Pajaritos preñados – Soledad Morillo Belloso

Casi todos los días aparece en los medios, sea en cadena nacional omk9HMijk_400x400 en los canales y emisoras controlados por el partido en el poder. Canta, baila, echa malos chistes. Insulta, veja, amenaza. Le recuerda la progenitora a Henry. Soez es, a no discutirlo. Vaya que le queda de horror, considerando su alta investidura. La patanería parece ser marca de fábrica. Seguramente sus progenitores, doquiera que estén, se avergüenzan del hijo que les salió procaz. Pero en medio de la gritería, suda y miente, sobre todo miente. Como en las narraciones del siglo XIX, o en las películas de vaqueros o las novelas de Marcial La Fuente Estefanía, va vendiendo pociones mágicas. Cuán difícil le resulta ya colocar los potes. Cada discurso tiene olor, color y sabor a mendacidad.
Aburre analizar el 1S2016. Tedia porque todo el mundo -literalmente- sabe lo que pasó. El descontento general cala hasta los huesos. La gente está hasta los moños de tanto revire oficialista. Yo agregaría que está hastiada de la ridiculez y cursiambre de un gobierno que se disfraza de suspirito de pueblo mientras insulta con insolencias tan manidas y gastadas. El punto culminante de la semana, empero, no ocurrió en la Capital, ni en las entradas bloqueadas a la ciudad. Ni tan siquiera en la estrafalaria manera de inicio del mitin oficialista con palabras a cargo de un dinosaurio político como es José Vicente Rangel. La guinda de la torta la puso el mismísimo jefe de Estado, el mero mero pues, aquí, en Margarita, donde está escribidora reside desde hace ya unos años. El Don llegó a farolear en Villa Rosa, poblado  otrora bastión del chavismo, y fue recibido con un abucheo y cacerolazo de esos que revientan tímpanos. Caramba con los asesores. Porque hay que andar bien endeble de la sesera como para armarle una visita inesperada a un sitio donde bastaba ver los últimos resultados electorales como para haber entendido que allí se había perdido el favor popular. A la falta de sentido común se unió la más trepidante carencia de sentido del ridículo. El incidente terminó siendo un papelón de esos que recuerdan el chiste de la “flatulencia de Atanasio” que narraba con enorme gracia el humorista Álvarez Guédez y le arrancaba  lágrimas de risa hasta al más amargado. Lo de Villa Rosa ha quedado inscrito en la historia como un episodio de magna babosada. Hay algo particularmente necio y desopilante en un un presidente que tiene que salir en carrera huyendo, no de un ataque con armas bélicas de décima generación, sino de unas señoras de pueblo que protestaron con pitas, banderitas y ollas vacías y que son acusadas de “terrorismo”. De veras que Maduro necesita ayuda.
Lo escribí hace ya mucho tiempo. Pero toca repetirlo. Si hace meses no le hubieran puesto ni un ladrillito de impedimento al diálogo serio y le hubieran dado cauce libre al Revocatorio, quizás Maduro hasta hubiera podido superar la prueba, perdiendo pero ganando. Hace meses, incluso después de la paliza en las elecciones parlamentarias, Maduro hubiera podido perder el referéndum pero tal vez no se hubiera conseguido acumular la necesaria cantidad de votos por el “sí” para revocarlo. Pero sus asesores -que a estas alturas del guateque creo son sus peores enemigos- le enrumbaron cuesta abajo. Lo hundieron. Ahora no tiene cómo levantarse del lodazal. Cuestión de piso. O de pisos. No tiene piso financiero. No tiene piso económico. Tampoco piso popular. Ni piso legislativo. Menos aún siquiera sombra de piso internacional. No existe ni una sola encuesta que le dé al gobierno esperanza de supervivencia. Le queda entonces la imposición. A la brava. Como sea. De las botas y los generales. De las comadres del ministerio electoral. De Calixto y su combo de leguleyos. Le queda el silencio de la Fiscalía, la Contraloría y la Defensoría.  El gobierno, pues, enfrenta su peor pesadilla: se ha convertido en escuálido. El populismo se cae a pedazos cuando la chequera está vacía. Le queda, claro está, la casa de Aragua, esa factoría de billetes. Pero cada vez que ponen a funcionar esa imprenta de billeticos de monopolio, la inflación engorda mientras el  pueblo enflaquece gracias a lo que ya en la calle se conoce como “la dieta de Maduro”, a la cual por cierto los jerarcas obviamente no se someten.
Total, llegamos a Septiembre.  Crece la negativa oficialista a entender la gravedad de la circunstancia. Y eso que llaman “el beneficio de la duda”, que alguna vez el país le concedió a Maduro, se extingue. Estamos a días del comienzo de clases, para agravar el desastre. Miraflores habla de los ingredientes para las hallacas cuando la gente no consigue qué comer para la semana que viene.  El gobierno sigue soñando con pajaritos preñados volando en retroceso. Y los pajaritos ni se preñan ni vuelan en retroceso.
@solmorillob
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