Por: Alicia Freilich
Alfred Rosenberg, el más importante ideólogo del Tercer Reich, comandó un grupo militar de tareas especiales que saqueó física y moralmente casi toda Europa. Lleno de resentimientos personales, a los 25 años escuchó un pequeño mitin del fracasado pintor, histérico amante de su pueblo, el Adolfo Hitler de los inicios y de inmediato se afilió a su nuevo partido Nacional Socialista para otorgarle su doctrina racista de la superioridad aria. El tránsito psíquico hacia su fanatización total, muy parecido al de su propio comandante-discípulo-jefe, quien luego lo despreció, es modelo clásico para mostrar cómo se revierte una emoción vengativa acumulada en grave dolencia de ideas fijas con impulso destructor cubierto de lenguaje místico, patriotero y/o directamente político-partidista. Quien pudo ser paciente aliviado y productivo prefirió el oficio de verdugo y guionista de un nacionalismo a ultranza dirigido primero a la masa ignorante, ignorada, marginal y resentida a la espera del líder salvador. Ese nido militarizado crió un aparato de cuervos que transformó su sociedad en sumisa fan, primero del antijudaísmo y luego anti cualquier minoría de opositores y distintos. Forjaron una burocracia robotizada para ejecutar el mal banal, felices y contentos sin escrúpulos moralistas. Eichmann en Jerusalén de Hanna Arendt la retrató al detalle.
Lo curioso es que Alfred, el psicópata fundador, siempre fue obsesivo fan de Baruj Spinoza, judío holandés de breve vida biológica, genio fundador de una escuela filosófica racionalista que abrió paso al Iluminismo, marginado de su familia y expulsado de su comunidad sefardita debido a su firme rechazo y desobediencia ante toda forma de religiosidad teórica y práctica basada en el excluyente fanatismo ritualista. Tres siglos después de su muerte, Rosenberg con sus milicianos brutales fue a la humilde vivienda donde puliendo lentes sobrevivió Baruj en Ámsterdam, para robar sus libros y documentos. Episodio todavía legendario y en discusión, pues los originales no han aparecido.
Irvin Yalom, psiquiatra y escritor norteamericano de obra científica y narrativa reconocida internacionalmente, estudia ese fenómeno tan actual en su apasionante novela El enigma Spinoza (Edit. Planeta/ Emecé, Buenos Aires, 2012), muy recomendable para el despertar ético y mental de cualquier adicto a la banalidad del mal, muy en particular y si todavía hay tiempo, para ciudadanos venezolanos inscritos en el PSUV y sus enchufados, y más en especial para los todavía alfabetas y rescatables dentro de la fanatizada Fuerza Armada Chavista (FACH) cuya cúpula, un gorilato con más de mil generales y almirantes, tiene la responsabilidad máxima en el proceso ilegítimo, castrista y castrador de este régimen que destruye a la Venezuela democráticamente constitucional.