Tan lindo y tan querido – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Incluso los intelectuales de indiscutible talla, como Enrique Krauze, le otorgan a López Obrador el beneficio de la duda. Comprensible. Cuando se está en una circunstancia tan peligrosa, los seres humanos, no importa cuán versados seamos, nos sumergimos en una alberca de esperanza. Porque de lo contrario la angustia nos consumiría. Lo mismo le pasó a Venezuela cuando Chávez se hizo del poder. Y Alemania con Hitler.

López Obrador no es Chávez. Así me dicen. Y yo, curada ya de espantos y batida en cinco plazas,  quisiera sentir que mis temores son infundados. Que López Obrador es un hombre más sobrio, experimentado en el arte de la política. Ea cierto. Pero tras esa sonrisa amable no puedo evitar sentir que se esconde uno más. Sí, un Lula, un Correa, un Chávez y, también, un Maduro. Y pienso en aquella canción tan famosa: “te pareces tanto a mí”. Imagino a Chávez cantándola en el más allá donde ríe a mandíbula batiente.

Que México no es Venezuela es cierto. Es aquel un país muy diversificado en materia de producción, industria, comercio, servicios; en muchas áreas de su quehacer económico ha llegado a tramos de excelencia. Tiene una sólida y muy bien educada clase media. Y los mexicanos como nación tienen  una vasta experiencia de manejo de conflictos. Y es un país extremadamente complejo culturalmente. Pero tiene algunos problemas endémicos, con una pobreza enquistada de la cual no han logrado deshacerse por mucho progreso y desarrollo que han tenido desde siempre. Y, lo sabemos, los pobres son presa fácil de los oportunistas de oficio. Si López Obrador no lo es, bueno, espero comprobación. Yo como Santo Tomás. Sus primeras declaraciones a la prensa luego de reunirse con Peña Nieto encienden mis alertas. Que no va a residenciarse en Los Olivos (la casa presidencial mexicana), que no va a tener guardia, que se va a cortar a la mitad su sueldo como Jefe de Estado. Suena a verso bonito de bolero huasteco, pero esas son pamplinas. Con eso no se resuelven los problemas de México pero sí se soba las emociones. Cosas así le escuchamos a Chávez. Y miren dónde estamos.

Harán bien los mexicanos en estar muy al pendiente. ¡Aguas, aguas! No deben darle a su nuevo presidente más allá de la libertad de acción que sea estrictamente indispensable. Pasen por un escrupuloso análisis cada una de sus propuestas y nunca jamás le expidan un cheque en blanco. Deben de evitar a toda costa que el hombre se convierta en un autócrata elegido por votos. No entierren el espejo. Duden mucho, duden siempre. De sus promesas, duden. De sus afirmaciones de logros, duden y exijan confirmación independiente. Pónganse muy “aguzados”. Están a tiempo de evitarse una tragedia. Interés personal o pecuniario alguno tengo en México. Estas letras las inspira la angustia de quien tristemente puede contar una historia de harto dolor. Es tan solo la preocupación de alguien que lo sabe tan lindo y tan querido. Y si resulta que yerro, en seis años lo diré. No tendré problema alguno en reconocerlo.

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