Por: Ricardo Andreutti
En qué momento de la breve historia del fútbol se distorsionó la naturaleza real de este deporte: un juego. Supongo que en el mismo momento en que los egoístas intereses mercantilistas tomaron las riendas de las decisiones en él. Ese mismo punto de inflexión en la historia llevó nuestras vidas adentro de una burbuja, para desenvolvernos dentro de ella y pretender, lastimosamente con éxito en la infinita mayoría de los casos, abstraernos de la realidad que se vive en la sociedad a nivel mundial. Pero, afortunadamente Dios nos creó de tal manera que, ante los eventos trágicos y tormentosos, los seres humanos sacamos lo mejor de nosotros a través de los actos guiados por nuestra conciencia y comenzamos a tomar decisiones colectivamente responsables.
Nuestro fin de semana para disputar una jornada de fútbol que nunca se debió haber jugado, porque no estamos para juegos en Venezuela, comenzó con la odisea de llegar a Maracaibo partiendo desde Caracas, en una Maiquetía en penurias a eso de las cuatro de la madrugada. Obviemos los dos días previos sin luz, confío en usted amigo lector, el futbolista es un ser humanos y no máquinas: sentimos, padecemos, tenemos nuestros miedos y tenemos las mismas necesidades que atender, por ende, esos avatares de la vida de una ciudad con dos días en tinieblas también los padecimos. Seguimos, después de un chequeo manual viajamos al aeropuerto de La Chinita, este también sin luz, desde ese momento quedamos incomunicados con nuestros familiares hasta retornar dos días después a casa.
Dormir en un hotel sin aire acondicionado con lo que esto representa en una ciudad como Maracaibo, jugar un partido en un estadio sin luz, sin agua, y dónde una bolsa de hielo en la calle la cobraban en 20 dólares americanos más las dificultades de traslados ya eran argumentos suficientes para no disputar un partido de fútbol.
Estando en la zona de camerinos conversamos con nuestros colegas del equipo rival, nos pusimos al día porque no había manera de comunicarse. Tenían cuatro días sin dormir bien y sin comer bien, las clínicas funcionaban en un porcentaje mínimo ¿cómo se iba a disputar un partido en una actividad atenta nuestra integridad física y en un clima muy duro sin los resguardos mínimos requeridos? Siguen sobrando razones para no disputar el partido, pero los intereses egoístas de quienes toman las decisiones están por encima de la pureza del juego.
Una decisión colectiva, de conciencia, de solidaridad y, sobre todo, justa ya estaba tomada. El partido más dignificante y amistoso de nuestras vidas se estaba disputando, una oda al Fair Play (juego limpio) se había escrito, esta vez el transcurrir del partido iba a ser un poco diferente pero somos los jugadores quienes decidimos cómo se va a jugar, dentro de unas reglas de juegos que nunca fueron irrespetadas, con el apoyo de las directivas y nuestros respectivos cuerpos técnicos, a los cuales les estaremos enormemente agradecidos. Fue una decisión que no buscaba alimentar nuestros egos, no buscaba una consecuencia popular, ni mucho menos el apoyo hacia un bando político en particular. Fue simplemente dignificar nuestro deporte a través de un acto de sensatez con la profesión y solidaridad con nuestros hermanos venezolanos.
En entrevistas nos han preguntado si nos preocupa o nos da miedo algún tipo de represalia. En lo personal, para nada. Lo que preocupa son los antivalores que emergen en nuestra sociedad, lo que preocupa son la cantidad de tentaciones negativas que tienen nuestros jóvenes y la calidad de la educación que les hemos brindado, el futbolista no escapa de ello, el fútbol es una representación de nuestra sociedad en un ecosistema un poco más diminuto. Y si hay algo a lo que le temo es a fallarle sabiendo que no logré dejar algo con un significado real que eleve a la persona antes que al jugador, tengo miedo de desfallecer cuando intentamos dejar un legado de trabajo y responsabilidad porque esta es nuestra tribuna para ello. Pero eventos sinceros, con decisiones puras y justas como las que vivimos en el estadio Pachencho Romero de Maracaibo nos da fuerza para continuar con el cambio que necesitamos y nos da una señal de que este es el camino.
Solo un favor para cerrar, ya basta de comparar posturas, ni juzguemos a otros por decisiones diferentes, no estamos para seguir ampliando la brecha que nos separa estamos para tratar de aprender a la velocidad de la luz, porque así de rápido vamos. Para transformar hay que aceptar que cada uno tiene sus circunstancias y cada una de ellas nos reconciliará como venezolanos y como sociedad. Que la crítica no nos limite a generalizar y a sentenciar, somos más que eso. El mayor ejemplo es el reciente comunicado de la Federación Venezolana de Fútbol a la cual nos debemos y tenemos que estar dispuesto a hacer crecer, hoy fue oficializada la suspensión de la próxima jornada de todas las divisiones de nuestro fútbol hasta que las condiciones en nuestro país sean coherentes para la práctica de este deporte, nuestra postura sincera tuvo una repercusión positiva por una decisión de conciencia colectiva.
No sé si el fútbol sea lo más hermoso del mundo, pero estoy convencido de que si hace al mundo un lugar más hermoso.
Felicidades y que Dios nos llene de fuerza y sabiduría.