Toda una metáfora – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

 No es asunto de poca relevancia el que dos años consecutivos elsoledad morillo belloso 2 señor incluya a José Tomás Boves en su perorata. La primera vez lo atribuí a cierta equivocada noción histórica. Pero dos veces seguidas ya es como mucho con demasiado. Ya esto no es desconocimiento ni mera casualidad. Entonces concluyo que es una metáfora, desvalida, presagiante, marcadora y ¡uf! tan reveladora.

 Boves marcó el suelo a su paso. Lo manchó con sangre. E hizo del fuego su principal arma de destrucción. Fue, en rigor, una bestia. Tal fue su salvajismo que la misma Corona Española sintió vergüenza de aquel bárbaro que se decía enemigo de las tropas patriotas y, por ende, defensor del estandarte realista. Para los españoles aquel era un ser sin honor, un ignorante que con su solo existir ensuciaba la gallardía que debía distinguir a uno de los ejércitos mas importantes de la historia de la Humanidad.

Así que decir unas cuantas palabras de las que se deduce cierto tono y fondo de alabanza a Boves es la perfecta metáfora de lo que habita en la intención de quien las pronuncia. Boves representa para Venezuela el andar de la lava que escupe un volcán en plena erupción. Eso es la revolución del siglo XXI. Lo que Boves hizo se ve replicado en la destrucción provocada en la nación de nuestros días.

 No es poca cosa tampoco que otro gran “héroe” ensalzado sea Zamora, un hombre que hizo fortuna y poder con la especulación y el oportunismo. El estado venezolano, hoy convertido en tendero, ha conseguido destruir la capacidad productiva de la sociedad. Y ha impuesto sobre nosotros los ciudadanos una malla, para encerrarnos, para hacerse de nuestra libertad como el botín mas preciado.

 La gente suele confundir la dictadura con la autocracia. Se dice que una cosa es igual a la otra y que la diferencia tan sólo habita en las mentes sofisticadamente tontas de algunos que escribimos en los medios . Pero la distinción es enorme. Sería tanto más fácil para quienes creemos en la democracia y luchamos por la democracia que esto fuera una dictadura. Pero al no serlo ha encontrado vía franca para la imposición a las trancas y barrancas de una autocracia densa, opresiva, cada vez más poderosa y poblada hasta los más mínimos resquicios de coartadas. La autocracia se burla a mandíbula batiente de la República, de las instituciones y de todos y cada uno de quienes nos negamos a rendirle pleitesía. Esta autocracia cuenta en su haber con el gran logro de haber producido la mayor cantidad de nuevos ricos de toda nuestra historia, mientras la pobreza real, no la que mal reflejan las cifras oficiales, esa ha aumentado a cotas escalofriantes.

 La autocracia trabaja de modos distintos a la dictadura. Por eso no hay estadios repletos de presos ni grandes lotes de desparecidos. Hay invasión, persecución política, presión indebida sobre el aparato empresarial,una corrupción descarada y colas, colas para todo. La autocracia se muestra de cuerpo entero en la más reciente resolución del Ministerio de Defensa, que viene a legalizar lo que ilegalmente se ha venido haciendo desde muchos años, otorgándole así el derecho a las fuerzas armadas a una licencia para atacar y matar. Autocracia es el gesto barbárico del Dakazo, o la toma forzosa de Farmatodo y Día Día, ambas experiencias exitosas de inteligentes empresarios privados venezolanos. Pero si algo no perdona la revolución es el buen quehacer y éxito ajenos.

 Autocracia, en síntesis, era lo que residía en la mentes de Boves y Zamora. De allí que la constante mención a ellos sea toda una metáfora de este régimen.

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