Por: Antonio Pasquali
Los regímenes chavistas sí fueron y son dictatoriales, y casi todos sus muertos, torturados, encarcelados, inhabilitados, desposeídos, acosados y silenciados con prepotencia o amaños son héroes nacionales que –lejos de “subvertir el orden democrático”– intentaron riesgosamente restablecerlo sustanciando los artículos 350 y 333 de la Constitución que obligan a “desconocer cualquier régimen… que contraríe los valores… democráticos” e imponen “el deber de colaborar en [su] restablecimiento”.
Esta precisión vuelve a imponerse ante recientes declaraciones de Teodoro Petkoff a BBC que el acucioso Gustavo Coronel ha comentado en su blog. Teodoro, nuestro pluripremiado y máximo líder demócrata de opinión, encarna la imagen del político lúcido y honesto, y su resistencia al régimen desde Tal Cual ha sentado un modelo de dignidad mediática que no se autocensura ni se vende. Pero Teodoro tiene sus terquedades. Cree porfiadamente, por ejemplo, que “este es un gobierno autocrático, no dictatorial…; la gente podrá pronunciarse en las urnas… si logra una mayoría tendrá un espacio político muy amplio”, y como hace diez años, cuando declaraba que “lo mejor que le puede pasar al país es que Chávez termine su mandato”, asegura hoy (cual si tuviéramos un CNE suizo) que “Maduro puede terminar su período…” ya que “el chavismo puede ser derrotado [en las urnas]”. En su http://www.lasarmasdecoronel.blogspot.com/ Gustavo impugna esa reducción de dictadura a autocracia, y reprocha a Teodoro por “mostrarse tan tolerante, para no dar la impresión… de estar pasando al bando… del ‘imperialismo”.
Gustavo tiene razón. Demasiados argumentos históricos y conceptuales invalidan la terquedad de Teodoro. Todo cambia y no existen, como él cree, dictaduras “piedras de toque” para medir a las demás; así como las guerras fueron de trincheras, luego de guerrilla, y mañana serán cibernéticas, asimismo hubo dictaduras genocidas y otras “del siglo XXI” sin paredón, que tuitean y toleran rendijas de libertad para fingir. La nuestra viola en forma serial la Constitución para liquidar en cámara lenta derechos, pluralismos y oposiciones, ha restaurado el peor militarismo anticivilista, eliminado la independencia de poderes y modificado caprichosamente todos los símbolos patrios, ha degradado el Banco Central y Pdvsa a opacas cajas chicas del dictador, controla los mecanismos electorales y el hoy servil Poder Judicial, ha dilapidado irresponsablemente 1.000 millardos de dólares (de los cuales 192 se fugaron, 69 fueron robados por sobrefacturación y 20 se extraviaron, aseguran los expertos) y destruido el país productivo, desfigurado las relaciones internacionales por delirios de grandeza del dictador y proporcionado cuotidianas dádivas millonarias a los cubanos mientras Venezuela se muere de mengua, persigue la hegemonía en comunicaciones, ha encarcelado o inhabilitado todo opositor de talla y rechazado groseramente la intermediación de OIG, ONG e ilustres demócratas del mundo. ¿Bastará para llamarla “dictadura”?
Doctrinariamente hablando, cinco rasgos esenciales definen la dictadura, y el Lector juzgará si encajan con el modelo chavista: 1) el absolutismo (cacicazgo sin controles parlamentarios reales y plurales; des-autonomización de las instituciones republicanas); 2) el irrespeto a la Constitución y las leyes; 3) el personalismo (solo el taumatúrgico jefe supremo encarna los intereses comunes, todo lo decide él), 4) el totalitarismo (concentración hegemónica de todos los poderes con delegaciones ficticias); 5)el intento de eternizarse en el poder modificando las constituciones.
El tema del origen del poder, que los condescendientes aman citar, es irrelevante: una dictadura puede ser hija degenerada de elecciones limpias pues estas no garantizan en absoluto la democraticidad del período que inauguran, así como el bautismo no garantiza la cristiandad de una vida. Chavismo y madurismo sí fueron y son dictaduras, y ni siquiera del proletariado sino militaristas y del más rancio y corrupto modelo latinoamericano.
Si son dictatoriales, les doy el beneficio de que son dictaduras atípicas, suigéneris. ¿Por qué? Porque las dictaduras clásicas no hay congreso y, por lo general, tampoco existen los tribunales. Solo hay lugar para la prensa palaciega que se arrastra al gobernante. El enemigo está en la cárcel, exiliado o en el cementerio. Elecciones, si es que las hay, son amañadas y para elegir al dictador o al candidato de éste. No hay chance para nadie. El que se presente a competir va preso. Aquí, aunque con todo el ventajismo y abuso de poder del gobierno, se puede elegir; se puede hablar por algunos medios y se puede disentir. Se deja escuchar y sentir el respaldo internacional, que cada vez más se hace presente. Cuando Gómez y Pérez Jiminéz, la historia es conocida. Ciertamente es un gobierno militarista y autocrático, pero aún no califica como dictadura clásica. Y todavía no llega a serlo -como es el deseo de ellos- es porque el pueblo organizado no se lo ha permitido. Habrá que seguir luchando por los medios democráticos posibles, porque ellos tienen las armas y el resto de poderes secuestrados.