Publicado en El Nacional
Por: Alberto Arteaga
Un apreciado amigo me ha hecho llegar el texto de un brillante y profundo discurso de Benedicto XVI ante el Parlamento Federal Alemán, del 22 de septiembre de 2011, en el cual el Pontífice emérito formula importantes reflexiones sobre la justicia, el derecho y los políticos.
Esas consideraciones, bien podemos decir, adquieren plena vigencia en la Venezuela convulsionada de hoy.
La alocución del Papa tiene que ver con los fundamentos del Estado liberal de derecho y sus fuentes, que se remiten a la naturaleza y a la razón, con el peso de una tradición que ha marcado toda nuestra historia, con sus raíces en la época precristiana y su desarrollo hasta el reconocimiento de los derechos inviolables e inalienables del hombre, con la convicción de la existencia de un Dios creador.
Pero, en este contexto, Benedicto XVI, en breves líneas, nos plantea, con meridiana claridad y contundencia, diversos compromisos de la sociedad y sus líderes con el derecho, la justicia y los abusos del poder.
Interpelado el rey Salomón –nos dice– sobre una petición que podía formular el día de su entronización, no hizo referencia a riquezas, larga vida o exterminio de sus enemigos. Simplemente, suplicó: “Concede a tu siervo un corazón dócil para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”. De allí, su conclusión terminante sobre el deber fundamental de un político de “servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia”, ya que, de otra manera, se desvirtúa ese valor trascendental y la voluntad de aplicar el derecho; y si desaparece la justicia –recordando a san Agustín– el Estado se convierte en una banda criminal, tal como ocurrió en Alemania, cuando el poder se separó y pisoteó el derecho, justificándose así la resistencia contra el régimen totalitario opresor.
Sin duda, estas referencias del Papa emérito son de suma importancia para el momento que vive Venezuela.
La justicia es una materia pendiente arrastrada en toda nuestra historia, reservándose el poder la posibilidad de manipularla, lo que hizo en el pasado con reservas y lo hace descaradamente en estos tiempos.
La “justicia” en Venezuela es una consigna electoral, una muletilla para los discursos políticos y una promesa incumplida por los que acceden al poder y se instalan en él, quedando en una mera apariencia por el paso de los gobiernos autoritarios que han marcado nuestra historia.
Es necesario luchar por el imperio del derecho y de la justicia, así como denunciar las desviaciones de la mayoría de las últimas leyes o decretos puestos en vigencia, aprobados con la frialdad confesada de instaurar un pretendido régimen socialista. De la misma manera –como lo observa Ratzinger– una vez que se constata que normas vigentes son, a todas luces, injustas, producto de expresiones totalitarias, se impone actuar como lo hicieron los combatientes de la resistencia contra el régimen nazi u otros de signo igual “prestando así un servicio al derecho y a toda la humanidad”.
En definitiva, como único camino a la paz y tarea prioritaria en este momento, es necesario afianzar y luchar por el imperio de la ley, de la justicia y por la efectiva vigencia de los derechos ciudadanos, todo lo cual responde a la afirmación incuestionable del deber de defender la “dignidad inviolable del hombre”.