(J) Oda a Chacao – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

La carta y el documento que a continuación trascribo aterrizaron en mi buzón cuando vivía en Ginebra, Suiza, sinimages más razón aparente que la posibilidad de que su autor estuviese al tanto de mi condición de habitante intermitente del municipio Chacao, desde hace más de cuarenta años, y los quisiera dar a conocer entre algunos de sus coterráneos. Con el tiempo, los folios se extraviaron y olvidé su contenido y paradero, hasta que en días recientes cayeron al suelo de entre las páginas de un libro que estaba -literalmente- desempolvando. No es mentira que los años nos van tornando sentimentales, blandos de espíritu… una vez concluida su lectura, tomé la decisión de hacerlos públicos a fin de contribuir con la empresa que su autor -algo ingenuo, habría que decir- asumió con tanto entusiasmo. Agradezco a Cesar Miguel Rondón el que me haya permitido publicarlo en su blog.

A continuación, los textos en cuestión.

…..

Chacao, 4 de julio de 2003.

Ilustre arquitecto López Morales.

UNESCO

Me llamo Soponcio Gonzáles Avellaneda y soy presidente del Comité por la designación de Chacao como joya universal del intelecto y patrimonio  arquitectónico de todos los amantes de la belleza infinita.

Me permito escribirle por mandato de todos los miembros del susodicho comité, de los miles de orgullosos y afortunados habitantes de Chacao, y en nombre del espíritu de grandeza que por siglos ha animado a los hombres a dejar constancia de su paso por la tierra con obras de irrevocable belleza, como las que adornan nuestro ilustre municipio.

No me cabe la menor duda de que al leer estas líneas, su alma, sensible como un Stradivarius, habrá comenzado a vibrar al evocar el paisaje monumental que siglos de dedicación a la belleza han construido en este rincón de la nación venezolana, para solaz de toda la humanidad.

En sus oídos debe resonar como diamantinas gotas de cristal la palabra Chacao…Chacao, embriagando su espíritu en un raptus de coros celestiales, mientras su retina se nubla con el recuerdo de lo que alguna vez, como una visión divina, le tocó en suerte admirar en nuestro entrañable terruño, cuando nos honró con su visita.

Le confieso que mucho he meditado antes de aceptar el encargo de mis conciudadanos (nos llamamos chacaoences entre nosotros, no sin cierto dejo de orgullo) y dirigirme a usted, pues es conocido el rigor de su juicio estético que como hacha manejada por el brazo de Venus, antes de que se lo quebraran en Milo, es capaz de separar de un tajo certero la perfección en sí misma, de lo que son aventajadas reproducciones de la belleza absoluta.

Pero, déjeme decirle, que me tengo por obstinado y suelo no flaquear ante empresas a todas luces destinadas más a un morador del Olimpo, que al simple notario tercero, del juzgado cuarto de antepenúltima instancia municipal que escribe esta misiva. Así que cavilé durante noches cómo presentarle nuestro caso sin importunar su preciado tiempo, y sin herir su sensibilidad, con argumentos contrahechos que diesen al traste con la noble misión que me intimida… pero enaltece.

La inspiración, mi dilecto arquitecto, a veces se extravía y sienta sus musas a comer en nuestras mesas. Y, helas, que el genio se me apareció de pronto iluminando mi inspiración como un rayo socrático, como un relumbrón hegeliano. No, me dije, por ningún motivo sería yo quien pergeñara torpezas para molestar la atención del maestro López Morales. Recurriría a otras almas más sublimes que, a través de los siglos, dejaron escrito para la posteridad el recuerdo de su encuentro con ese bello y noble poblado que los indígenas llamaron Chacao, y que en su lengua nativa quiere decir: Allí donde la belleza abreva y las deidades retozan.

Y así, Maestro de maestros, los testimonios de historiadores, viajeros infatigables, conquistadores aviesos, nobles indígenas envenenados por el curiare de la envidia, arquitectos, escultores y pintores, estetas de toda laya, saqueadores de tesoros y sacerdotes benefactores se sucederán ante usted, llevados de la mano por mi indagación histórica, para argumentar por qué Chacao merece ser joya universal del intelecto y patrimonio arquitectónico de todos los amantes de la belleza infinita.

