En el medio del debate sobre la destrucción de Venezuela se cuelan algunos de los que produjeron el caos. Se presentan como expertos tratando de justificar los enormes (y sucios) desaciertos de su gestión cuando estuvieron en diferentes cargos en el régimen, mandando pues. Ahora ponen cara de “yo no fui” y venden todavía más genialidades. Algunos hablan bonito, con muchas palabras rebuscadas y dicen, sin que se les mueva un pelo y sin atisbo de mea culpa, que hubo “desviaciones”. Es de sus vocablos favoritos a la hora de pretender excusar la malversación, la ilegal toma de decisiones, la desviación de fondos, el saqueo del erario, la incompetencia y la negligencia en su gestión. Siempre hay el boleto de echarle la culpa a otro, un otro con quien se sentaron en la misma mesa de gobierno.
Yo los llamo “los ex”. La mayor parte no pasaron a un retiro soñado; simplemente “se dejaron de eso”. Pululan ahora en empresas (en el país o el exterior) creadas a la sombra de los muchos enchufes facilitados durante estos largos años de revolución y ahí están, en altos puestos ejecutivos, ganando mucha plata con paquetes en dólares y presumiendo de saber muy bien cómo se hacen en las cosas; también se les puede ver en la televisión conduciendo programas en horario estelar, o como anclas en emisoras de radio privadas o cómodamente apoltronados en puestos de dirección en periódicos, universidades y centros de pensamiento. A algunos incluso los vemos en comandos de campaña de oposición, luego de haber metido en el closet el bojote de franelas, camisas, corbatas y guayaberas rojas. Y no faltan los que se hicieron de un cargo conspicuo en “organizaciones de la sociedad civil”, donde ahora se desgañitan cono adalides de la defensa de los derechos ciudadanos, esos mismos derechos que hace nada pisoteaban a placer. Qué cosa, ¿no? ¿Han reconocido su responsabilidad y culpa? No, que va. Así como supieron navegar en las pantanosas aguas revolucionarias, ahora lo hacen en espacios de la oposición.
Quizás uno de los mayores restos del debate en la AN sobre el espinoso asunto del antejuicio de mérito a Maduro está en la ausencia de diputados del rojismo. Porque se salvan de tener que dar explicaciones sobre el comportamiento de su jefe. Ha sido altamente conveniente para esos diputados el haberse inventado un espacio fuera de la constitucionalidad. Allí se agazapan y eluden su responsabilidad sobre todo lo que está ocurriendo en Venezuela. Fue para eso para lo que inventaron la Asamblea Constituyente, que no es más que un fortín en el cual guarecerse. Peto no creamos ni por un momento que todos los constituyentes son iguales. La mayor parte son peones de relleno, elementos de decoración. Los que mandan de verdad no pasan de una docena. Manejan todo. La agenda, el dinero, las propuestas, los documentos, las decisiones.
Pasará el debate en la Asamblea Nacional. Hay que apoyar esto peto también hay que tener muy claro que las consecuencias de esto no satisfará expectativas de solución a corto plazo. Porque por muchas decisiones válidas que se tomen, no existe posibilidad alguna que las instituciones que deban proceder en consecuencia lo hagan. Nadie va a ejecutar las decisiones de la AN y el TSJ. Pero esto se convierte en base para decisiones y actuaciones de países y de organismos y tribunales internacionales. El mundo ya no es ni ancho ni ajeno. Y el régimen acumula delitos severos no sólo dentro del marco legal local sino en el amplio espectro de la legalidad mundial.
Al día siguiente de la mamarrachada electoral de mayo, se activarán motores fuera de nuestras fronteras. Veremos un abanico de sanciones que se convertirán en una ristra de vetos. Y actos mucho más severos. En su inmensa pedantería, en Miraflores no entienden lo que se les viene encima. No saben que hay dinámicas incontrolables que tienen que ver con los efectos de las causas y que cuando se desatan no sirve ya ni llamar a María.
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