Por: BBC Mundo
En el centro de Caracas, Venezuela, hay un edificio extraordinario que parece salido de una obra de ciencia ficción.
Pero su historia refleja el declive de un país en caos que, alguna vez, tuvo el potencial de ser uno de los más prósperos en América Latina.
El Helicoide iba a ser un centro comercial lujoso y único. Su originalidad fue reconocida por el poeta Pablo Neruda y el pintor Salvador Dalí.
Se levantó alrededor de una roca, iba a tener helipuerto, hotel, un gran domo en la parte superior, 300 tiendas y ascensores fabricados en Viena.
Se empezó a construir en los 50 y fue una muestra de la ambición que llegó con la exportación petrolera.
Pero nunca abrió sus puertas. Fue refugio para damnificados y trató de reinventarse como centro cultural. No lo logró.
Hoy es la sede del SEBIN, el temido organismo de inteligencia venezolano, donde detenidos políticos y criminales han sido víctimas de tortura.
BBC Mundo habló con exfuncionarios, presos, familiares y activistas para recrear su interior como nunca antes con la ayuda de material de archivo.
1. El Comienzo
Rosmit Mantilla fue encarcelado en El Helicoide en mayo de 2014.
Tenía 32 años, era activista político de un partido opositor al gobierno y defensor de los derechos humanos.
Estando detenido fue elegido como diputado a la Asamblea Nacional y se convirtió en el primer parlamentario venezolano abiertamente homosexual.
Fue uno de los más de 3.000 detenidos, según el Ministerio Público y varias ONG, en las protestas en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro que sacudieron al país en 2014.
La gente salió a las calles porque la vida en Venezuela era cada vez más difícil.
Protestaban por la escasez de alimentos y productos básicos, inflación, inseguridad, colapso del sistema de salud y transporte, así como fallas constantes en los servicios públicos.
A Rosmit se le acusó de financiar las protestas, cargo que siempre negó.
Estando detenido conoció a dos funcionarios del SEBIN – el organismo de inteligencia del gobierno venezolano – que custodiaban a los presos, Manuel y Víctor.
El último recuerda que la situación era caótica. Regularmente llegaban autobuses de los que se bajaban decenas de personas.
Manuel afirma que querían intimidarlos.
“El objetivo era arrestarlos para infundir miedo en la gente“
Manuel
Los cuerpos de seguridad del Estado detenían a estudiantes, activistas políticos, menores de edad, manifestantes y a cualquiera que estuviera en el lugar y momento equivocado.
Cuando llegaban a El Helicoide, se iniciaba la investigación y los funcionarios de mayor rango del SEBIN decidían quién se quedaba detenido.
El día que arrestaron a Rosmit, comenzó una pesadilla en la que siempre tuvo miedo y que todavía lo acompaña.
Para sobrevivir se dedicó a documentar la crueldad, la tortura, los abusos y los excesos que, dice, ocurren regularmente en El Helicoide.
2.”Guantánamo”
Cuando Rosmit llegó a El Helicoide en 2014, recuerda que había alrededor de 50 detenidos. Dos años más tarde, cuenta, eran más de 300.
Los lugares de reclusión se improvisaban a medida que llegaban los presos.
Escaleras que nunca se completaron, tiendas que se transformaron en oficinas, baños… Cualquier espacio podía convertirse en una celda con barrotes improvisados.
Los prisioneros les tenían nombres: La Pecera, El Tigrito y El Infiernito.
Pero para muchos, incluyendo a guardias como Manuel, la peor era Guantánamo.
“Se usaba para almacenar evidencia, medía aproximadamente 12 metros cuadrados. Allí estaban detenidas unas 50 personas“
Los entrevistados recuerdan que era casi imposible moverse y el olor era terrible.
Había cucarachas pequeñas, moscas, ratones y hacía mucho calor, la temperatura en caracas puede ser de 30 °C.
Rosmit recuerda que era horrible.
“No había luz, agua o baños, tampoco camas. Las paredes estaban manchadas de sangre y excrementos. Era un lugar diseñado para el maltrato físico y psicológico de los detenidos“
Debido a la falta de espacio, quienes vivían en Guantánamo recibían las visitas en ese mismo lugar.
Ponían sus pertenencias en una esquina, incluyendo las colchonetas en las que dormían, y sacaban mesas y sillas plásticas para sus esposas, padres, hijos y amigos. Pese a la incomodidad y la inmundicia, eran momentos precarios.
3. Interrogatorio
Los entrevistados aseguran que el SEBIN usa distintos tipos de tortura sistemáticamente para que los detenidos digan lo que los funcionarios quieren.