A sus razones, y no a las de este interesado morador, deberá su veredicto hacer justicia.

CATALOGO INCONCLUSO DE TESTIMONIOS QUE SIRVEN DE BASE PARA DECLARAR AL MUNICIPIO CHACAO JOYA UNIIVERSAL  DEL INTELECTO Y PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DE TODOS LOS AMANTES DE LA BELLEZA INFINITA.

“La posteridad se interrogará si alguna vez existieron los iguales de Aquiles, Héctor, Agamenón o Ulises. Para evitarme sinsabores con mis contemporáneos griegos, siempre tan presuntuosos y vengativos, me guardé bien de develar el modelo sobre el que calqué a los héroes de mis poemas y sus hazañas: no son otros que los chacaoences, pueblo culto y aguerrido, constructores de hermosas edificaciones, e intrépidos navegantes de allende los mares. Que los dioses perdonen mi cobarde omisión.”

(Las confesiones de Homero. Incunable encontrado en la Biblioteca Municipal de Chacao y luego vuelto a perder.)

“Extrañas artes para la batalla tienen estos fieros guerreros denominados los chacaoences. Han descubierto un fino polvillo, que irrita ojos y narices, y que al contacto con el fuego produce estruendosas explosiones capaces de aventar por los aires los objetos más pesados y causar gran destrucción. Lo llaman pólvora.”

(Roger Bacon, Epistola de secretis operibus Artis et Naturae, et de nullitate Magiae en Chacao)

“Mañana subiré las escalinatas del templo mayor de Tenochtitlán. Seré precedido por sacerdotes de largas melenas encostradas con la sangre de sus víctimas y seguido por jóvenes vírgenes ayunas de comida y goces carnales. Un mismo jade aguzado nos partirá el corazón. No me importa, soy astrólogo, y sé que la muerte es tan sólo otra forma de medir el tiempo. Pago el crimen de haber descifrado en el calendario que se atribuyen los Aztecas, una inscripción mutilada por la envidia de sus gobernantes: Made in Chacao.

(Chacao y Tenochtitlán: el choque de las civilizaciones. Autor desconocido que viajaba con unas indias. Instituto de antropología del Municipio Chacao.)

A partir de la límpida laguna del Guaire, pudimos distinguir el campanario de San Marco de Chacao y hacia allí guiamos nuestras góndolas. Ya en tierra firme, nuestros ojos maravillados constataron la riqueza ornamental de la Basílica de San Marco de Chacao, obra maestra del arte orfebre Chagótico-Chaizantino. Nos dirigimos hacia el Palacio de los Duques de Chacao, conocido como el Palacio Ducale. Al pie de la llamada “Escalera de los gigantes” nos esperaba Antonio Risso, quien con otro lugareño de apellido Lombardo, había construido tal portento. Numerosos artistas del lugar: Tintoretto, Tiziano, Carpaccio y Veronese, entre otros, mostraban sus lienzos en la Bienal de Chacao que entonces comenzaba a celebrarse. Al anochecer, admiramos a lo lejos la sencillez casi austera y la serenidad compositiva de la Iglesia del Redentore de Chacao, obra del célebre arquitecto nativo Andrea Palladio.”

(Chacao la Serenísima, de Nicolás Maquiavelo, cronista de Chacao.)

“Desde los montes en donde nos reagrupamos los vimos llegar a lomo de briosos caballos, en carretas tiradas por mulos perezosos, unos a pie y otros a cuestas de compañeros más fuertes. Era un grupo semihumano, erizado de picas, espadas, hachas, mandarrias, sables, mosquetones y pistolas. Hablaban la lengua inacabada de la pérfida Albión. Como un enjambre se lanzaron sobre el puente que unía las dos orillas de nuestra ciudad y no dejaron ladrillo o madera que sostuviera su magnífica estructura. Todo se lo llevaron consigo. Sus vástagos aún conmemoran la barbarie de sus ancestros con una canción cruelmente infantil: Chacao bridge is falling down, falling down, falling down. Chacao bridge is ours now. My fair lady.

