A menos que se tomen medidas serias, la hiperinflación nos va a comer vivos, nos va a moler incluso hasta los huesos. Los venezolanos no tenemos ni la menor idea de cómo lidiar con esta terrible enfermedad de la economía de la cual, por cierto, se salvan con un poco de suerte precisamente los que tuvieron la previsión de convertir en moneda extranjera sus haberes y los que, bajo el cobijo de este régimen, se hicieron de capitales robados a los venezolanos. Es decir, el régimen, con sus políticas absoluta y convenientemente erradas, beneficia a quienes más tienen y destruye a las capas más débiles de la población. La clase media se ha empobrecido. Los saqueos promediados y procesos de forzar a los comerciantes a tumbar los precios es una ejecutoria de una táctica que nada soluciona y mucho agrava la situación. La reposición de inventarios será un imposible. La vandalizacion genera, además, costos brutales en materia de reparación de daños causados sobre la infrastestructura de los locales. Los pocos comerciantes que cuenten con seguros verán con angustia cómo esas garantías no existen o son insuficientes para cubrir los siniestros y mucho menos para paliar el lucro cesante. Y todo para nada. Porque saquear un mercado supone matar el hambre por horas o días, tal vez. El ser humano tiene la (mala) costumbre de tener que comer todos los días. La alimentación es una necesidad primaria. Un cuerpo que no recibe nutrientes va apagando funciones hasta que finalmente fallece. Entonces, este régimen pasará a la historia como el que mató de hambre a la población.
Tres millones de ciudadanos se han ido del país. Si bien la diáspora transversaliza ya las clases socioeconómicas, buena parte de los que han emigrado son hombres y mujeres profesionales y técnicos entre los 30 y los 50 años, a saber, gente indispensable para la productividad del país y, para completar, contribuyentes al fisco, con lo cual su mudanza a otros países supone merma grave en la capacidad operativa del país.
El presidente Maduro se apresta a presentar su memoria y cuenta correspondiente al ejercicio de 2017. Violando el expreso mandato constitucional, lo hará ante la Constituyente y no por ante la Asamblea Nacional Legislativa. Una payasada más en la que de seguro hasta los aplausos serán programados. Y en la Constituyente nadie levanta su voz, ni siquiera para una tímida pregunta, so pena de caer en las fauces de la nueva fiera del régimen, el inefable Saab. Ninguno de los augustos constituyentes va a expresar la más mínima crítica cuando en esa memoria no se dé cuenta de los impresionantes montos desfalcados a la nación, o cuestionará las cifras de desempleo, hiperinflación, destrucción de la industria petrolera, caos social que se muestra de bulto. Ninguno se pondrá de pie para reclamar la crisis del sistema de salud. Ninguno protestará por los millones que consumen tan pocos alimentos que se encuentran ya famélicos mientras la mayoría de esos constituyentes está al borde de una obesidad protuberante e insolente.
¿Habrá elecciones presidenciales este año? En Venezuela no se puede dar por seguro nada y menos lo que establece la constitución. En horas comenzará la reunión en Dominicana. En ella hay que llegar a acuerdos mínimos para desatar algunos de los muchos nudos que tienen asfixiado al país. Ya no es cuestión de ceder. Es más bien asunto de entender unos y otros que la situación es gravísima. Enrostrarse culpas no es más que un ejercicio fútil cuando Venezuela está muriendo.
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