Por: Rodolfo Izaguirre
La Diosa de la Justicia, llamada también la Dama de la Justicia es una imponente figura de mujer impasible que sostiene en una mano una espada y en la otra una balanza. La espada es decisión; la balanza, el peso del bien y del mal. Permanece sentada en actitud frontal en el trono macizo de un emperador. Tiene los ojos vendados para significar la objetividad. Es decir, que sus decisiones nada tienen que ver con la riqueza o el poder y las presiones políticas. Forzosamente debe ser ser “ciega”. No conocer o plegarse a favoritismos de ninguna naturaleza. Así se la conoce desde el siglo XV aunque existen representaciones que la muestran sin venda en los ojos porque se consideraba inútil ponerle venda a una doncella cuya virginidad aseguraba de suyo objetividad e imparcialidad. Pero la venda en los ojos se impuso hasta nuestros días. También se le coloca venda a la Diosa de la Fortuna ya que la suerte puede recaer en cualquiera de nosotros sin distinciones de clase.
En Venezuela, sin embargo, la astucia o la viveza que parecieran persistir en el ADN del país político tienden a descorrer la venda para que la Dama de la Justicia deje a un lado su imparcialidad y pueda sentenciar a favor del poderoso o de quien sepa engrasarle la mano con suficiente dinero. Esto de que la ley es igual para ricos y para pobres no deja de ser una falacia porque sabemos que la ley amparada y refugiada en una justicia sin ojos vendados favorece solo a los ricos y se niega a socorrer a los pobres.
Entre nosotros, la justicia tiene los ojos vendados solo en apariencia porque mira de soslayo con la venda ligeramente levantada y, bajo el despótico régimen militar, se encuentra atrapada en un laberinto de engaños y dilaciones bolivarianas diseñado desde el palacio de gobierno. La señora ha terminado por quitarse definitivamente la venda y actuar abierta, declarada y deshonestamente no solo en los tribunales en los que, vidente, entra y sale a gusto sin tropezar con muebles ni personas. Pero no es solo en los tribunales sino en cualquier otra instancia, moral o electoral en las que ser requiere un mínimo de tolerancia e imparcialidad.
Los venezolanos que nos resistimos a ser conducidos por el psicopático rigor militar rechazamos con dureza a esta fraudulenta dama de ojos abiertos y cómplice de todos los desafueros dictatoriales. Volveré a creer en ella y a acatar sus decisiones cuando acepte vendar sus ojos tal como ha sido desde que apareció en las primeras monedas romanas o cuando fue Temis la helénica diosa que personificaba el derecho divino de la ley y se la mostraba como una mujer igualmente impasible, con los ojos vendados, llevando una balanza y una cornucopia y sentada no sobre un trono sino encima de un león para señalar de esta manera que la justicia debe estar acompañada de la autoridad.
En la hora actual, el país agobiado por el desorden económico del régimen y víctima del genocidio impuesto por Nicolás Maduro y sus seguidores parecieran ser ambas, Temis y la señora Justicia, los implacables azotes que nos flagelan sin piedad. Confieso que desde el momento en que Hugo Chávez apareció en el panorama comencé a ver rara a esta Justicia. La sorprendí levantándose la venda de los ojos y mirándome de refilón. Para complacer a Chávez, el verdadero artífice del desastre, y luego a Nicolás Maduro la Dama de la Justicia decidió prescindir de la venda y sin ella se pasea triunfante perpetrando atrocidades por regiones y ciudades del país. Las vendas deben estar tiradas en algún rincón de los cuarteles, en los urinarios de Ramo Verde o en el subsótano de las torturas de la Tumba o del Helicoide; de otra manera no se explican los presos políticos, las maldades contra Leopoldo López, el alcalde Ledezma; la impunidad de que gozan los cuerpos represivos. Los abusos constantes de la Guardia Nacional en la frontera colombiana y en las humillantes colas que se forman desde la medianoche en las cercanías de los supermercados y panaderías. La liberación de malandros de barrio y delincuentes de toda laya por parte de jueces designados al margen de la Constitución. Las fechorías de las boinas rojas, los robos que bajo el tenebroso eufemismo de “expropiaciones” hace el propio régimen de haciendas, posesiones y jugueterías.
En lo personal, considero como enemigos declarados a los jueces nombrados a dedo, cómplices de juicios amañados y trapacerías, gente sobornable, vulnerable a presiones extrajudiciales, es decir, a las presiones del Poder Ejecutivo y este del poder militar. ¡Si veo a uno de estos jueces venir hacia mí, de inmediato cruzo la calle y cojo la otra acera no sea que me pase algo irregular!
¡La situación es alarmante! “En noviembre de 2014, ante el Comité contra la Tortura de la ONU, el magistrado del Tribunal Supremo de Justicia Luis Damiani admitió que 62% de un total de 1.700 jueces eran provisorios. En junio de 2015 el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas manifestó su preocupación porque solo 34% de los jueces son titulares, lo que significa que el resto se encuentra en situación de provisionalidad y que tanto sus nombramientos como su remoción pueden realizarse de manera discrecional”.
¿Qué Estado es este, Maduro? ¿Cómo puedes tolerar o hacer responsabilidad tuya la situación de total indefensión en que nos encontramos frente a jueces que son tus panas o gente vilmente presionada por tu despotismo?
¡No es que pretenda ser insistente, Nicolás, pero ya está bueno! ¡Va siendo hora de que te largues y te lleves de aquí a esa señora que para complacerte se niega a ponerse la venda en los ojos las veces que sale a trabajar!
En algún momento Venezuela va a cambiar y todos estos funcionarios, sus acólitos y familiares, deberán responder por sus decisiones y los daños ocasionados al país y a las generaciones venideras.
5/1/17