Al tratar de impedir la realización del referendo revocatorio a como dé lugar, al sembrar de alambres de púas y de alcabalas violentas lo que debería ser una ruta constitucional, pacífica y democrática, el gobierno ha contribuido a establecer un nuevo símbolo de resistencia, un emblema del sentimiento generalizado de que un cambio de rumbo es justo y necesario. Sin haberse realizado, ya el referendo revocatorio lo ganó la oposición.
Los principales líderes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) han denunciado la intención de oficialismo de anular desde el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) los recaudos que la MUD presentó contra viento y marea y de esa manera intentar desactivar el mecanismo plebiscitario. En su arbitrariedad, no deja de ser una intención algo ingenua. Ante el país –que ya lo sabe– y ante la opinión internacional –siempre propensa a distraerse– ha quedado expuesta, una vez más, la falta de afecto popular que sufre el proyecto político del Socialismo del siglo XXI.
Cada día utilizado por sus personeros en fraguar engaños, en fabricar portezuelas por donde escapar de su responsabilidad democrática, sólo contribuye a incrementar el sentimiento mayoritario de rechazo y la certeza de que hace ya un buen tiempo que dejaron escapar el apoyo popular que ostentaban en tiempos del líder fundador. Perdido el afecto de quienes dicen representar, pretenden ahora imponerse autoritariamente afianzando así la imagen de fragilidad y desespero que los persigue.
El 26,27 y 28 de octubre son tres gotitas chinas –plin,plin,plin– que desvelan el sueño en Miraflores. La jugada de la MUD de aceptar parcialmente el envite del Consejo Nacional Electoral (CNE) acorraló al establishment rojo con sus propias tretas, y ahora sus voceros no saben como detener el reloj. Hay un estado de negación permanente que les entorpece la facultad de leer las señales de cambio que les envían incluso los adeptos que aún les quedan.
La presión del referendo revocatorio debería continuar sin fecha de vencimiento. Declararlo, desde ya, improcedente de no realizarse este año es una jugada adelantada producto de la agitación y propaganda propias de las campañas políticas. Mientras se pueda realizar habría que recurrir a él y esa posibilidad –aún no siendo la óptima– no debería ser descartada a priori. Que sea el gobierno quien lo entierre, si puede, pero no la oposición democrática.
@jeanmaninat