Por: Luis Vicente León
Dejaría a la oposición demolida, frustrada y dividida y fortalecería al chavismo a corto plazo.
Hemos analizado antes los escenarios alrededor de un potencial triunfo opositor en las elecciones parlamentarias. Por un lado, la percepción de crisis es masiva con un 84% de la población percibiendo una situación negativa. Es cierto que no todos quienes perciben la crisis culpan al Presidente, pero quienes sí lo hacen crece substancialmente y, en adición, existe una relación inversa histórica entre la percepción de crisis y la popularidad presidencial, por lo que no es una sorpresa que Maduro haya perdido casi treinta puntos en menos de dos años, una tendencia que también presenta la mayoría de los indicadores económicos del país. Y si avanzamos en eso de las estadísticas, podemos demostrar la correlación que existe entre la popularidad presidencial y los resultados de cualquiera de los eventos electorales. La evidencia indica que en ningún evento previo el partido de gobierno ha sacado más de 4 puntos por encima o por debajo de la evaluación presidencial, de manera que si fuéramos a usar el pasado como predictor del futuro, el chavismo hoy no sacaría más de 30% de los votos totales, en una elección con participación tradicional y sin sesgos de abstención inducida. Si consideramos además que la crisis tiende a empeorar, es difícil imaginarse cómo el Gobierno recupera conexiones, incluso usando desviaciones políticas para maquillar la crisis o el populismo para cautivar las masas.
Esto explica por qué el primer escenario es el triunfo opositor. Pero con el perdón de los linealpensantes, no puedo dejar de plantear el escenario alternativo. ¿Y qué pasa si el chavismo gana?
Hay dos formas de que eso ocurra. La primera no se refiere a un triunfo electoral, sino a la posibilidad de que el Gobierno maniobre para evadir una elección en la que se sienta perdido. Culpando a un tercero, busca una excusa para que la elección no ocurra y que contra toda lógica constitucional, el TSJ lo valide. Este es un escenario difícil y peligroso para un gobierno comprometido en popularidad, con una población cada vez más sensible y con una comunidad internacional que tiene en la mira esa elección, incluyendo sus propios aliados. Dudo que sea fácil, pero si lo hace y no pasa nada, como ha ocurrido en otros casos, el control político del chavismo será total y no importa el nivel de popularidad que tenga. Estaremos en la dimensión desconocida.
La segunda posibilidad es que se mezclen dos eventos: una acción estratégica exitosa del Gobierno con un error de la oposición. Este escenario se produciría si, habiendo elecciones, el Gobierno logra que la oposición caiga en su estrategia de tres patas: abstención por desconfianza, división interna y, finalmente, provocación exitosa de los radicales opositores por parte del Gobierno, maltratando a sus símbolos con acciones que van desde vejámenes a los presos políticos hasta inhabilitaciones de última hora contra algunos candidatos del ala dura en la lista unitaria aprobada, lo que podría producir desde acciones violentas de calle, que el Gobierno aproveche como excusa a su favor, hasta divisiones opositoras, donde algunos grupos retarán la validez de una elección donde el Gobierno decide quien puede y quien no ser candidato. La tontería sería dejarse llevar por esa vía y hacer exactamente lo que el Gobierno busca: perder su mayoría al no permitir que se muestre en las mesas de votación. El resultado de un triunfo chavista en las parlamentarias dejaría a la oposición demolida, frustrada y dividida y la tendencia sería al fortalecimiento del chavismo a corto plazo. Nada es permanente y todo se puede resolver a futuro, pero el corto plazo sería muy, pero muy, malo para la oposición.
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La obligación es participar y no caer en el juego del gobierno , todo tipo de acto electoral se define participando