Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
La “amnistía” y una posible “negociación” con el régimen, son los temas más difíciles que tiene que enfrentar Juan Guaidó en su triple objetivo, que no nos debemos cansar de repetir: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
En el fondo ambos temas son difíciles por la misma causa: en 20 años son demasiados los desmanes cometidos por este régimen. Nadie quiere olvidar y nadie quiere perdonar y en cuanto asoma alguna posibilidad de “diálogo”, de “negociación” o de “perdón”, se abren las heridas, demasiado recientes.
Demasiados muertos producto de la salvaje actuación de los cuerpos represivos; demasiados presos políticos, torturados, vejados, humillados, condenados sin pruebas en juicios viciados; demasiados son los que han tenido que irse al exilio o refugiarse en embajadas; demasiados los que han tenido que irse al exterior para buscar la vida que aquí la dictadura les negó; demasiados los que han perdido todo o mucho en Venezuela: sus empresas, su profesión, sus propiedades; y paremos de contar pues la lista es interminable.
Pero a pesar de todo, en política tenemos que seguir hablando de todas las opciones que puedan estar sobre la mesa y que incluyen las palabras satanizadas: negociación y diálogo, perdón y amnistía, para lograr que esta situación finalice cuanto antes y con el menor daño posible hacia una población, que ya ha sufrido bastante.
Nos obstante, hay cosas que ya tenemos claras; por ejemplo, con respecto al diálogo y la negociación está claro que lo único que se va a negociar es la salida del régimen, el fin de la usurpación, ya no hay espacio para otras opciones; pero eso, por parte del régimen, no es algo fácil de aceptar. En realidad, sabemos que ellos no quieren negociar; como siempre se ha dicho, lo que quieren es ganar tiempo, para ver si el viento cambia. Irán forzados a esa mesa de negociación y eso lo debemos tener claro para definir la estrategia adecuada, de parte de la oposición. También hay que decidir “quién” y “cómo” sería esa negociación; y digo, “sería”, porque eso está también parcialmente resuelto: negociarán quienes y como digan la Asamblea Nacional y el presidente Juan Guaidó.
Pero ahora tenemos un nuevo ingrediente, pues el problema ha dejado de ser entre la dictadura y la oposición y ha pasado a estar en el tablero geopolítico internacional. Ya la comunidad internacional está consciente que el tema venezolano se convierte en un fuerte desestabilizador de los países de América Latina; además de ser un “modelo de revolución” exportable, los migrantes venezolanos comienzan a ser un factor de perturbación para algunos países de la región, que aunque en mejor estado que Venezuela, no son del todo boyantes y un grueso número de venezolanos emigrantes pueden desestabilizar sus economías. Y para los Estados Unidos, más allá de sus valores y principios democráticos, no contribuye a su tranquilidad que Rusia, China e Irán, estén con fuertes intereses y presencia en su zona geopolítica de influencia.
Igual de complejo luce el tema de la amnistía, pero sobre eso también hay que hablar. El país, los venezolanos, todos, tenemos que discutir ampliamente sobre el tema. Soy de los que cree que este no es un tema para “iniciados” o “iluminados’’, sino para toda la población, porque es todo el país el que ha sido afectado por los desmanes de la dictadura durante 20 años. Pero, aquí también hay cosas que ya están claras: amnistía no es impunidad. Por lo pronto, se excluirá de esa amnistía las violaciones a los derechos humanos y el tiempo es el que dirá que otras cosas se pueden o no excluir o incluir, o perdonar o castigar.
Pero tenemos que tener claro, aunque suene duro –y para algunos, hasta cínico– decirlo: que además de todas las razones filosóficas, legales, hasta humanitarias, para hablar de la amnistía, la razón práctica para decidir el tema es la más importante. Y esa razón práctica, como ya mencioné, es que necesitamos que esta situación en la que vivimos más de 30 millones de venezolanos, finalice cuanto antes y con el menor daño posible hacia la población, que ya ha sufrido mucho, por demasiado tiempo y con costos irreparables.
No podemos negar, cerrar los ojos y desconocer que el usurpador y su gobierno tienen una posición de fuerza, la capacidad que les da la fuerza física para someter a la población. Y además de contar con los cuerpos represivos del estado, cuentan también con los tribunales de “justicia” del país para encarcelar e imponer sanciones y penas a todos los que ellos consideren sus “enemigos”.
Eso es algo ante lo que no podemos cerrar los ojos, que no podemos negar, sería tonto hacerlo, sería un falso “heroísmo” y el régimen en estos 20 años nos ha demostrado hasta la saciedad que está dispuesto a usar esa fuerza y esos tribunales para destruir la moral y la vida de quien sea. ¿Cómo no pensar entonces en ofrecer algún tipo de amnistía, algún tipo de “garantía” para que semejantes facinerosos abandonen el poder? Es lo que ya muchos han dicho, tenemos que hacer que comprendan que el beneficio de abandonar el poder es superior al beneficio de mantenerlo. No podemos tener posiciones románticas al respecto, que se convierten en posiciones “principistas” por irreales.
De eso, no de otra cosa, se trata. No se trata de ser magnánimos ni tontos, se trata de tener efectividad política, de entender la realidad, lo que es nuestra verdadera fuerza y la debilidad de la dictadura y ofrecer una “vía” para que el perro suelte a su presa y eso no es algo de lo que debamos avergonzarnos. Es reconocer la realidad política en la que vivimos y entender que tiempo ya habrá para hacer justicia.
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