En 1848 se produjo, instigado por José Tadeo Monagas, el asalto al Congreso, en el que trágicamente fallecieron importantes republicanos como José Antonio Salas, Francisco Argote, y Juan García y resultó mortalmente herido por una bayoneta el ilustre Santos Michelena.
El 23 de octubre de 2016 se recordará en los anales de la historia venezolana como otra fecha infausta, -afortunadamente sin consecuencias que lamentar-, porque turbas oficialistas invadieron los espacios de la Asamblea Nacional para interrumpir el debate que en ella se estaba realizando.
El que no tiene la razón siempre termina por incurrir en la violencia para intimidar al adversario, la pregunta que queda en el aire es de quién fue la absurda idea de movilizar a esa turba y nadie va a creerse el cuento de que era una manifestación espontánea de un pueblo airado.
Si de verdad los personeros del oficialismo, como reiteran en sus discursos sus representantes, creen en la democracia, deben permitir que el pueblo exprese su voluntad soberana, tanto en el revocatorio como en las elecciones de alcaldes y gobernadores, de lo contrario continuarán siendo tan ambiguos como lo han sido siempre los regímenes comunistas, que se autocalificaban de democracias populares .
Estamos llegando a la hora de la verdad y los que usan la violencia para acallarla es porque saben que no obtendrán más nunca un triunfo por la vía electoral.