Vemos campañas en varios países de América Latina. En todos se habla, pomposamente, de “fiesta democrática”. Es un lugar común que sigue sirviendo para marear a los pueblos. En rigor, nada ha cambiado mayormente en el último siglo. Seguimos escuchando promesas que no refieren al futuro sino a un pasado que mantiene triste vigencia.
En pleno 2015, las campañas versan sobre temas que ya ni deberían tener espacio en la verborrea electoral. Cloacas, agua, luz, escuelas, viviendas, carreteras y un pilón de deudas sociales. Desde que tengo memoria -y tengo mucha- las ofertas políticas son las mismas. Todas incumplidas. Pendientes. Las agendas tercermundistas teñidas de reivindicación asfixian, aplastan, vejan.
Este fin de semana hay balotaje en Argentina. Scioli, candidato gobierno (aunque ahora lo niegue), enfrenta a Macri, que lidera al grueso de la oposición. En un debate transmitido por la tv privada (la oficial pasaba bobadas), ambos perdieron la “chance” de convencer al 10% de votantes aún indecisos que presenciaron, seguramente con pesar y rabia, cómo el próximo presidente de su Nación habló sobre el país con una agenda pendiente. Otra vez, el debate gira sobre asuntos añejos que ya no deberían tener cabida en la diatriba.
En Venezuela hay elecciones de medio término el 6 de diciembre. No me cabe duda que el oficialismo vivirá un significativo revés. El pueblo, esa entelequia tan sobada en el discurso, castigará con votos el desdén de un gobierno embotado que lo ofende y magrea a diario. Somos culpables los ciudadanos de muchas cosas, pero somos con inocentes de muchas mas. No se puede culpar al pueblo de ser víctima incauta de sortilegios y conjuras de asaltantes de la buena voluntad.
Es patético lo que nos ocurre. Las promesas electorales parecen calcadas de “el nuevo acuerdo” de Roosevelt que contabiliza ya más de 100 años. Estamos en 2015 pero América Latina sigue estancada en el s.XX. Con las mismas carencias y calamidades, con caudillos arrogantes. Tuvimos todas las oportunidades. Las echamos por la ventana. Y compramos la palabra vana de cuatreros de la esperanza. Hoy ningún país de estas latitudes debería tener falencias tan básicas como agua limpia, fluido eléctrico, alimentación nutritiva, sistemas de educación y salud de primer nivel, separación real de poderes públicos, estado de derecho, desarrollo industrial y comercial y un larguísimo etcétera. Pero tan atrasados estamos que las estrategias electorales siguen pataleando en esos asuntos que debieran ser ya pruebas superadas.
Es lamentable que las referencias para nuestros países sigan siendo personajes épicos del s.XIX. Cargamos sobre nuestros hombres el fardo de politiquería con engañosas ideas con peste a naftalina. Los liderazgos en comando rellenan su necia retórica con frases hechas cursis, amarillentas y ajadas con las cuales pretenden disfrazar el engaño de más de tres lustros. Las zanjas sociales se ensanchan y el odio se pantagrueliza. Quienes gobiernan son intrascendentes, irrelevantes, de una escasez intelectual que cansa. El pueblo busca con desespero alguien que diga verdades, que entienda sus sueños. Los que mandan elevan el puño. Hace rato enterraron el espejo y el futuro. Sólo repiten como loros consignas decrépitas y aplauden como focas de circo. Lo hacen sin vergüenza. Basta. Hay que votar por el basta.
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