterly, como una de las 10 Personas Que (Algún Día) Reconstruirán Venezuela.
-Desde 2016, Venezuela padece una emergencia de progresión lenta -dice cuando se le pregunta cómo nos consigue la Navidad de 2019-, que en este punto está enquistada y sin pronóstico. Coexisten los que pueden sobrevivir, aún acostumbrados a las precariedades, con los que están muriendo todos los días. No es que baje el sentido de urgencia, al contrario, Venezuela necesita ayuda con urgencia. Más apoyo y más rápido. La ayuda humanitaria que ha logrado entrar no cubre la escala necesaria. En las emergencias enquistadas y sin pronóstico, las soluciones se alejan del patrón estandarizado.
-¿Cuál es la diferencia entre una emergencia de progresión lenta, esto es creada por alguien, y una catástrofe natural?
-La gran diferencia entre una emergencia de instalación súbita, por lo general, deslaves, terremotos, (también por un derrame petrolero, un incendio) es que esas emergencias matan por shock. Los que mueren sucumben en las primeras horas. Pero, después de eso, al hacer el balance de lo que se cayó, viene la rehabilitación, y en la medida en que el personal humanitario trabaja retorna la normalidad. Eso puede tardar hasta un año o dos, pero se sale. En la emergencia de progresión lenta, más si está enquistada, la gente va entrando en sus propios procesos de desgaste, que se van alejando de la normalidad, es un bienestar propio, aislado de la situación general. Por ejemplo, no es normal que en una emergencia súbita haya desnutrición. Un niño no se desnutre en 72 horas. La desnutrición es un proceso de privación prolongada. Y en estas Navidades 13,5% de los niños menores de cinco años, evaluados por Cáritas, tienen desnutrición grave, incluso con alto riesgo de enfermar y morir.
-La emergencia venezolana no mata por shock, sino…
-Por desgaste. Llega un punto de extenuación en que tienes que lidiar no sólo con los que están a punto de morirse sino con los que se quieren morir porque se sienten desahuciados, desolados. Muertos en vida. Quisiera decirlo de una manera que no suene ridículo por lo grandilocuente. Pero muchos venezolanos andan muertos en vida. En una emergencia llegada a este punto, se tiene que lidiar con las urgencias, pero también con problemas muy complejos que no sabíamos manejar: Suicidios, prostitución, trata. La misma voluntaria de Cáritas que hasta ahora lidiaba con un niño desnutrido dándole una barra nutricional, según un protocolo previsto para durar seis semanas, ahora debe hacer frente a esos flagelos. Siempre es más fácil, cuando uno trata de ayudar, contar con lo poquito que aporta la persona asistida, pero en la emergencia de Venezuela nos está tocando lidiar con familias ya muy desgastadas, con un músculo de resistencia muy gastado.
“A partir de febrero no hay importación de alimentos y la gente no se puede movilizar por la falta de gasolina. El país está mantenido por las remesas”
Susana Raffalli
-Usted escribió el siguiente tuit: «Junto a Yemen y Siria, se estrena hoy Venezuela en el reporte mundial de necesidades humanitarias. Cerca de 1 de cada 4 venezolanos está en necesidad de ayuda humanitaria urgente, lo confirma ONU. El país se les desmoronó en sus manos».
-Está en el reporte del Panorama Humanitario Mundial, dado a conocer el miércoles 4 de diciembre de este año por Naciones Unidas junto con cientos de ONG. Cuando ponen a Venezuela a la par de Yemen y de Siria, no es porque sus emergencias se parezcan, sino por el número de afectados, por la cantidad de recursos que hay que invertirles, y por las dificultades de acceso a esas personas. En esto, Siria y Yemen son equiparables a Venezuela, donde las familias afectadas todavía pueden moverse para encontrar opciones, aunque sean salidas tan terribles como la prostitución e incluso las prácticas ilegales. Ya vemos, por ejemplo, un movimiento masivo hacia el Arco Minero. En Siria, si sales, te encuentras con minas antipersonales, en áreas de bombardeos o enfrentas una limitación normativa de desplazamiento por el territorio. En Yemen, 46% de los niños desnutridos se pueden morir en dos o tres días. En Venezuela estamos cerca del 15%. En 2017 tuvimos casi 21%. Va al vaivén del gasto público y de las remesas. A partir de febrero no hay importación de alimentos y la gente no se puede movilizar por la falta de gasolina. El país está mantenido por las remesas.
