Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
A mí se me ocurrió una vez la nada ocurrente expresión de gorilofilia para una obsesión de Hugo Chávez por cuanto tirano le pasaba a unos metros de distancia, desde el circense y vampiresco Gadafi, “el Bolívar de Libia”, hasta el decrépito e hiperinflacionario Mugabe, poseedor de la espada del Libertador, pasando por Al Bashir, al que hasta invitó a nuestra acogedora patria aun siendo el único presidente condenado por la CPI por centenares de miles de muertos. Y una interminable seguidilla. No importaba mucho la ideología, ideología es un decir, bastaba que tuvieran o hubiesen tenido alguna camorra con los gringos.
La verdad es que Maduro, que todo le debe al Comandante, no había practicado en exceso esa perversión política, salvo con los cada vez más escasos y anémicos muchachos del barrio latinoamericano. (Me conmovió la foto de Nicolás, Evo y Díaz-Canel, en la toma de AMLO, tan solos, ladillados… Yo te dije, no había que venir. A lo cual hay que sumar el berrinche parlamentario al cual Nicolás no “pudo” llegar). Pero el presidente bolivariano es empeñoso y al parecer ha caído en cuenta de que ya no hay dónde encontrar un puñado de dólares y cómo enfrentar esa andanada de la especie humana que lo apalea diariamente si no consigue algún padrastro a quién venderle el alma. Lo que sí encontró fue un nombre, “diplomacia de paz”. Pero la cosa no marcha muy bien. A diferencia del Eterno, quiso hacer unos cuantos gestos de buen muchacho, a ver si ablandaba algunos corazones en injusta guerra. Y qué mejor que juntarse con Francisco y hacerse un selfie, pero al parecer su santidad le dio un no rotundo, seguramente asesorado por Ugalde y Virtuoso, jesuitas al fin (negativa que, de paso, pareciera indicar que su santidad no es un militante oculto de PSUV). No hay que dejar pasar, con la religión hemos topado, un detallito local que fue la reunión, esta vez exitosa, con un detestable rabino local, oportunista como él solo, que le llevó a un jerarca israelí seguramente extraviado, y culminaron un besamanos intrascendente, salvo que levantó la furia de buena parte de la ya muy escasa comunidad judía nacional. A esta paz anhelada hay que sumarle la bajada de la cabeza ante el FMI, el FMI repito, el Fondo Monetario Internacional, nada menos. O la cancelación con los últimos churupos de algunas deudas para salvar nuestros activos exteriores, a costa del hambre de los conciudadanos.
Hay que buscar por supuesto los peces gordos, en disputa con Trump, lo malo es que ahora son también obesos de monedas y ambiciones, rusos y chinos, tan capitalistas como la gente de Wall Street y andan con una cobradera inescrupulosa. Hay que insistir, pero ni soñar con aquellos maravillosos tiempos de la Guerra Fría cuando Cuba recibía su generosa mesada soviética sin retardos ni malas caras.
Pero, por último, apareció un rudo, de mucho menor calibre, pero justo por eso capaz de interesarse de verdad en nosotros. Ya no en el petróleo, que está en malos tiempos, pero que sí puede ser atraído por nuestros tesoros auríferos y de piedras y metales preciosos: Turquía. Es lo suficientemente déspota como para entendernos, y a esos orientales les encantan las joyas, ¿no es verdad, Tareck? Y decidió visitarnos. V-i-s-i-t-a-r-n-o-s. No es poca cosa, por aquí no pasa casi nadie importante hace años, ni que fuéramos pestosos. Se dicen muchas cosas contradictorias sobre la visita, desde traidora venta de la patria, o al menos lo suficiente para sobrevivir un tiempito después del 10 de enero. A estas alturas no sabemos si es una transacción efímera de espejitos o un nuevo patriarcado imperial o imperioso.
Maduro está en Moscú cuando esto redacto. No tenemos noción de qué va a pasar, salvo que por allí vino un ruso furioso cobrando una enorme cantidad de petróleo que estos creyeron que se les había olvidado. Ya veremos, pero lo cierto es que el gobierno está moviendo su enmohecida y populachera cancillería. ¿Oye, será verdad que al gordo Chaderton ya no lo quieren ni el Vaticano, él, que se supone muy piadoso y catador de buen vino?
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