Publicado en Alnavio
Por: Pedro Benítez
El expresidente del Gobierno español Felipe González señaló la semana pasada en una edición del programa Espejo Público, transmitido por Antena 3, que el camino de Nicolás Maduro muy probablemente lo llevará a un escenario similar al de Muamar el Gadafi o Nicolae Ceausescu. ¿Exageró?
Tal como lo auguraban los peores presagios la “elección” e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) no ha traído ni una pizca de paz y estabilidad a Venezuela, todo lo contrario.
La consecuencia inmediata fue un brusco salto del dólar paralelo cuyo precio se duplicó en menos de cinco días, así como un aumento de muchos artículos de consumo masivo; algunos economistas empiezan a asegurar que un proceso hiperinflacionario es inminente.
Venezuela ha pasado en cuestión de meses de una severísima crisis a un proceso de caos económico que la ANC está acelerando, y aunque Isaías Rodríguez, uno de los vicepresidentes de esa instancia, asegura que ese tema será una de sus prioridades, lo único concreto que hasta ahora ha hecho la Constituyente es arremeter contra la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, destituyéndola de su cargo y prohibiendo su salida del país. Este ha sido un golpe claro a una antigua aliada de Maduro y que evidencia la verdadera razón por la cual convocó a la ANC.
Un sector de la opinión pública y de la dirigencia política de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha apostado de buena fe por llevar al régimen de Maduro a un cerco electoral que lo obligue a abandonar el poder por esa vía, o a una negociación en la cual reconozca el espacio institucional que la oposición legítimamente ha conquistado con los votos.
Pero el mandatario y sus socios han hecho exactamente lo contrario. El mensaje que están enviando con el proceso constituyente, avalado por el Tribunal Supremo (TSJ)y el Consejo Nacional Electoral (CNE), es que la vía electoral para un cambio pacífico del poder (la gran apuesta de la oposición) se ha cerrado de forma indefinida. Eso, simple y llanamente, es un llamado a la violencia insurreccional. Con esto se está tentando a un amplio sector del país desesperado por un cambio, en el contexto de un brutal deterioro de las condiciones de la vida.
Este fin semana hubo señales que indicaron que se estaría gestando una crisis militar (auténtico pilar que sostiene al régimen) o al menos el inicio de algún tipo de violencia insurreccional, con el asalto a la 41ª Brigada Paramacay del Ejército, en la ciudad de Valencia (en el centro del país), por parte de un grupo armado encabezado por un oficial desertor de la Guardia Nacional, y la consiguiente ola de rumores que la reacción oficial no hizo más que alimentar.
Que la embajada de Cuba en Caracas esté erigiendo un sospechoso muro en su acceso es una indicación de lo que los funcionarios de ese país en Venezuela (siempre bien informados) esperan que ocurra en los próximos días o incluso horas.
La oposición y el chavismo disidente
Por otro lado, las ostentosas y extremas medidas de seguridad en torno a Maduro en cada aparición pública no son precisamente signos de un gobernante que se siente controlando la situación.
Nicolás Maduro sencillamente está tensando la cuerda hasta un extremo inaudito. Ha desafiado a la mayoría de la población y a la comunidad internacional. No ha llegado a una negociación con la oposición y de paso amenaza (por decir lo menos) con cerrarle la vía electoral.
Todo esto a una sociedad donde la mitad de su PIB ha sido destruido en cuatro años y las importaciones se han reducido draconianamente para sostener el pago de la deuda externa.
Una de las consecuencias de este cuadro es una crisis migratoria con Colombia que apenas está empezando. Podemos afirmar que el principal problema de Colombia hoy es Venezuela. La desestabilización de un país amenaza directamente al otro.
La respuesta de una parte de la oposición encabezada por el presidente y el vicepresidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges y Freddy Guevara respectivamente, así como el excandidato presidencial Henrique Capriles, ha sido coincidir por primera vez en un acto público con figuras del “chavismo disidente” y con la fiscal Luisa Ortega Díaz, en las instalaciones de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en Caracas el mismo día domingo. El mensaje fue muy claro: la salida a la crisis en Venezuela es en el marco de la Constitución vigente, lo que implica retirar la Constituyente ya instalada.
Una demanda que quizás ya Maduro no pueda satisfacer, pues implica dar vuelta atrás al precipicio a donde dirige al país.