El populismo no es una ideología, sino una estrategia para alcanzar y retener el poder- Moisés Naím

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Por: Moisés Naím

 

Moisés Naím (1952) es uno de los más destacados analistas de la economía y la política internacionales. Miembro del ‘think tank’ estadounidense Carnegie Endowment for International Peace, dirigió durante 14 años la prestigiosa revista ‘Foreign Policy’. Previamente, ostentó cargos públicos en su país –fue ministro de Fomento de Venezuela y ejerció de director del Banco Central– antes de que el chavismo llegase al poder. Ahora presenta y dirige su propio programa de televisión ‘Efecto Naím’, y sus columnas sobre la realidad mundial dan la vuelta al planeta. Tras reunirnos telemáticamente con él a inicios de la pandemia, le hacemos llegar nuestras preguntas sobre un nuevo contexto internacional que parece cambiar a marchas forzadas.

 

Cuando le entrevistamos la última vez, la agenda global estaba marcada con una única preocupación: la pandemia. Ahora, en un proceso ya de reconstrucción, de repensar el mundo, ¿cómo vislumbra 2022? ¿Cuáles son las principales tendencias globales que guiarán el mundo en el nuevo año?

La pandemia, la incertidumbre económica, la política ultrapolarizada, el populismo y la lucha contra la desigualdad seguirán marcando la agenda global. Sin embargo, a estos desafíos se le sumarán nuevas problemáticas, como la inflación derivada de la crisis sanitaria, la exacerbación de los conflictos entre Estados Unidos, China y Rusia y el lanzamiento de más vacunas para hacer frente a las nuevas variantes del virus, que se incrementarán.

Usted ha analizado la naturaleza y los cambios del poder. ¿Cómo está afectando la crisis actual a las formas de poder?

Hay potentes fuerzas sociales, económicas, tecnológicas, políticas, demográficas e internacionales que han estado fragmentando y debilitando el poder de quienes lo tienen. Estas fuerzas centrífugas que socavan el poder coexisten y chocan con las fuerzas centrípetas que concentran el poder.

En los últimos meses, algunos representantes políticos parecen haber estado atizando el fuego de la polarización. ¿Cómo cree que puede afectar esa división social a la democracia?

Por un lado, existe una polarización democrática que respeta a quienes piensan distinto y, por otro, una polarización excluyente en la que, una (o ambas) partes ni siquiera le reconocen al adversario el derecho a existir. La polarización entre grupos que representan distintas ideologías, identidades, intereses, regiones o religiones puede ser muy democrática, pero también excesivamente sectaria. Basta ver cómo en los últimos tiempos, la polarización ha pasado a formar parte del arsenal de los políticos para obtener la mayor influencia posible.

Lejos de frenarse, los populismos siguen contagiándose por todo el mundo. ¿Qué alimenta todavía esos movimientos?

El intento de llegar al poder o el de mantenerlo. Con frecuencia se piensa que el populismo es una ideología, pero no lo es: es una estrategia para ganar apoyos y alcanzar y retener el poder. Así, hay políticos que destacan por su talento para aprovecharse de las fisuras y divisiones en la sociedad y usarlas de base para asaltar el poder o para afincar y cimentar el poder que ya tienen. «Divide y vencerás» es una vieja táctica que ahora se ha potenciado gracias a la globalización y a la influencia que permiten las redes sociales.

Donald Trump ha anunciado que sopesa presentarse a las elecciones de 2024. ¿Qué condiciones se tienen que dar para que vuelva al despacho oval?

No hay duda de que Trump va a hacer todo lo que esté a su alcance para ser el candidato del Partido Republicano y, de nuevo, el presidente de Estados Unidos. Si no lo logra, dedicará todos sus recursos a deslegitimar el proceso electoral y a cuestionar el resultado de las elecciones. No obstante, esto tendrá lugar al mismo tiempo que se ponen en marcha múltiples investigaciones judiciales sobre las posibles acciones ilegales cometidas por Trump o por sus empresas.

«Estados Unidos y China están destinados a competir. Pero lo que debería ser igualmente obvio es que también están destinados a colaborar», apuntaba recientemente en un artículo. ¿En qué estado se encuentran las relaciones entre ambas superpotencias y en qué ámbitos cree que están destinadas a entenderse?

Las relaciones entre Estados Unidos y China están pasando un mal periodo. La tirantez y la conflictividad entre las dos superpotencias impide que colaboren para hacer frente a amenazas urgentes para ellas y para el resto del mundo. La respuesta al calentamiento global es un ejemplo de cómo coexisten con dificultad y con fricciones, pero hay más, como la estabilidad financiera internacional, la regulación del uso de tecnologías como CRISPR –que permiten la edición genética– o la lucha contra la proliferación nuclear.

En estos momentos, Europa tiene la vista puesta en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, donde se ha desatado una grave crisis migratoria que ha llevado a Polonia a anunciar la creación de un muro. ¿Cómo cree que está respondiendo Europa ante este problema que lleva lastrando años?

Creo que no se trata de un problema que concierne solo a Europa: la migración masiva y descontrolada es un dificilísimo reto que también afecta a las Américas, a Asia, a África y a Oceanía. No hay recetas simples ni soluciones instantáneas. Lo que sí existe es un consenso sobre que hay que atacar las causas que provocan que la gente decida abandonar su país. Además, al conflicto armado, a la inseguridad personal y a la supervivencia económica ahora hay que añadirle las migraciones causadas por las catástrofes naturales que, debido al cambio climático, están aumentando en frecuencia e intensidad. Hoy en día, en el mundo hay más refugiados derivados de los efectos climáticos que de las guerras. Por eso, el cambio climático es uno de los problemas más peligrosos a lo que nos enfrentamos y los países deben afrontarlo trabajando de manera coordinada.

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