Por: Luis Ugalde
Los dictadores no dialogan, imponen y excluyen. Por lo contrario, la democracia es diálogo permanente basado en derechos y deberes básicos, comunes entre diferentes, para juntos producir espacio público de vida y dignidad. En Venezuela la voluntad dictatorial anda desatada; para muestra el medio centenar de leyes decretadas (aunque no elaboradas ni conocidas) en la recta final de la habilitación presidencial, desplazando al Poder Legislativo. Ahora presenciaremos, nuevamente, el cuento del magnicidio.
¿Reencuentro y Reconciliación en medio de brutales descalificaciones y persecución? Se trata de una poderosa invitación al esfuerzo común de construir entre todos una sociedad digna.Encuentro que está consagrado en la Constitución, aunque haya sido sistemáticamente violada por la discriminación y la exclusión por quienes buscan imponer una sociedad de partido-gobierno-estado único y uniforme. Sólo los “revolucionarios” tienen carta de ciudadanía y los demás son explotadores, conspiradores del imperio sin derechos ciudadanos y “Si no les gusta, que se vayan”.
En esta situación de exclusión nacional, el diálogo, el reencuentro y la reconciliación constituyen una carta de identidad de todo demócrata frente a la dictadura presente o futura.
¿Qué reencuentro y reconciliación?
El que pone en acción todos los recursos y voluntades indispensablespara producir y disfrutarun sistema público de salud desde la prevención y atención primaria,hasta eficientes hospitales públicos. Sólo alcanzable si toda la sociedad y su gobierno se dan la mano para hacer realidad lo proclamado en la Constitución. Lo público no es sinónimo de estatal, fracasa sino está arraigado en las conciencias personales y en las iniciativas sociales emprendidas, combinando la responsabilidad ciudadana personal y las múltiples iniciativas sociales con la acción estatal.
La sociedad y su Estado, sólo en sinergia, pueden producir una educación de verdadera calidad con acento especial en los sectores hoy educativamente más discriminados, es decir los más pobres y atrapados en las lacras de la educación oficial partidizada.
Reencuentrode los venezolanos con el coraje necesario para liberar a los presos políticos y propiciar el regreso de los exiliados con todos sus derechos constitucionales;con separación y contrapeso de los poderes públicos (legislativo, judicial, electoral, ejecutivo…) sin sometimiento sumiso de todos ellos al poder presidencial arbitrario. Movilizados en la radical defensa de la vida y de la seguridad ciudadana, cuya constante violaciónes respaldada hoy con un lenguaje de exclusión, descalificación y criminalización contra todo el que “No es de mi partido o disiente dentro de él”.
Unidos contra la corrupción de quienes se apropian de los recursos públicos del Estado a favor de su bolsillo o de su partido-gobierno, con lo cual se roban el poder adquisitivo salarial de los más pobres y de sus oportunidades y capacidades productivas. Convencidos de que no habrá economía sin el reconocimiento de la libre iniciativa productiva, en el marco de la Constitución,con garantías jurídicas y la sensatez política necesarias para generar una oleada de nuevas inversiones nacionales e internacionales, único modo (junto con más eficiencia y achicamientodel déficit fiscal y de la fábrica de dinero inorgánico), de reducir la inflación, producir abastecimiento y ofrecer trabajo.No hay espacio para completar la lista. Esta reconciliación anhelada por el 90% de los venezolanos reclama liderazgos decididos y sin ambigüedades.
¿Reconciliación con quién? Con todos los que quieran encontrarse en esa tarea constructiva, no importa qué hayan creído y defendido ayer. Naturalmente esa construcción exige la transparencia sobre los delitos y los delincuentes de estos años y el correspondiente castigo por la vía judicial, pero no de la venganza.
Una dictadura que excluye no debe ser suplantada por otra que discrimina. Hay que despertar y convocar a todas las fuerzas creativas, sin la ilusión perversa de que este reto sobrehumano pueda ganarse con media Venezuela contra la otra mitad, sino por millones de venezolanos movilizados hacia la reconciliación superando las exclusiones del presente y del pasado. Cada uno verá en su conciencia hasta dónde se siente movido a incluir a quienes consideró enemigos. Venezolanos somos todos y no solo yo y los míos.