Por: Ismael Pérez Vigil
Atravesamos, como oposición democrática, un mal momento. Hay un ambiente pesado y oscuro, un letargo incomprensible para la muy crítica realidad que estamos viviendo; caminamos un terreno sinuoso y movedizo. Todo está plagado de disputas y críticas acerbas, destructivas, sin opciones o con opciones confusas, sin mensajes ni propuestas. En estos momentos se impone la reflexión y reafirmación de las convicciones, que ─sin ánimo de sentar cátedra─ sienten bases, nos abran la mente y propicien la discusión que nos ayude a salir del marasmo.
Desde que escribo sobre temas políticos frecuentemente lo hago sobre tres convicciones fundamentales:
– Primero la importancia de los partidos políticos; sin partidos políticos no hay democracia, sin partidos políticos no hay estado de derecho ni libertades políticas, sin partidos políticos no hay estado moderno ni estructuras ciudadanas para acceder al poder.
Los partidos políticos son la base de la democracia y el estado; y cuando el régimen de Chávez Frías comenzó a eliminarlos en 1999, a restringirlos, a quitarle potestades y financiamiento, hasta eliminarlos de forma definitiva de la Constitución Nacional, estaba simplemente diciendo cuál era el rumbo que quería tomar de estado totalitario, hoy devenido en dictadura, que recientemente termino de inhabilitar a la mayoría de ellos.
Por supuesto, no se trata de dar un cheque en blanco a los partidos políticos; estos tienen que ser democráticos, sus autoridades electas por la base y renovarse permanente y constantemente; no es saludable, ni tolerable, que pasen generaciones de militantes y líderes y continúen las mismas autoridades partidistas, sin variar, sin renovarse. Los partidos, además, tienen que tener un programa, un plan, conocido y difundido o alguna concepción teórica, que los conduzca, los guíe e inspire a tomar el poder para implantar ese plan para bien de toda la sociedad.
– La segunda convicción es la unidad. La unidad no es un fin en sí mismo, es una vía de acción, una estrategia o una táctica, pero en este momento es condición imprescindible y necesaria para salir de este oprobioso régimen.
Por supuesto me refiero a la unidad de los que creemos en la democracia como eje fundamental para el desarrollo de la vida cívica. Todos quienes tengamos esta convicción debemos dejar de lado nuestras diferencias, para lograr constituir una fuerza mayoritaria capaz de llevar al pueblo venezolano la esperanza de una vida digna y mejor y un futuro de bienestar y progreso.
Por eso he defendido los intentos ─ imperfectos, incompletos─ de unidad, como lo fueron en su tiempo la llamada Coordinadora Democrática y desde hace varios años la MUD, hoy herida de muerte, como intentos valiosos sobre los cuales se podría constituir una fuerza políticamente activa, capaz de enfrentar y frenar a la dictadura.
Es más, creo que en este momento todos aquellos que no estén trabajando activamente por la unidad, todos los que contribuyan a la disgregación de las fuerzas opositoras, todos los que no sacrifiquen sus visiones y agendas particulares por la unidad, le están haciendo un favor a la dictadura.
– La tercera convicción es la vía electoral. Se cree o no se cree en la vía electoral; se cree en que podemos salir de este gobierno por una vía diferente, sea mediante un golpe de estado, sea mediante una intervención militar externa, o se cree en la vía electoral. No creo que existan otras alternativas, si alguien piensa que lo que está ocurriendo en el país puede concluir en una especie de guerra civil y que tenemos la posibilidad de “ganarla”, es una locura; y si eso no es posible ─y no lo es, sin ninguna duda─ lo que nos queda es la vía electoral.
A la vía electoral se puede llegar de diversas maneras. Qué duda cabe que una de ellas es una revuelta popular, por la crisis humanitaria que vivimos, que desestabilice la dictadura y obligue al gobierno a renunciar, a aceptar una salida democrática, con un proceso eleccionario; pero siempre, en última instancia, tendremos que llegar a la vía electoral. Desde el 20M, nadie, ninguna opción opositora ha logrado movilizar nada; nos diluimos en crecientes protestas sociales, con sobradas razones, pero sin una orientación política efectiva de largo plazo, nos seguimos así desgastando, atomizando y alejando de la construcción de una mayoría opositora, con oportunidad de triunfo.
Se quiera o no, aunque se pretenda demostrar, rabiosamente, aunque se quiera negar y desconocer, la vía electoral es la única que ha demostrado que nos permite organizar a la gente, que nos permite movilizar a la población, que permite la incorporación masiva de ciudadanos con una cierta seguridad para la participación popular que produzca los cambios por expresión de la voluntad mayoritaria.
La electoral es la única vía que permite eso y estoy atento a que me demuestren en la práctica lo contrario; no con discursos encendidos, con artículos ingeniosos y argumentos retóricos, o con insultos en fogosos mensajes por redes sociales. Para ella, para la vía electoral, debemos estar siempre dispuestos y preparados, aunque en determinados momentos se opte por no participar en algún proceso concreto, como ya ha ocurrido.
Desde estas tres convicciones ─y las que surjan─ propongo que se reanude el necesario proceso de discusión y diálogo entre la sociedad civil y los partidos políticos.
@Ismael_Perez