Por: Carlos Raúl Hernández
Una de las tareas esenciales para que el nuevo gobierno produzca beneficios rápidos y efectivos a los sectores populares, es impulsar un proceso de reformas hacia la descentralización y profundización de la democracia. Venezuela lo había iniciado, pero la oleada reaccionaria, no sólo lo revirtió, sino exasperó esa reversión a extremos aberrantes.
La concentración de poder pasó de ser un defecto administrativo para convertirse en una autocracia. Si esa tendencia patológica se mantuviera, la perspectiva no es hacia la consolidación de este autoritarismo fofo y desarticulado, sino la africanización de la sociedad, el colapso y la anarquía. Una crisis sistémica que disolverá el poder, como tantas veces ha ocurrido en casos similares.
El populismo clásico siempre terminó en caos. El suicidio de Vargas, el derrocamiento de Perón, la “putrefacción” de Velasco Alvarado. Luego de arruinar a los pobres con hiperinflaciones, desempleo, hiperdevaluaciones, dictaduras, siempre aparece alguien que considere que tuvieron el mérito de “llamar la atención sobre los pobres”.
No se trata de un pronóstico. Todos los indicadores multilaterales creíbles señalan a Venezuela como el mermado mental de América Latina. Los estudios de Transparencia Internacional (2011) lo marcan como el país más corrupto del continente. El Fraser Institute (2012) sostiene que es el último en el mundo en libertad económica, acompañado de Zimbabue y Angola.
Es el cuarto país en homicidios a escala mundial, afirma el Instituto Internacional de Criminología Comparada (2012). Según Barómetro Latinoamericano de Talento 2012 “Venezuela (42,1), Bolivia (42), Ecuador (41,6) y Paraguay (40,2) se ubican como las naciones con menor potencial para crear, desarrollar y mantener recursos humanos altamente calificados”.
Posee los mayores índices de deserción escolar y baja calidad de la educación básica. Las universidades clasifican a partir del muy mediocre puesto 37 entre las latinoamericanas, por obra de la asfixia económica y política. Este indicador empeora si notamos que las mejores de la región no existen entre las cien primeras del mundo. Cola de ratón. Colapso educativo.
Si se prescinde de los opacos indicadores forjados por el gobierno, Venezuela cuenta con los mayores índices de desempleo y carencia de viviendas. La destrucción de la infraestructura vial y de la producción de electricidad, retroceden la sociedad hasta antes de 1958.
Lo insólito es que, en medio de un auge milagroso de ingresos petroleros, el país pierde sus avances civilizacionales conquistados durante la etapa democrática. El Rey Midas es uno de los personajes más estúpidos de cultura. Pidió a los dioses el regalo de que todo lo que tocara se convirtiera en oro y murió de hambre porque no podía comer. El símil es aplicable a otros.
Es el asombroso balance del centralismo autocrático que suprimió la participación de la sociedad en la autogestión de sus asuntos educativos, económicos, sociales, culturales y políticos, al debilitar gobernaciones y alcaldías. Cedió al PSUV los poderes de los estados, municipios y juntas parroquiales electas, a través de parapetos totalitarios como las “comunas”.
El próximo gobierno deberá asumir un intenso plan de descentralización democrática para superar esa situación. En los próximos meses se producirá una renovación de gobernaciones y alcaldías, en diciembre y abril respectivamente. Es probable que la cercanía con la elección presidencial produzca el efecto dominó y se tiña el mapa de tendencias democráticas y pluralistas ampliamente predominantes.
La descentralización tiene diversas aristas. La territorial implica traspasar mecanismos de poder político y facultades económicas a organismos electos por los estados, gobernadores, alcaldes, legislaturas regionales y concejos municipales. Es también desconcentración: que los organismos nacionales, ministerios, por ejemplo, traspasen a sus a sus propias oficinas estadales recursos organizativos y financieros para que se manejen en coordinación con las autoridades locales.
Al decir de Bonnie Tyler, Venezuela camina sobre dinamita y arroja chispas. Es urgente recuperar la gobernabilidad. El nuevo gobierno electo el 7O, junto con gobernadores y alcaldes, y las comunidades de estados y municipios deben configurar un frente común, un gran movimiento nacional por la descentralización. Y así exigir que la Asamblea abandone el centralismo que la ha caracterizado, incumpliendo su mandato para obedecer órdenes del Poder Ejecutivo Nacional.