Fui (y en el fondo sigo siéndo) una apoyadora del concepto de la negociación como vía para la solución de conflictos. Pero entiendo que en la cabeza de los que mandan en palacios y cuarteles eso es prácticamente imposible, por ahora. Entonces, creo que a la vida hay que darle la cara como es y cómo está, poniendo aparte por ahora los sueños para los que ya habrá tiempo.
Quiero que se instale la tan inconstitucional e ilegal Constituyente. Quizás para cuando se lean estas líneas ello ya haya ocurrido bien. Que deje de ser un ejercicio de imaginación para ser lo que en realidad será: una decepción incluso para quienes ingenuamente la apoyaron. Si en la de 1999 hubo zafarranchos de combate, en ésta va a haber trifulcas. Si quienes mandan en ella creen que pueden dominar totalmente a 545 constituyentes, muchos de los cuales llegaron a ese espacio tragando grueso y comiendo hiel, están equivocados. A una importante cantidad de esos constituyentes el agradecimiento se les va a acabar antes que el gallo cante tres veces. Veremos entonces en escena el bochinche. Ante los ojos de Venezuela y el mundo. La veremos implosionar. Las facciones internas se enfrentarán en auténticos torneos. Bien.
Creo que hay que hacer como en el judo, usar la fuerza del otro. Así las cosas, inscribir candidatos para las regionales, a razón de unos quince para cada gobernación y chorro cientos para los cargos de legisladores regionales. En este jueguito no hay que auto excluirse. Para retirar candidatos ya quedara tiempo.
Yo no soy optimista. Tampoco derrotista. Soy, más bien, realista hasta los tuétanos. Y por tanto pragmática. No tengo ni una pizca de ingenuidad. Si alguna vez la tuve, la perdí hace ya muchos años. Todos los escenarios que he leído tienen patas cojas. Los hay dramáticos y también hay quienes imaginan un estado de sumisión. Ni en una esquina ni en otra. Eso es pensar dentro de la cajita, usando la técnica académica. Pero las sociedades dan sorpresas. Y no es cuestión de fe. Ni de fuerza. Es de entender en qué convirtieron este país. Nada más inevitable que la verdad. Ella termina imponiéndose, contar todo pronóstico.
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