Comienzo por aclarar que, si bien hay en mi familia paterna una cierta propensión al uso de nombres griegos, no tengo ninguna tía bisabuela ni parienta alguna bautizada con tal nombre a quien cariñosamente llamáramos “la tía Melpi”. El nombre propio, Melpómene, atiende a la musa de la tragedia griega. Es decir, la inspiradora de los escritores que crearon tal género y marcaron la pauta de ese camino literario hasta nuestros días.
En 1992, luego de los sucesos del 4 de febrero, escribí en un artículo que aquel día había comenzado una tragedia aunque engañosamente fuera escrita como sátira por un felón. Resalté en aquellas líneas que aquella madrugada que amanecimos de golpe Melpómene había guiado la mano de un teniente coronel para escribir una pieza teatral que habría de traernos mucha desgracia e incalculable sinsabor.
Hoy, un bojote de años más vieja y con la memoria encallecida, recurro al Diccionario Mitológico Universal (que mi papá tuvo la gentileza de heredarme en vida) para detallarles la descripción que en él consta de Melpómene. Dice así: del griego, significa cantatriz. Musa de la tragedia. Grave matrona, majestuosa, que calza coturno, en una mano sostiene cetros y coronas y con la otra blande un puñal. Le rodean mausoleos, armas y ramas de laurel. Su expresión es arrogante pero patética.
Melpómene ha estado omnipresente desde 1992, siendo lo que es, la musa de la tragedia. Pero siento que ella ha estado particularmente activa en lo que a mi Zulia se refiere. No sé por qué Maduro y Motta Domínguez odian de manera tan insidiosa a un estado que más bien ha sido compasivo y comprensivo con la revolución bonita. Nada explica la saña con la que tratan a los zulianos y en particular a los marabinos. Si es una venganza, no se entiende qué la origina. Pero ahí está, evidente la desgracia, la condena a la oscurana, el arrase de los campos, el abandono de los pozos, la destrucción de las carreteras. Nunca Zulia ha llorado tanto. Y ya no sabe cómo rogarle a la Virgen que desactive a Melpómene. No hay rezo ni gaita que sirva.
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