“Veían gente cubierta en sangre, otros amarrados, algunos inconscientes“, recuerda Rosmit.
Dice que, recopilando testimonios de las víctimas de tortura, describió que era una práctica de uso extendido.
“Supe de gente violada con objetos y otros torturados con electricidad. A algunos los vendaban por días, hasta que se desmayaban“
Recuerda el caso de un estudiante a quien le cubrieron la cabeza con una bolsa de plástico transparente llena de excrementos.
Víctor explica que “esa técnica se llamaba ‘bolsear‘“.
“Al hacerlo, les ponían un espejo en frente y decían: ‘Mira cómo te estás muriendo‘. Vi a detenidos orinarse“
Los dos exfuncionarios entrevistados dicen que ellos no torturaban a los prisioneros, pero que en varias ocasiones sí vieron que ocurría.
“Era algo normal“, afirman.
Manuel refiere que “usaban una batería con dos cables y se los ponían en los testículos, garganta… en cualquier parte“.
Rosmit cuenta que un preso perdió parte de la visión en un ojo por las descargas eléctricas que recibió en la cara.
Una persona que estuvo detenida, cuya identidad se mantendrá en el anonimato, recuerda que su experiencia fue traumática.
“Me pusieron corriente en la espalda, los testículos y la cabeza, utilizaron un enchufe de 110 vatios y un taser. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que lo hicieron“.
Algunos entrevistados señalan que en ocasiones usaban agua para que la tortura con electricidad fuera peor.
“Vi que golpeaban a las personas con palos, a veces los cubrían con una colchoneta para no dejar marcas. Las guindaban por las muñecas, sus pies apenas tocaban el suelo“, dice Víctor.
BBC Mundo tuvo acceso a fotos de varios detenidos con oscuros moretones que cubrían la superficie de las nalgas.
Otra manera de maltratar a los presos era negarles atención médica.
“Tuve cáncer de próstata, sufrí una isquemia cerebral, crisis hipertensivas y pérdida de audición por una infección en el oído“, cuenta Juan Miguel de Souza, arrestado en 2015.
“Me decían: ‘Por órdenes de arriba, para ustedes no hay médicos’“.
Muchas de estas denuncias de tortura han sido documentadas por la Organización de Estados Americanos, Amnistía Internacional e instituciones similares.
En febrero de 2018, la Corte Penal Internacional inició un examen preliminar para analizar denuncias de fuerza excesiva para reprimir manifestaciones y el maltrato por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
El gobierno venezolano dijo que cooperará con el proceso.
4. Punto de Quiebre
Rodolfo González era un piloto retirado, tenía 64 años y pasó dos encerrado en El Helicoide acusado de financiar las protestas en contra del gobierno. Su familia niega el cargo.
Su caso refleja las consecuencias irreversibles de la tortura psicológica que aplica el SEBIN.
Lo que pasó afectó mucho a Rosmit, quien lo describe como un amigo cercano. Víctor y en particular Manuel, lo recuerdan muy bien.
“Era una persona decente, amable y educada. Seguía las reglas. Solo nos ‘molestaba’ con sus medicinas, tomaba varias pastillas y teníamos que dárselas“.
Los funcionarios temían que, por su edad, no soportara una golpiza, así que decidieron presionarlo psicológicamente para que incriminara a un conocido político venezolano, relata su familia.
Refieren que le decían que lo iban a llevar a Yare, una de las cárceles más peligrosas de Venezuela, donde recluyen a violentos criminales: asesinos, secuestradores y traficantes de droga, entre otros.
El 12 de marzo de 2015 se ahorcó, poco después de que le dijeran que su orden de traslado había llegado, indica su hija, Ivette.
“Después de llevarse su cuerpo, (los guardias) destruyeron todo. Colchón, almohadas, libros, cuadernos, biblias, crucifijos y fotos“, cuenta Rosmit.
“Lo que pasó destruyó a nuestra familia. Sientes rabia y un dolor inmenso. Nuestras vidas cambiaron para siempre“, señala su hija.
5. Corrupción
El hacinamiento y las terribles condiciones en las que se vive en El Helicoide propiciaban la corrupción, refieren los entrevistados.
Visitas conyugales, mudanzas de una celda a otra, ingreso de colchones y pequeñas cocinas eléctricas: las oportunidades para obtener dinero de los detenidos eran múltiples.
Los presos tenían que pagar hasta por el agua. Recolectaban dinero, que le daban a los guardias, para que camiones cisterna surtieran las instalaciones.
Manuel afirma que las transacciones se realizaban sin ningún problema y que los familiares traían dinero y otras cosas al ingresar a El Helicoide.
