Lo acontecido esta semana en el seno de la OEA, como era de esperar, ha recibido distintas interpretaciones según quien sea el intérprete. Para el gobierno se trató de una gran victoria porque opinan que no se activaron los mecanismos de la Carta Democrática. La oposición, por su parte, llega a la conclusión de que se trató de un resonante éxito en la medida en que la crisis que nos arropa ha tomado el centro de la escena nacional e internacional.
Es evidente que desde el punto de vista estrictamente formal, el gobierno consiguió que la reunión del Consejo Permanente terminara de manera abrupta como consecuencia de la bochornosa intervención del representante venezolano, Samuel Moncada, vicecanciller, que el día anterior había sido nombrado representante alterno ante la OEA. ¡Bonito debut! El resultado fue que en medio de ese ambiente sobrecalentado el presidente del Consejo (representante de Belice) no tuvo otra alternativa que levantar la sesión y por dicha razón no se llegó a ninguna votación. Era obvio que de haberse llegado a votar la derrota venezolana hubiera sido catastrófica según se desprende de las intervenciones que se escucharon y la aplastante votación inicial aprobando el orden del día que era precisamente la discusión de la situación venezolana. (No menos de 20 o 22 votos en contra).
Desde el punto de vista de la oposición, de los medios de comunicación y, en general, de la comunidad internacional resulta totalmente evidente que el grupo Maduro & Co. (no Venezuela) sufrió un castigo inmisericorde cuya consecuencia es la exposición pública regional y mundial de la gravedad de la crisis que nos agobia, y el talante ya desbordadamente dictatorial que inspira al grupo gobernante. Por si faltaba algo las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, esta misma semana, que despojan a la Asamblea Nacional y a sus diputados de sus inmunidades y competencias, termina poniendo la guinda a la torta.
Ante este panorama nos parece que ya no caben las sesudas opiniones sobre Derecho Constitucional de connotados maestros ni las de Derecho Internacional de quienes hemos dedicado nuestra vida profesional a la especialidad. A estas alturas es un error pretender encasillar y resolver dentro del marco jurídico una situación fáctica que trasciende desvergonzadamente todas las limitaciones impuestas por la ley y la razón.
Haber escuchado la intervención de la señora que ocupa el cargo de canciller el día lunes y la del recién designado representante alterno (Moncada), el martes, luce más como presenciar una irrupción de los tradicionales “colectivos” chavistas que alegatos cuyo escenario es el ámbito diplomático que –guste o no– es el que rige en las organizaciones internacionales de las cuales Venezuela es miembro por propia decisión y en el caso de la OEA debe más de 8 millones de dólares en cuotas de membresía según lo hizo presente la representante de Paraguay.
Los gestos y calificativos de insulto y desprecio proferidos por la señora Rodríguez, seguidos por la intervención de un matón de barrio ejerciendo “bullying” empeñados en saltarse las reglas de fondo y forma a cuyo respeto están obligados, constituyen objeto de vergüenza aun para quienes pudieran coincidir con la argumentación de la delegación oficial. Solo les faltó golpear la mesa con el zapato para emular el episodio de Nikita Khruschev en Naciones Unidas de octubre de 1960. Solo que ninguno de estos dos personajes es Khruschev.
Se comenta que en los días por venir pueda convocarse otra reunión del Consejo y en ella, a lo mejor, se logre institucionalizar alguna resolución. Ocurra ello o no ya es evidente que Caracas (seguramente por consejo de La Habana) se está preparando para retirarse de la OEA en la creencia de que haciéndolo queda exenta del escrutinio regional lo cual no es ni jurídica ni políticamente cierto. El mismo Maduro, que en 2009 bramaba por la aplicación de la Carta Democrática a Honduras, hoy cree que ello es injerencia y violación al principio “sagrado” de la soberanía. La misma Carta que salvó a Chávez en el 2002 ahora es el “instrumento de la extrema derecha “. Por todo eso y muchas cosas más –como dice la conocida canción– es que el marco de lo jurídico fue rebasado ya.
Lamentablemente, tal como lo hemos reconocido en otras ocasiones, estos temas solo preocupan a las élites y no son propicios para generar movilizaciones populares importantes. No parece muy realista imaginar manifestaciones de miles de personas portando pancartas alusivas al déficit jurídico, el respeto a las normas de la OEA, etc. Ninguna de esas cosas parecen tener relación directa con la disponibilidad de harina de maíz precocida o de medicinas que son necesidades más urgentes por atender por los sufridos venezolanos.