Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Uno de los argumentos favoritos de quienes se oponen a los procesos de negociación y diálogo entre la dictadura y la oposición es que para lo único que sirven es para: “que la dictadura gane tiempo”, que lo único que se logra es “oxigenar” al régimen y concederle más tiempo. Y esta es una afirmación que hacen por igual el enjambre antipolítico de las redes sociales y algunos analistas y periodistas. Por supuesto, el corolario automático de esta afirmación es que quien dialogue o negocie con la dictadura es un “cómplice”, “colaboracionista”, o un “ingenuo”, en el mejor de los casos.
La afirmación parte de dos supuestos falsos; el primero, ¿Quién ha dicho que la dictadura necesita tiempo? ¿Qué está corta de tiempo, y por lo tanto debe ganarlo? No es cierto, la dictadura tiene 20 años desarrollándose; comenzó con una falsa esperanza, continuo con un socialismo populista ramplón y demagógico basado en altos ingresos petroleros y terminó en una dictadura desembozadamente represiva; y no es que antes del “tramo maduro”, no haya habido represión, estaba disfrazada por la orgia de los recursos petroleros. De manera pues, que la dictadura tuvo y tiene tiempo; no es tiempo lo que está buscando, tiene todo el que necesita; no siente apremio, no le importa lo que Venezuela padece –pues lo niega constantemente y no lo reconoce– o haber perdido el favor del pueblo, ya no lo necesita pues se sostiene descaradamente por la fuerza de las armas. La dictadura que controla el territorio y sus recursos, no es tiempo lo que compra, lo que quiere es aferrarse al poder con toda la fuerza para continuar el saqueo del país. Que se haya agotado el “modelo”, el “socialismo del Siglo XXI”, no significa que se le acabó el tiempo a este régimen.
El segundo supuesto falso de la afirmación: “ganar tiempo”, es que quienes lo sostienen parten de la base de que la oposición tiene la fuerza para sacar a la dictadura del poder, en el momento que quiera, le basta con desearlo e intentarlo, para lograrlo. ¿Por qué no lo hace, entonces, simplemente, y se olvida de diálogos y negociaciones? Porque no es cierta esa afirmación de la supuesta fuerza o capacidad de la oposición para desplazar a la dictadura y desalojarla del poder cuando quiera. Durante 20 años, se ha hecho de todo, una y otra vez –marchas, concentraciones, protestas cívicas, intentos de alzamientos, procesos electorales, procesos de consulta, recogidas de firmas, etc.– y hemos constatado cuan falsa es esta afirmación. No, no es cierto, entendámoslo bien: la oposición no tiene la fuerza física para deponer a la dictadura y está más que demostrado que los aliados –dispuestos a apoyarla, a reconocer a Juan Guaidó, a tomar sanciones contra sus funcionarios– tampoco están dispuestos a proceder por las armas a desalojar a este régimen.
Lo que, si está claro es que la dictadura, aunque tiene la fuerza física para mantenerse en el poder, no cuenta con soporte popular, no tiene la fuerza interna suficiente, ni el apoyo internacional, ni los recursos económicos, para acabar de un plumazo con la oposición y por eso se ve obligada a aceptar el proceso de negociación. Esa, el apoyo popular e internacional y la fuerza moral de la razón, es la fortaleza de la oposición para obligar a la dictadura a ir a un proceso de negociación. Por eso tenemos que apoyar y fortalecer esa fuerza y mayoría opositora, para lograr condiciones que nos permitan salir de 20 años de oprobio, pues nos espera un futuro y una mejor Venezuela por construir.
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