Por: Soledad Morillo Belloso
Si yo tuviera alguna injerencia sobre los canales de televisión, que no la tengo, recomendaría una revisión profunda y densa de quienes llevan adelante la preparación y conducción de los programas informativos y de entretenimiento. Los entrevistadores hacen preguntas a cual más boba, quedando de bulto que no hubo la mínima preparación; los entrevistados son abiertos inductores de sueño. Es físicamente imposible que nos tedien más. Da lo mismo qué canal sintonicemos. Público o privado. Cualquiera de nosotros, profesionales o no de la comunicación, podemos predecir con facilidad las preguntas y respuestas con las que nos aburrirán a morir. No puede entonces sorprender que los “ratings” de los canales nacionales se desplome y den pena ajena y que las audiencias se hayan escapado a las volandas en procura de información y entretenimiento en otros espacios televisos que, por fortuna, hay en el espectro de la televisión paga. La nueva televisión venezolana, insólitamente, es hoy un mezclote de antigualla con indisimulable mediocridad. Abundan los “anclas” con una manejo paupérrimo y lastimoso del idioma. De nada vale que nos tomemos la molestia de escribirles para apuntarles los sublimes disparates que repiten una y otra vez, tales como, “este 2015”, “lapso de tiempo”, “hubieron muchas personas” o “aperturar una investigación”, por sólo mencionar cuatro horrores que nos angustian. Ni qué decir de los que sucumben al “ecsena”, “ocsila”, “picsina” o que insisten en que “el sistema conlleva la mejora de…” o “la crisis está en su punto álgido”. En uno de los sopotocientos canales del gobierno -todos sin excepción dan grima- una reportera exaltaba la maravilla de los “menuses” que se sirven en una posada. Sospecho que hubo jubilación colectiva de las clases de Gramática y Ortografía. Y parece no existir un comunicado o remitido que no comience por el barroco lugar común de “en el marco de…”.
Para las barbaridades que se ve y se oye, parece no haber horario. Ni fecha en el calendario. Ni límites. Pese a los intentos de presentar en pantalla un país feliz sacado de una chistera, estamos ante las ruinas de la televisión venezolana. No es ni informativa, ni entretenida y, tanto menos, educativa. Es, mejor dicho, un notable insulto diario a la inteligencia, una destrucción de los fondos y las formas. Imagino que Renny se revuelca en su tumba o doquiera que su alma se encuentre. También Musiú y varios otros que años intensos de sus respectivas vidas dedicaron a hacer de la televisión venezolana un medio de dignidad democrática. Hoy los canales están quebrados (y resquebrajados), con una pobreza patética en términos de producción y son mantenidos a juro y a no poco costo para quebrarle el espinazo a la ciudadanía. Así las cosas, los televidentes, inteligentes como son, huyen; encuentran refugio en alguno de los cientos de canales de acceso digital, por cable o internet por los cuales pagan gustosos. La televisión venezolana, por igual la pública y la privada, que debería ser hoy paradigma regional de modernidad y modelo de uso correcto de esta lengua tan maravillosa que es el Castellano, es por el contrario el más acabado ejemplo de la teoría de “basura entra/basura sale”. Vive un para nada santo viernes. Y por parte alguna se vislumbra un necesario domingo de resurrección. Eso debe avergonzarnos. A todos.
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@solmorillob
Es que estos 16 (rumbo a los 17) últimos viernes “santos”, son demasiado…
Buen artículo ….cuanta verdad la felicito