Por: Fausto Masó
Los venezolanos reconocen que este gobierno como el de Chávez nos lleva a la ruina, anhelan una salida a una situación insoportable y al final apoyarían hasta la intervención militar, el alzamiento, o la conmoción social, aunque no lo confiesen en una encuesta. Esta postura explicable pero equivocada la provoca deliberadamente el mismo gobierno con su discurso: Chávez en especial era un maestro en dividir y desestabilizar a la oposición, llevarla al suicidio. Reaccionar ciegamente ha llevado a la oposición a derrotas sucesivas y hace que algunos le hagan a los dirigentes de la MUD ataques canallescos, amparados en el anonimato de las redes sociales: tiran la piedra y esconden la mano desde la comodidad de Miami, mientras niegan la realidad: nunca han creído que el chavismo haya sido mayoría en muchas elecciones, porque confunden el círculo de personas que lo rodean con la opinión internacional y nacional.
Ayer, a Chávez le entregaron las asambleas y las gobernaciones, cuando se dijo que votar era un escándalo con un CNE controlado por el chavismo, se defendió a unos militares que ocupaban la plaza Altamira, se apoyó una huelga general suicida. La desesperación es mala consejera y la indignación promueve la peor política, igual que creer en soluciones mágicas, pensar que cerrar todos los caminos electorales, declararse en rebeldía, provocará la caída de Maduro, cuando lo probable es que lo fortalezca y haga que los chavistas se unan, aunque representen solo que una minoría armada.
No todos los venezolanos rechazan a este gobierno y hasta hace poco una mayoría respaldaba al difunto Chávez, lo que ya no sucede con Nicolás Maduro. Es una tontería permitirle que se coloque como defensor de las instituciones, y situar a la oposición en el terreno del golpismo. Una intervención militar no se precipita porque se pida, al contrario: en la actualidad nos dirigimos a la descomposición del chavismo y del gobierno.
No haber asistido al diálogo hubiera legitimado a Nicolás Maduro internacionalmente, los países han seguido en guerra civil mientras conversaban las partes en conflicto. El diálogo divide a los chavistas como lo escriben en la web, los coloca en el dilema de reconocer de hecho a las empresas capitalistas y al fracaso de las estatizaciones.
La meta es reducir el apoyo al chavismo a la mínima expresión, volver a la oposición una franca mayoría incluso en las zonas populares, lo que ya comienza a ocurrir. A los que no les gusta la MUD debieran proponer otro tipo de unidad, con tal que esté dispuesto a respetar esta nueva organización, a no dedicarse a socavarla como ha ocurrido con la MUD, cuya actuación electoral ha sido exitosa y cuyos dirigentes son personas decentes, por decir lo menos.
En Venezuela rechazamos analizar el pasado, se nos pide solo mirar hacia el futuro, sin sacar conclusiones de lo ocurrido recientemente y por eso se repiten las equivocaciones como ahora que se utilizan los mismos argumentos que llevaron a la abstención.
Hay que discutir en voz alta los errores de estos 15 años que consolidaron a Chávez y pudieran salvar a Maduro. Para triunfar se requiere una unidad de hierro. Hoy válidamente la oposición combate en la calle y en el diálogo, en una lucha que requiere paciencia y sobretodo unidad, pero falta tanto una como la otra porque la conducta oficial despierta en el país ganas de salir a la calle para acabar de una vez con el socialismo del siglo XXI, olvidando que no solo se trata de reemplazar a un régimen sino de establecer una democracia que respalde 90% de los venezolanos, un gobierno estable que tome medidas económicas que serán impopulares como la liberación del control de precios y de cambios.
Unidad si, pero la unidad no implica aceptar la infiltración de Falcon o el colaboracionismo de Radonski. La unidad no es aceptar a Radonski como candidato eterno de la oposición.