-¿Cuál ha sido el peor año?
-El 2017. La diócesis que peor llegó a estar tuvo 21% de desnutrición, muy por encima del umbral de emergencia. Fue en Machiques, estado Zulia. El segundo fue Vargas. El tercero, Sucre.
-¿Qué pasó en Machiques para que casi un cuarto de los niños fueran condenados a la desnutrición?
-Una coincidencia de hechos funestos: Expropiaciones de grandes fincas ganaderas; la demarcación de las zonas indígenas, que no podían ser trabajadas para la ganadería; y la intensificación del movimiento de fuerzas irregulares en la zona. Las fincas dejaron de contratar peones y la gente se quedó sin medio de vida.
-¿Y en Vargas?
-El deterioro del deslave nunca se terminó de rehabilitar, entonces hay muchas dificultades de acceso al agua potable y al drenaje de aguas negras. En Vargas hay mucha pobreza, mucho cáncer, muchas enfermedades cardiovasculares y, además, siguen estando en una zona de altísimo riesgo de un nuevo deslave.
-¿En Sucre?
-En todos los casos hay un Estado que ha tomado medidas regresivas para el goce del derecho a la alimentación, para obligar a la población a comer de lo que el Estado pone en una “caja”. En alimentación pasamos de una situación de mucha libertad a ninguna libertad. Es un salto atrás en materia de libertad y de Derechos Humanos. Tener alimentos en un mercado es un derecho humano. Hemos pasado de eso a poner una huella dactilar para comprar lo que el Estado quiera. Pero sobre ese mantel ha habido factores que afectan a los diferentes lugares en mayor grado. En Sucre, el factor añadido es la Malaria y las economías ilegales.
-Usted mencionó el reporte de Naciones Unidas. Bueno, por fin se dieron cuenta de que «Las necesidades superan sustancialmente los recursos que tenemos». No se puede decir que sean rápidos para captar la realidad.
-En su viaje a Venezuela, el subsecretario general de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Mark Lowcock, admitió con las manos literalmente en la cabeza: «En el reporte decimos que hay siete millones, pero yo sé que son 11». Pero el señor Lowcock sólo vino por unos días. A lo interno del país tenemos un sistema de Naciones Unidas (NNUU) muy resistente a reconocer las verdaderas dimensiones de lo que ocurre y, ni digamos, a interpelar al Gobierno con lo que hay que hacer.
-Usted escribió en Twitter que: «En este país en el que las cosas se pagan con oro, tenemos […] una planta humanitaria prístina enviándonos selfies desde los mejores restaurantes de Caracas…». ¿Se refería a los funcionarios de NNUU en el país?, ¿son, entonces, cómplices?
-Me refería a muchos de ellos. Y sí, lo son. Hacen lo que el Gobierno les permite. Con el argumento de que si hacen algo distinto, el Gobierno los saca. Se supeditan a lo que el Estado dice. El mecanismo por dentro está lleno de fuerzas ideológicas que no están facilitando las cosas. Incluso, hay técnicos de NNUU que insisten en que el número de quienes han emigrado es de 2 millones 400 mil personas, cuando ACNUR dice que son 6 millones. Pero, eso sí, para pedir plata para los que se fueron calculan 3 millones 800 mil.
-La FAO pasó de dar una medalla a Chávez en 2012 y luego a Maduro en 2015 porque, según ellos, Venezuela era “territorio libre de hambre”, y a 2018 dice que hay casi 7 millones de venezolanos que padecen hambre. No puede decirse que sean la mata de la coherencia.
-El aumento de personas en situación de hambre, que estima la FAO, comenzó a incrementarse sostenidamente a partir de 2012, antes, por cierto, de la aplicación de las sanciones. Ese director que le dio una medalla a Maduro está ahora en Cuba. Mientras sigamos en este simulacro según el cual aquí la situación “no es tan grave”, no se van a tomar las medidas necesarias, ni se va a llamar al Gobierno a rectificar. Mientras, se pierden vidas y oportunidades. La ayuda humanitaria no resuelve los problemas, es limitada, subsidiaria y finita. No puede ser permanente. Se supone que, mientras tanto, se va a la causa que está provocando la emergencia. Pero en Venezuela, en vez de resolver, ponen lucecitas en un cerro, se compran todas las casas de una calle o destrozan el sur del país. Cualquier Estado aprovecha la ayuda internacional para recuperar fuerzas, rectificar lo que causó el daño, aquí no. El Estado ha tomado un montón de instancias de sustitución para que hagan lo que él no quiere hacer. Unicef está apoyando al Gobierno en la rehabilitación del acceso al agua y saneamiento; es decir, en lugar de estar vacunando y desparasitando niños, están haciendo lo que le toca al Gobierno.
