Un micrófono – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

(A  César Miguel Rondón y la gente de radio como él)Jean Maninat

 

¿A qué hora se despierta una ciudad? ¿Cuándo empieza a calentar los motores esa incomprensible amalgama de acertijos, de sorpresas, de hechos ya ocurridos que insisten en regresar, de gasolina, aceite y pavimento, de tráfico automotor, de gente somnolienta que apenas discierne si es ayer o es hoy?

Al mismo tiempo que entran los primeros bollos de harina al horno de las panaderías, alguien ordena el universo de una mesa de trabajo: bolígrafos baratos, marcadores repletos de tinta seca, cuadernos de notas, una tijera extraviada, los periódicos del día apilados según un orden incomprensible para ojos extraños. Como cíclopes suspicaces las pantallas de las portátiles encendidas casi no espabilan y un aroma a café recién quemado burla los tabiques de aislamiento acústico y se mezcla con el aire refrigerado de la pequeña estación espacial anclada en tierra. En el medio de la cabina, sobre la mesa de mando, prendido a un mecanismo de varas y resortes, espera flotando en el aire un micrófono para relatar los hechos que animan el pulso extraordinario de lo cotidiano.

 Un paseo somero -y siempre útil- por Google nos indicará que fue un tal Wheatstone quien por primera vez utilizó la palabra “micrófono” uniendo los vocablos griegos “micro” (pequeño) y “phon” (sonido) para describir un dispositivo acústico diseñado para amplificar sonidos débiles. Luego una cascada de apellidos anglosajones, germánicos, japoneses y escandinavos se encargarían de introducir mejoras a uno de los instrumentos más potentes que han tenido los autoritarismos y las democracias en su batalla -siempre inconclusa- para someter o liberar a las sociedades contemporáneas.

 Mientras en Berlín, un mediocre  aficionado  a la pintura provisto de un micrófono, Hitler, subyugaba con su verbo soez y delirante a una de las naciones más cultas y refinadas de Europa; en la bruma de Londres un derrotado general francés, de Gaulle, se dirigía a sus compatriotas ante un micrófono de estación de radio para alentarlos a resistir la invasión de otra de las naciones  más cultas y refinadas de Europa: la suya. Sin ir tan lejos en la historia y la geografía, en Venezuela, por quince largos años, los representantes del Socialismo del siglo XXI han utilizado el micrófono como un sustituto ideológico a la responsabilidad de gobernar para crear prosperidad y armonía para todos por igual; otros han utilizado el mismo instrumento, un micrófono, para mantener los espacios de libertad, para resguardar el derecho a pensar y actuar diferente a pesar de las presiones. Para respirar y vivir un poco así sea en medio de tanta calamidad inducida.

 Por 25 años César Miguel Rondón ha conducido diariamente su programa matutino en el Circuito Éxitos. Se ha levantado todo ese tiempo con ánimo de monje medieval en las penumbras de la hora Laudes, para comenzar a ejercer su oficio en la hora Prima cuando apenas despunta el sol y la ciudad recién despierta empieza a desplazarse. Por su voz y su micrófono han transitado los sucesos, las noticias internacionales, los titulares de las primeras páginas de la prensa escrita, las entrevistas y la música que anima su torrente sanguíneo y comparte para alegría de sus oyentes.

 Le ha tocado desmenuzar el país día a día cuando los demás apenas comenzamos a despabilar, encajar temprano los sapos desvelados e insistentes de una realidad que no cesa en degradarse, zambullirse en el cauce inhóspito de un país que con la brújula chueca marcha a la deriva. Y todo lo ha hecho con sobriedad y contundencia.

Gracias César Miguel por estos 25 años de amable y valiente entrega al periodismo y la libertad. Y vaya por tu intermedio, “…un abrazo emocionado, ¡Qué más da! Emocionado” al decir de Vallejo, a toda la gente que, como tú, intenta hacer una radio independiente en Venezuela, a pesar de los pesares.

 

@jeanmaninat

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1 comment

  1. Excelente nota y más aún cuando se le hace honor a quien honor merece. Por su claridad, sinceridad, honestidad y fabulosa diccion, es un bálsamo y un picante, la vez, para nuestros oídos matutinos. Permita Dios que pueda seguir orientandonos dentro de esta absurda censura o “hegemonía comunicacional”.

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