Publicado en Konzapata
En 1995, el MBR-200 y su líder, el ex teniente coronel Hugo Chávez, decidieron no participar en las elecciones regionales y municipales, llamando a la abstención. Tres años después sí participaron ganando el premio mayor y derrotando al poder de AD o arrastrando a otras como el MAS que llevaban años acumulando fuerzas. A Chávez no lo distrajeron la gobernación de Barinas o la alcaldía de Caracas, lo suyo siempre fue Miraflores y luego el poder total. A veces hay que aprender del adversario.
Hace poco más de 20 años en el seudo clandestino MBR-200 se debatió entre la pertinencia de participar o no en las elecciones presidenciales de 1998. Desde su la salida de la cárcel en 1994, Chávez y su núcleo de seguidores se dedicaron a recorrer el país promoviendo sin éxito su propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
En el camino abominaron de las elecciones por legitimar el sistema de partidos y a las cúpulas podridas, hasta que hace un poco más de 20 años dieron el mismo debate que dio la izquierda que regresaba de la subversión de los años sesenta, el mismo que se dio en la resistencia clandestina y en los partidos políticos perseguidos durante la dictadura militar de Pérez Jiménez, el mismo que dio el grupo fundador de la Acción Democrática (AD) histórica en los años 40:
¿Cómo utilizar las reglas del sistema que se quiere cambiar? ¿Hasta dónde participar es una oportunidad y cuándo comienza a ser un obstáculo?
En una reunión en Valencia, en 1997, en el MBR-200 decidieron ir a las elecciones presidenciales del siguiente año, con Hugo Chávez como candidato, con el argumento expreso de romper el sistema. Esa era la promesa.
Por supuesto Chávez contó con la ventaja de no estar inhabilitado; de poder montar testigos en las mesas electorales pese a que su partido consiguió su registro como MVR en las vísperas del proceso; de contar con todas las ventajas que le brindaron los grupos económicos y medios de comunicación que lo apoyaron; y con todas las libertades de la imperfecta democracia liberal.
El propio sistema democrático acomodó su cuello para hacer más fácil la labor del verdugo.
En 1995, la AD del por entonces todo poderoso Secretario General, el senador Luis Alfaro Ucero, obtuvo un claro triunfo al conquistar 12 gobernaciones de estado y las alcaldías de Caracas y Maracaibo, las dos ciudades más importantes del país. “El Caudillo” estimó entonces que esa acumulación de fuerzas sería necesaria para llevarlo derecho al Palacio de Miraflores.
Por su parte, el Movimiento al Socialismo (MAS) recogía los frutos de su política de regionalización, conservando y ampliando cargos de elección regional en estados como Lara, Aragua, Portuguesa y Sucre.
Sin embargo, ninguno de estos dos partidos pudo capitalizar los deseos de cambio de los venezolanos en 1998. Eso lo hizo un Chávez que tenía un solo y claro objetivo entre ceja y ceja.
Ese objetivo siempre fue el Palacio de Miraflores. De hecho sólo fue candidato a un cargo en toda su vida: Presidente de la República. El poder completo. En esto nunca se anduvo con rodeos, lo dijo abiertamente y así consta en casi todos los documentos políticos de su grupo. Ganar las gobernaciones y alcaldías, si bien importante, era lo secundario. No lo distrajeron la gobernación de Barinas o la alcaldía de Caracas.
Desde entonces con excepción de las elecciones regionales y municipales de 2008, en la estrategia chavista ganar estas plazas es un propósito secundario derivado de su gran juego nacional por conservar y ampliar el poder. Mientras, la Oposición ha hecho (tal vez con ingenuidad) exactamente lo contrario.
Sí, es cierto que esto ha sido a costa de destruir la institucionalidad y el sentido mismo de la descentralización política y administrativa; de edificar un sistema en el cual los venezolanos no eligen sino votan; donde antes era suficiente que el comandante-presidente le levantara la mano a algún desconocido candidato para hacerlo gobernador o alcalde de alguna entidad donde nunca había vivido, ahora es con la ayuda de los CLAP, de las inhabilitaciones y de las reubicaciones masivas de centros electorales.
También es cierto que destruir la economía privada nacional, por medio de las nacionalizaciones, las expropiaciones y el control de cambio ha sido parte de la misma gran estrategia.
Pero el punto aquí es que Chávez fue directo a la yugular. Cuando le fue útil llamar a la abstención lo hizo y cuando le convino llamar a votar, también lo hizo. Muchas veces hay que aprender del adversario.