Pausa y maleficio – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Si nos zambullimos con furia de exegetas en El arte de la guerra de Sun Tzu, o en De la guerra de Carl von Clausewitz, dos de los obras más citadas de la literatura bélica (y sospechamos que menos leídas integralmente por el vulgo, en el cual me incluyo), es probable que encontremos algún exhorto, alguna recomendación, para que el alto mando se congregue regularmente ante un inmenso mapa desplegado sobre una mesa y sostenido en sus esquinas por unas piedras, y dedique unos momentos, una pausa, para escrutar en su geografía plana el destino de la contienda.

No hace falta ser un antiguo militar chino, o un oficial prusiano con inclinaciones intelectuales, para pedir taima y ver hasta dónde nos ha traído el río y hacia dónde nos dirige su cauce de seguir empecinados en navegar en la misma dirección. Es un recurso del sentido común, que se utiliza cuando el pitcher se pone wild, o el mediocampista no da pie con bola.

Es un instante, un respiro para recomponer el juego, recuperar la ofensiva y seguir en el intento de ganarlo. Nada tiene que ver con la entrega, con el “boto tierrita y no juego más”. Dos grandes filmes bélicos, Senderos de gloria de Stanley Kubrick y Kagemusha, la sombra del guerrero de Akira Kurosawa, retratan –colateralmente– el descalabro al que puede conducir el ímpetu encabritado, o la voluntad inflamada.

¿Dónde estamos hoy en la lucha por la recuperación democrática? ¿Qué ha sucedido desde el luminoso triunfo opositor en las parlamentarias del 2015? ¿Cuánto se ha avanzado y cuánto se ha retrocedido? ¿Cuáles son las fortalezas y cuáles las falencias? Son interrogantes básicas que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) está obligada a hacerse, responsable y serenamente, sin sonrojos, y sin aceptar el chantaje del narcisismo estridente de la primera fila. Le corresponde, como órgano de dirección colectivo, evaluar, consultar y ajustar el rumbo de ser necesario. El momento actual es propicio para hacerse esas difíciles pero necesarias preguntas.

No son las consignas repetidas hasta el desgaste, ni los arrestos melodramáticos con la mano en el pecho, ni el convencimiento inamovible de que el GPS nos encontrará sin falta en el lado justo de la Historia, lo que hace falta para seguir avanzando en la lucha por la recuperación democrática del país.

Hay que intentar descifrar con serenidad los endiablados conjuros de la política, sus sinuosos caminos, evitar la lógica del todo o nada, del trancazo final, que ha logrado imponer el régimen en base al cerco antidemocrático de la sociedad. Ese asedio, de obvia pulsión totalitaria, debe ser repelido democráticamente a través de los espacios electorales que aún se tambalean en pie.

Las elecciones regionales son un instrumento de lucha que no puede ser tirado a la basura, como se hizo con las elecciones parlamentarias en el fatídico 2005. Afortunadamente, la MUD hizo una pausa para tomar la decisión de participar, a pesar del maleficio que le auguraba la más terrible de las soledades… si así lo hacía. Ya veremos.

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