-La emergencia de Venezuela, entonces, es lenta, es compleja, está enquistada… ¿Qué viene?
-El último factor, el más nefasto, es que en poco tiempo será olvidada. La emergencia de los saharauis se olvidó. Más nadie habló de esa gente. Ahí están hace 40 años. Darfur es una emergencia olvidada. No quiero ser pájaro de mal agüero, pero ya comenzó el proceso hacia allá. Será olvidada por los donantes internacionales de la ayuda, por la comunidad internacional, por los medios de comunicación, que ya lo hemos empezado a ver. Incluso, olvidada por nosotros mismos. Olvidamos que así no se puede vivir. Ya se instaló la precariedad como una vida normal, y ahora estamos con la narrativa de la resiliencia, de los emprendedores que siguen en el país… que, bueno, que no tenemos agua ni luz pero que… En realidad es una miseria que tengas que atender tu emprendimiento con una planta eléctrica, porque no tenemos tendido eléctrico. El bono en dólares no te libera de un Estado que tortura y que tiene las cárceles llenas de presos políticos. No se puede perder la beligerancia. No se puede perder la percepción de lo anómalo. De la vulneración, del abuso. Se nos olvidó el disfrute del bienestar y cuando las emergencias entran en esa ruta, es muy difícil salir. Así podríamos quedarnos.
“En alimentación pasamos de una situación de mucha libertad a ninguna libertad. Es un salto atrás en materia de libertad y de Derechos Humanos”
Susana Raffalli
-¿Qué son los CLAP?
-Es un mecanismo de penetración, control social y compra de lealtades. Nunca fue un programa alimentario. Es el medio alrededor del cual se articula una vasta red de crimen organizado que lucra con eso. Los CLAP encarnan, materializan, la quinta economía ilegal de Venezuela, después del contrabando de gasolina, el tráfico de estupefacientes, la minería ilegal y la corrupción con diferenciales cambiarios. Su contenido es absolutamente inadecuado en cantidad y calidad. No es inocuo, son alimentos que vienen adulterados. No es consistente con nuestro patrón cultural. Es una aberración. Además, te obligan a pagarlo por adelantado, sin saber lo que te van a poner. Y te lo entrega un miliciano que con la caja te pasa un mensaje ideológico. Nunca debió existir este azote.
-¿Cómo llega el pueblo venezolano a la Navidad?
-Ya no hay un solo pueblo venezolano, sino varios, una Venezuela dentro de otra, nunca tan desigual. Hay una mínima población que llega comprando arbolitos, caña y panettone; y una gran mayoría que no tiene ni para el onoto. Y en el medio están los que llegan comiéndose una hallaca, solos, con la familia en el extranjero. Y si tienen esa hallaca no tienen para zapatos. Llegan desgastados por la precariedad y agotados por sus cuatro o cinco empleos de ínfima calidad.
-¿Cómo sería el Niño Jesús si fuera venezolano?
-Si fuera niña, le faltarían ocho centímetros de estatura. Como es niño, le faltan cinco. Y a ambos les faltan millones de conexiones neuronales, de facultades cognitivas, con un hueco afectivo. El hambre genera un hueco que, si sobreviven, nada habrá de llenarlos, tendrán mil problemas por su insaciable voracidad. ¿Sabes lo que es llorar y que nadie te resuelva? Es un Niño Jesús que aprenderá a leer pero no terminará la primaria, y ni soñará con la universidad. Es una generación condenada a la pobreza, porque el momento de la vida en que debieron de apertrecharse de recursos internos, de capacidades metabólicas, biológicas, afectivas, se los arrebataron. El Niño Jesús venezolano tiene retardo del crecimiento. El Estado llegó al pesebre y robó sus primeros mil días. Más aún, desde la gestación. A Cáritas llegan niños con tres días de nacidos y ya tienen retraso de talla, ya están desnutridos. Es un niño saqueado. El patrón de lo que ha hecho el Gobierno con la infancia es el mismo del Arco Minero.
-¿Y qué figuras deambulan por los cerros de cartón del pesebre?
-Los que se están muriendo, los que se murieron y a los que se les acabó la vida.