Por: Alexis Bello
La expresión Sursum Corda en latín: arriba los corazones, ha sido adaptada por la Iglesia para el prefacio de la misa Católica y traducida como “levantemos el corazón”.
Además de esa manifestación, de ella también se deriva la palabra sursuncorda, la cual alude a un personaje en quien se delega todo lo que uno no quiere hacer o a quien no se está dispuesto a obedecer por mucha que sea su autoridad (diccionario de la Real Academia Española).
Por antonomasia o por metonimia se ha utilizado al “corazón” no solo para la liturgia u otras acepciones sino además para hacerlo responsable del amor, de nuestras emociones, de las ilusiones y para el ejercicio diario de filósofos y poetas.
En realidad, el corazón es una especie de “bomba hidroeléctrica”, responsable de toda la economía humana.
Trabaja mediante un complicado sistema de “compuertas” (válvulas) y es activado por un complejo y elaborado sistema eléctrico autónomo. Es por ello que aun cuando se le separe del cuerpo puede continuar latiendo por algún tiempo.
El trabajo de esa bella máquina, no se puede comparar con cualquier otra fabricada por el hombre, por ejemplo:
Diariamente crea una energía suficiente para movilizar una enorme gandola a lo largo de 32 km. Y a los 70 años esa energía sería suficiente para ir a la luna y regresar.
Se trata de una bomba que permanentemente debe alimentar nada menos que a 75 trillones (anglosajones) de células, con la única excepción de las córneas.
Para ello, debe enviar diariamente 7.200 litros de combustible (sangre) o lo que es lo mismo 2.5 millones de litros por año, lo que a final de la vida podría equivaler a llenar todos los vagones de 200 trenes. Las llaves de agua de una casa permanentemente abierta, probablemente tardarían 45 años en llenarlos.
Ese combustible para llegar a su destino, debe recorrer infinidad de ductos especiales (arterias y capilares) que si los uniéramos en línea recta, equivaldrían a dos veces y media la circunferencia de la Tierra.
Para alcanzar ese objetivo, la bomba debe activarse diariamente 100.000 veces o 2.5 billones (anglosajones) a los 70 años.
Se trata de un pequeño órgano de menos de 500 gramos, expresión genuina de la difícil comprensión de la creación divina. Probablemente por ello la liturgia lo adaptó como símbolo al solicitarles a los fieles “levantarlo” hacia el Señor.
Lamentablemente, como sucede con tantas cosas, la sociedad contemporánea lejos de cuidar a quien es el responsable principal de nuestra integridad física, por el contrario se ha empeñado en desmejorarlo comprometiendo, la posibilidad de llegar en buenas condiciones al final de la vida. Es así que una buena parte de la población se ha tornado obesa, a pesar de las intensas campañas se ha empeñado en fumar (existen más de 1.3 billones de fumadores y se estima que habrán más de 1.8 en el año 2025), la población se ha vuelto más sedentaria, no ha tenido control de otros factores de riesgo importantes como lo son por ejemplo la diabetes, la hipertensión y la angustia. Esta última, parte fundamental de la llamada personalidad tipo A, la cual aumenta en un porcentaje importante la posibilidad de tener un infarto. No en vano el Dr. Watson señaló en una oportunidad que la especie Homo Sapiens, era la única capaz de destruir y destruirse a sí misma. Todo ello ha conducido a que el año pasado fallecieron en el mundo como consecuencia de enfermedades cardíacas aproximadamente 17 millones de personas y muchas otras requirieron cirugía cardíaca o cardiología intervencionista para poder sobrevivir. Para 2018 será necesario millón y medio de intervenciones cardíacas y esas enfermedades continuarán siendo la primera causa de mortalidad e incapacidad. Adicionalmente confrontaremos un grave problema: el recurso humano, formar por ejemplo un cirujano cardiovascular puede tomar aproximadamente 16 años.
Recientemente el Santo Padre señalaba en el Congreso Americano durante su reciente visita a Estados Unidos, que los tres atributos fundamentales por los cuales se debía luchar eran: tierra, comida y techo. Con el debido respeto yo agregaría y colocaría como un elemento prevalente a la salud. Sin ella las otras necesidades, virtualmente no cuentan.
Como Cirujano Cardíaco y creyente, continuaré “SURSUM CORDA”, y al igual que en los últimos 40 años, seguiré negociando diariamente con la muerte.
Cirujano Cardiovascular Presidente de la Fundación Cardioamigos
Expresidente del Hospital de Clínicas Caracas
Gracias por su artículo. Nos hace reflexionar. Aunque considero que esta información debería llegar a cada persona. sobre todo los que tienen o han tenido familiares con padecimientos cardíacos, para insten a sus familias a cuidarse. Yo no fumo, ni tomo, pero soy hipertensa, casi toda mi familia lo es, pero ninguno a muerto por enfermedades cardíacas. Podría decir que mi familia es mayoritariamente longeva.
Estoy apostando por una vida mejor, lo he logrado en corto tiempo. Bajé de peso, me activé con caminatas, al principio de 30 minutos, ya voy por la hora; cada día me entusiasmo mas. Una de las cosas que internalicé es que mi corazón agradece cada día el cambió de actitud. Si por casualidad usted lee estas cortas líneas, aunque piense que no le hace falta, haga como yo: constancia y disciplina. Su corazón se lo agradecerá…