Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
En nuestros países, según se ha visto en tiempos recientes, mandan con frecuencia las inercias y da más o menos igual lo que digan los indignados o lo que prometan los políticos. Ah, y uno de los peores líos del subcontinente son los malos diagnósticos.
Tomemos la situación del Cauca, región con alta presencia de pueblos indígenas, donde el símbolo de la autoridad de los valientes líderes es el bastón de mando. Llevan años sufriendo muchas muertes y ahora están otra vez en el ojo del huracán. Ellos no se han llevado bien con los militares, por A o B razones, solo que hoy a sus gentes las matan grupos de desalmados para quienes un bastón de mando no es más que un palo seco. Soy novelista, pero ni en mi más desbordado rapto de realismo mágico se me ocurriría proponer que la guardia indígena puede enfrentar desarmada a unos malandros que portan fusiles de asalto. La pobreza y el abandono del Estado, con ser dramáticos, no son las razones por las que los matan. Intentar mejorar estos indicadores no resolvería nada hoy.
Gústeles o no a las autoridades indígenas del Cauca, no queda otra opción que emprender una fuerte, masiva y sobre todo eficaz campaña militar del Estado colombiano, porque allá, bajo la remota dirección del Cartel de Sinaloa y otros mafiosos mexicanos, matan a cualquiera: indígenas, ingenieros, niños, soldados, candidatos o policías. Incluso uno sospecha que lo máximo que se puede hacer es contener a los narcos, de ningún modo eliminarlos del mapa. La lógica fallida de la guerra contra las drogas no es algo que tengan por qué entender las autoridades indígenas. Sin embargo, hay en la continuidad de esta política fallida una realidad económica de capitalismo profundo que no se puede ignorar: la demanda antecede a la oferta
Ya veremos para qué sirven los 2.500 efectivos de la Fudra #4 que irán al Cauca. Pero ¿por qué esperar hasta diciembre, señor Botero? Para flojo e ineficaz este ministro. Hoy por hoy uno sospecha que al hombre no le queda otro respaldo que el del expresidente Uribe, quien por lo demás tiene otras preocupaciones sobre el plato.
Arriba menciono las inercias arrolladoras que predominan en algunos temas. Se puede decir que el tal Mayimbú, jefe de la disidencia Jaime Martínez de las Farc, es un mero accidente. Detrás de él y de la presencia del Eln en el Cauca hay decenas de malandros haciendo fila para ocupar el puesto si a un comandante lo ponen fuera de combate, porque lo que cuenta, sobre todo, es la gran rentabilidad del negocio y su tamaño. La única noticia razonable que se ha oído al respecto últimamente es que el auge de la cocaína podría tener los días contados, debido a lo atractivas que se han vuelto las drogas de diseño.
Se sabe, por ejemplo, que los grupos de asesinos que merodean por el departamento andan custodiando invernaderos y cultivos de marihuana. Según eso, los colombianos nos seguimos matando por impedir el cultivo de una mata que ¡ya es legal en Canadá y en California! Un dilema tan idiota como este lo entiende hasta alguien tan despistado como el presidente Duque. En mi opinión, la oposición, así fracase en los primeros intentos, debe seguir proponiendo proyectos de ley que legalicen la hierba. Nadie dice que sea sana. El debate es si hay maneras de desestimular su consumo que no alimenten también mafias asesinas. Porque todavía más dañino para la salud humana es el plomo de las balas.
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