Por: Andrés Oppenheimer
Después de recibir de varios amigos una columna falsa atribuida al Premio Nobel Mario Vargas Llosa sobre el enamoramiento de Argentina con el populismo, estoy más preocupado que nunca por la proliferación de noticias falsas en las redes sociales. En lugar de mejorar, el problema está empeorando.
Incluso algunos de mis amigos con doctorados en las mejores universidades del mundo me enviaron la columna titulada “Sí, lloro por ti, Argentina”, presuntamente escrita por Vargas Llosa, tras la victoria de la ex presidenta populista Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones primarias de Argentina el 11 de agosto.
Quienes me mandaron la columna —repito, gente súper preparada— no habían tomado las precauciones más simples para verificar si la columna era auténtica. Era una copia viralizada de un sitio de internet del que nunca había oído hablar, y su trillado titular y alguna que otra frase cursi me hicieron sospechar de inmediato que no era un texto auténtico.
Tras leerlo y convencerme aún más de que no era de Vargas Llosa, a quien entrevisté extensamente hace apenas unas semanas, le pregunté a su hijo Álvaro Vargas Llosa si el texto era legítimo. Su respuesta fue: “Es un fake (invento) total”.
Álvaro Vargas Llosa agregó que “las redes son el reino del fake, desgraciadamente”. Como sospechaba, me confirmó que su padre solo escribe columnas para el diario español El País, y que —salvo ensayos más largos— casi todas las que no aparecieron antes en ese periódico son falsas.
“Lo que suelen hacer, para hacerlo más verosímil, es sacar una frase de algún artículo antiguo, combinarla con otra frase de alguna entrevista, y añadir varios párrafos inventados”, me dijo Álvaro Vargas Llosa.
La columna falsa de Mario Vargas Llosa refleja la acertada creencia del premio Nobel de que la ex presidenta Fernández dirigió uno de los gobiernos más corruptos de la historia argentina, y dejo el país en la bancarrota. Pero muchas veces, estas columnas inventadas incluyen cosas que sus supuestos autores nunca dijeron.
El hecho de que se haya vuelto viral en las redes sociales ilustra cuán vulnerables nos hemos vuelto a las noticias falsas, y lo fácil que es inventar textos de alguna personalidad, o videos deepfakes, como el que mostró al ex presidente Barack Obama diciendo cosas que nunca dijo.
Estoy lejos de ser el único que se preocupa por la creciente epidemia de noticias falsas. Según un nuevo estudio realizado por el Pew Research Center, el 56 por ciento de los estadounidenses temen que el problema empeore en los próximos cinco años, y el 50% lo considera un “gran problema”, aún mayor que la inmigración ilegal (38%) o el terrorismo (34%)
La mayoría de los entrevistados atribuye la creación de noticias falsas a los políticos (56%) y a activistas políticos (50%), mientras que un 36% culpa a los periodistas, según el estudio de Pew.
Desafortunadamente, el presidente Trump y otros líderes populistas han contribuido a empeorar el problema al etiquetar constantemente como “noticias falsas” aquellas que no les gustan, escritas por periodistas legítimos.
Permítanme compartir con ustedes el consejo que les di a mis amigos que me enviaron la columna falsa de Vargas Llosa.
Primero, no crean ninguna noticia que reciban en Facebook, Twitter o Instagram, incluso si viene de un buen amigo, a menos que provenga de un medio conocido y creíble.
Las organizaciones de noticias como el Miami Herald, New York Times o The Wall Street Journal verifican los hechos. Si no publican algo, es porque no encontraron evidencia. Y si cometen un error, lo admiten, porque viven de su credibilidad.
En segundo lugar, si la noticia que has recibido de tu amigo supuestamente proviene de una organización noticiosa conocida, realiza una búsqueda en Google para asegurarte de que efectivamente fue publicada en ese medio.
En tercer lugar, si no puedes encontrar esa noticia en ninguna organización noticiosa conocida y creíble, no la circules en las redes sociales, aunque estés totalmente de acuerdo con su contenido.
Si lo haces, estarás difundiendo noticias falsas y ayudando a quienes quieren socavar la democracia. Eso es lo que quieren los líderes populistas, los gobernantes autoritarios y las dictaduras: crear un mundo de absoluta confusión, donde sus críticos estén deslegitimizados y ellos puedan hacer lo que quieran sin mayores consecuencias.
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