La puesta en escena para anunciar los primeros resultados del proceso de diálogo ha sido muy deficiente, por decir lo menos. No sólo evidenció de nuevo la falta de pericia de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en esos quehaceres, sino que mostró también –y es lo más preocupante– que no todos sus miembros principales estaban políticamente convencidos de participar en la mesa de diálogo con el Gobierno. En algunos había la resignación de a quien le mandan a rezar diez Avemarías para exculpar un pecado venial. ¡Perro, el Papa manda a decir que dialoguemos!
Por eso la falta de entusiasmo y por ende de cohesión a la hora de asumir lo inevitable: que a medida que aumentara la tensión política en la calle, la comunidad internacional iba a recurrir al diálogo para que la situación no se desbordara. (Es de librito). No hay que olvidar que, luego de las exitosas concentraciones realizadas, ya se anunciaba una descocada marcha a Miraflores, un plantón indefinido, el ahora o nunca gritado histriónicamente desde las tarimas batiendo banderas, la grandilocuencia como sustituto de la “línea política” bien pensada y digerida por todos.
La decisión de participar en la mesa de diálogo era la correcta y había que asumirla sin remilgos, sin pañuelos en la nariz, sin antifaces venecianos para esconder el rostro. Hablar para las gradas es una tentación comprensible, pensar para las gradas es una insensatez.
Hubo señalamientos serios, reticencias bien fundamentadas, para dudar de los beneficios que aportaría sentarse en una mesa a dialogar con un gobierno que ha demostrado una gran capacidad para mentir y muy poca disposición para honrar sus compromisos. Pero ese es el gobierno que tenemos y la razón de la lamentable situación que vive Venezuela.
Los primeros resultados del diálogo han sufrido fuertes críticas, lo cual es natural en un proceso político tan difícil y tenso como el que se vive. Alimentaron la suspicacia de mucha gente de oposición sensata acerca de una cesión de la iniciativa política, de una entrega de los kilómetros de calle acumulados, a cambio de bagatelas con poca incidencia. Y más lamentable, sirvieron de excusa para lanzar una campaña de demolición moral en contra de la MUD y sus voceros.
(Carlos Ocariz y Jesús Chúo Torrealba merecen nuestro reconocimiento por el valor cívico que tuvieron para asumir el mandato colectivo de la MUD que otros esquivaron).
La oposición maximalista argumenta que no acepta menos que el RR16, o elecciones presidenciales anticipadas este año, y la liberación de todos los presos políticos como resultado de los primeros pasos del diálogo. Lo cual era claro, desde un principio, que no iba a suceder a esa velocidad. Alimentar, ahora, un relato según el cual el gobierno estaba a punto de caer y en Miraflores había un helicóptero con las aspas en permanente rotación listo para la inminente partida pero llegó el diálogo y lo enfrió todo, es un ejercicio de autoengaño.
Los puntos acordados no son perfectos, ni en su redacción ni en el alcance deseado, pero pueden abrir nuevas posibilidades si se presiona –junto a la comunidad internacional– para que el gobierno los cumpla. La escogencia de dos nuevos miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE), eliminar el desacato de la Asamblea Nacional (AN), la decisión sobre los diputados de Amazonas, la libertad de los presos políticos y la apertura del canal humanitario están en la tubería y hay que impedir que el gobierno la obture con productos tóxicos para que no salgan con vida, como ya lo está intentando.
El que se pare y deje las fichas abandonadas en la mesa… pierde.
seguiremos creyendo en los huevos del gallo?