Publicado en El Nacional
Por: Claudio Nazoa
Me encantan los héroes. Siempre quise ser uno pero no pude porque soy muy miedoso. En los años sesenta me creía Flecha Verde. Ningún niño quería cazar lagartijas ni pajaritos conmigo ya que ellos tenían una resortera y yo, un arco y unas flechas con punta de goma.
En el liceo era un agitador. ¡Cómo tiré piedras y quemé cauchos!, y cuando alguien gritaba: ¡Viene la policía! Me iba corriendo al Parque del Este a tumbar mangos. Al día siguiente inventaba que un policía me había detenido y que le pasé a un compañero un papelito que decía: ¡No he renunciado! Soy un liceísta preso, pero continuaré mi lucha hasta la muerte.
En los ochenta, viajé en un avión de Avensa que secuestraron. Los secuestradores eran dos. Juro que pensé en quitarle la pistola a uno de ellos pero lo que realmente hice, por miedo, fue llorar guillaíto. El avión lo iban a llevar a un país árabe pero solo llegó hasta Higuerote. Frente a los medios, mentí diciendo que gracias a mi intervención heroica el secuestro no pasó a mayores.
Y esto ¿qué tiene que ver con el título del artículo? Mucho. Me puse como ejemplo para demostrar lo patético que es pretender ser un héroe sin tener méritos.
Teodoro, ex guerrillero, economista, político, escritor y comunicador por vocación, fue pieza fundamental en la lucha contra Marcos Pérez Jiménez. Creyó y luchó por una ideología equivocada, pero rectificó y desenmascaró al mundo comunista.
Teodoro era como el gran mago y escapista Houdini. Fue capturado y enviado al Cuartel San Carlos, de donde se escapó por un túnel secreto. En otra ocasión se fugó también, magistralmente, desde el piso siete del Hospital Militar bajando a rapel como lo hacía Batman.
Tal Cual. ¡Ese era Teodoro! El héroe que Chávez quiso ser.
De nada le valió a Chávez hablar durante horas inventando situaciones épicas que soñó y nunca vivió. Qué difícil para un mitómano tener a un héroe secreto a quien no puede criticar ni admirar públicamente.
Teodoro, sin pedir permiso, burlaste la prohibición de salida del país impuesta por el gobierno. Esta vez sí fue tu último escape. Ahora, junto a Pompeyo Márquez, amarra varias nubes y desde un arcoíris amarillo, azul y rojo, utilizando siete estrellas como escalera, bajen hasta el Ávila y rescatemos a Venezuela de este marasmo para que, libre y llena de esperanzas, podamos entregársela a nuestros hijos.