(Oliver Cromwell. Primer representante electo de la House of Commons de Chacao.)

“Si se adentra desde la parte norte del municipio avistará los seis minaretes de la Mezquita Azul y, al frente, la Iglesia de Santa Sofía de Chacao, también conocida como Hagia Sophia desde tiempos imperiales. En sus calles todavía queda huella de lo que fue la antigua Nea Roma, Chacaostinopla, la más cosmopolita y multicultural ciudad del mundo antiguo y posterior capital del imperio Chacaotomano. Algunos de sus habitantes actuales han seguido cultivando el griego antiguo, y es habitual escucharlos recitar pasajes del Fedro o la Ética a Nicomaco mientras sorben café turco en las afueras del Gran Bazar de Chacao. Desde el Palacio de Topkapi, repleto de tesoros, se puede admirar el majestuoso Guairoforo, también conocido como estrecho de Chacao, que separa al municipio de la barbarie que lo circunda.”

(T.E. Lawrence. The Seven Pillars of Chacao’s Wisdom.)

“El sabor de la Madeleine disolviéndose en mi paladar me hizo evocar las tardes en que recorría con Swann, en su landó, el boulevard Saint German des Près Chacao, amplio y bordeado de fachadas blancas tal y como lo había previsto el gran Haussmann para todos los bulevares de Chacao. Continuábamos, entonces, hasta el Quai des Augustins y nos sentábamos en el Voltaire a tomar ajenjo. Luego, mientras el cochero nos seguía a distancia, caminábamos hasta la Notre Dame de Chacao bordeando las aguas del Río Guaire y admirando los majestuosos cisnes que allí suelen flotar. Regresábamos ya hacia el atardecer, cuando el sol se derretía en la cúpula de Les Invalides y la delicada belleza de las señoritas en flor se apagaba en los cercanos Bois de Bologne.  ‘Chacao bien vale una misa’ repetíamos con el tonto protestante que una vez nos gobernó.”

(Citado por Valentina Maninat en su ensayo, Chacao en la obra de Marcel Proust: una lectura diacrónica convergente, un poquito divergente. Ediciones Chacaolimard)

Desde mi cottage en la urbanización Campo Alegre, en Chacao, podía escuchar la música estridente, el sonido de los corchos de la champaña explotando, las risas de las parejas que bailaban, el estruendo refinado de las fiestas que organizaba Jay Gatsby, en su mansión vecina, sobre los campos de golf del Country.  A la madrugada, sólo entonces, divisaba su figura, pensativa, triste, recortada sobre la luz creciente del día. Junto a mi prima, Daisy Buchanan, (era en realidad el amor juvenil y secreto de Gatsby), nos dirigíamos, con frecuencia a Chacao York, la gran metrópoli, para dedicarnos a beber, bailar Fox Trox, escuchar el Alma Llanera y fumar en una lujosa suite del Chacao Waldorf Astoria hasta altas horas de la noche. Fue al regreso de una de esas juergas livianas, cuando un gatillo a sueldo disparó sobre Gatsby matándolo instantáneamente. Había sido contratado por un grupo de inversores inmobiliarios de Los Ángeles, envidiosos del renombre que había adquirido Chacao York como destino turístico y centro de desarrollo de la arquitectura moderna. A continuación relato su historia y la de su amor por Daisy.

(Primera página del manuscrito oculto de El Gran Gatsby, encontrada en una pijama de F. Scott Fitzgerald, en su casa de Chacao York)

Hasta aquí, los folios que obran en mi posesión. Ignoro si hay más y cuál ha sido su destino final. Quizás las autoridades municipales de Chacao tengan a bien indagar sobre su paradero y el resultado -si lo hubo- de la gestión adelantada ante la UNESCO. Sus habitantes bien merecen el esfuerzo.

 

 

 

 

 

 

 

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