“Los superiores te llamaban y te decían: ¿Hoy viene la familia Pérez, no le revises las pertenencias’“
Víctor da cuenta de lo que se podía encontrar en algunas celdas: “Televisores, neveras, Play Stations y X-Box. Obviamente, tenían que pagar para que les permitieran tener esas cosas“.
Rosmit también fue testigo de la corrupción en El Helicoide:
“Secuestraban a las personas, las trasladaban a las celdas de castigo y pedían un rescate para liberarlas“
Manuel refiere que, ante la inmensa devaluación de la moneda local, los funcionarios del SEBIN solicitaban pagos en dólares estadounidenses.
Varios detenidos entrevistados para este trabajo lo confirman.
No hay consenso, sin embargo, con respecto a los montos. Algunos afirman que se podían pedir pagos de US$ 50.000 y hasta de US$ 1 millón.
Rosmit recuerda este tipo de casos:
“Tenemos tu orden de excarcerlación. Danos US$ 20.000 y te dejamos ir“
Manuel y Víctor explican que los prisioneros pagaban por ciertas reparaciones, que también beneficiaban a los guardias.
Incluían la instalación de aire acondicionado, el reemplazo de las partes cuando se utilizaban para arreglar las unidades de funcionarios del SEBIN, bombillos y hasta la construcción de un baño.
Víctor cuenta que prefería usar el de los detenidos porque estaba mucho más limpio que el de los guardias.
Desde oficiales de bajo rango que negociaban con cigarrillos hasta los de mayor jerarquía, que cerraban otro tipo de tratos, “todo el que tenía la oportunidad, la tomaba“, asegura Manuel.
6. Condenado
En octubre de 2016, tras pasar dos años y medio en El Helicoide, Rosmit se enfermó.
“El doctor dijo que mi vesícula estaba destruida, que el páncreas estaba infectado y que necesitaba una operación“.
Un juez autorizó el procedimiento y Rosmit fue trasladado a una clínica, pero antes de que la cirugía se realizara, funcionarios del SEBIN lo sacaron a la fuerza del hospital.
Lo llevaron de vuelta a El Helicoide y lo dejaron incomunicado en una celda.
“Es como si tuvieras una enfermedad terminal y alguien te encierra en un cuarto y te dice que nunca saldrás de ahí“
Después de pasar 10 días encerrado, y ante la presión de varios grupos, como Amnistía Internacional, Rosmit fue operado.
Fue liberado en noviembre de 2016 y a los pocos días juramentado como diputado de la Asamblea Nacional.
Empezó entonces a denunciar lo que ocurría en El Helicoide.
7. Exilio
Rosmit nunca se sintió seguro en Venezuela después de su liberación.
En julio de 2017 se fue y se mudó a Francia. Allí recibió asilo en mayo de 2018.
Desde su nuevo hogar sigue los acontecimientos en Venezuela y espera regresar algún día.
“Soy un parlamentario y un defensor de los derechos humanos, y no poder estar en mi país en este momento tan importante, es como estar en prisión“
Manuel y Víctor, los dos funcionarios, los dos funcionarios del SEBIN entrevistados, también se fueron de Venezuela.
En mayo y en julio de 2018 hubo dos motines en la historia de El Helicoide.
Los detenidos organizaron una revuelta denunciando los excesos de los que eran víctimas, exigiendo mejores en sus condiciones de vida y el cumplimiento de las órdenes de excarcelación.
Los funcionarios tomaron el control de las instalaciones al poco tiempo.
Hubo cambios en el interior. Ciertos presos políticos fueron liberados y algunos criminales trasladados a otras prisiones.
Pero El Helicoide sigue siendo un lugar oscuro, arbitrario e intimidante.
Y para Rosmit, todavía es parte de su vida.
“Puedo irme y mudarme a otro continente, pero siempre está presente. Saber que mis amigos están ahí, siendo torturados y maltratados es duro“
“Nunca volví a ser el mismo. Regresas a tu casa, pero sientes que ya no es tu hogar, que ya no eres parte de tu entorno social. Es complicado. El Helicoide fue mi hogar por dos años y medio. Y aunque trate de negarlo, una buena parte de mi sigue ahí“.
BBC Mundo contactó al gobierno venezolano en varias oportunidades para hablar sobre las denuncias acerca de El Helicoide, pero no obtuvo respuesta.
(*) Todas las personas que hablaron con BBC Mundo, lo hicieron en condición de absoluto anonimato porque temen que el gobierno los identifique y tome represalias contra sus familias, así que se usaron seudónimos.
Todas las imágenes fueron diseñadas por BBC Mundo, presionando aquí se puede ver la recreación en 3D.