El triunfo de Mauricio Macri -junto al colapso del PT brasilero- marcan la nueva tendencia en Latinoamérica. Se debilita el dominio regional de la revolución bolivariana. Argentina, una de las de tres principales potencias de la región, modestas comparadas con el espacio global, intenta desmarcarse de la suerte izquierdista anacrónica (tal como suena en Brasil) que le hizo perder el tren de la Historia desde 1946, y luego de varias recaídas la había forzado al retroceso. Ojalá logre superar la tendencia que impide al país levantar cabeza desde hace 70 años. La magia maligna de Perón le hizo perder el camino y sucumbir a largas décadas al populismo, inestabilidad y dictaduras militares. Entre aquellas fechas y los 90, solo un presidente, Carlos Menem, que logró liquidar el proceso inflacionario, culminó su mandato y parecía que el país enderezaba su marcha.
Luego De la Rúa retrajo las reformas de Menem, y volvió el caos. Más tarde el kirchnerismo implantó una falsa gobernabilidad al costo de destruir la producción y matar la gallina de los huevos de oro. Pese al enorme poder del kirchnerismo, su asombrosa incompetencia, torpeza y arbitrariedad, lo llevaron al naufragio, como todas las experiencias populistas. Unasur tiende al sepulcro si es que ya no lo está, como Pedro Páramo que estaba muerto y no se había dado cuenta. ¿Cómo serán las reuniones de Unasur con la presencia del nuevo gobierno argentino y el brasilero encañonado por la oposición? En la primera alocución de Macri como presidente electo estuvieron invitados, gesto honorífico a la disidencia venezolana, Lilian Tintori, Tomás Guanipa y Carlos Vecchio, señal clarísima de por dónde va el nuevo Presidente. Aunque el discurso fue genérico, Macri deja algunas basas importantes.
Siempre votar
Una reivindicación del sufragio dirigida a los que proponían abstención y querían “salir a la calle” a enfrentar a La Cámpora, en vez de hacer campaña electoral: “Uds., con su voto, han hecho posible lo imposible”. El resultado provocó oleadas paralelas en Venezuela: una de estupor en los partidarios del gobierno, que asocian lo ocurrido con su futuro inmediato. Y otra de alegría en partidarios de que el cambio pacífico es posible. Macri enfatizó que “no habría venganzas ni retaliaciones” e invitó a los que no votaron por él a incorporarse a un plan de gobernabilidad. Sin desconocer los problemas políticos que se presentarán, la reforma económico-social es imperativa, pero no basta estabilizar la economía y arrancar un crecimiento sano, aunque es tarea esencial. Es preciso en lo inmediato realizar un programa masivo con políticas sociales de nuevo tipo que mejoren a corto plazo el ingreso.
Esas políticas no pueden ser populistas y deben formar la ciudadanía para el trabajo y la generación de riqueza, y así mejorar la calidad de vida. No se trata de limosnas como hacen los que pretenden hacer de la ciudadanía mendigos dependientes, sino transferencias condicionadas a cambio del aprendizaje de oficios. De no ser así, en poco tiempo se debilitará el optimismo y podrían resurgir los espectros. Borges tuvo razón cuando dijo que“los peronistas no son ni buenos ni malos: son incorregibles”. El nuevo gobierno estará obligado para tener éxito, a emprender una reforma económica con medidas antipáticas y desagradables, como en España, y el pasado le saltará al cuello, lo que lo obligará a actuar con destreza política y capacidad de diálogo. Aunque Rajoy hace notablemente lo que debe, apareció la amenaza irresponsable de Podemos, que por fortuna el sistema, hasta ahora, tiende a absorber.
Timidez es mala educación
Pero si Macri no impulsa las reformas por temor a la reacción peronista, si se impusiera una lógica conservadora, el triunfo del 22N habrá sido inútil y la crisis se profundizará. Repetir el populismo ahora con signo de centro sería la peor opción. En algún momento se habló acerca de un supuesto “desarrollismo” de su esquema económico, aunque ese término, más ideológico que práctico, es prenda de un pasado con malas resonancias. Pero no es importante y en política las etiquetas marcan cualquier contenido. Los anuncios de eliminar el control de cambio y demás restricciones a la actividad productiva son bien recibidos. La experiencia de cincuenta años de política económica latinoamericana ha dejado líneas de acción muy claras que están a la disposición y seguro el nuevo Presidente las va a utilizar.
Los análisis superficiales quieren ver esto como desplazamiento de un péndulo fatalista izquierda-derecha, una respuesta convencional, superficial y equivocada a un asunto serio. Lo que fracasa en Argentina, Venezuela y Brasil (este último caso, acotado) son políticas anacrónicas, caldo de cultivo de una corrupción patológica, cuyo drenaje hace imposible enfrentar la baja de los precios internacionales de los commodities. Se ha repetido mucho la frase de Felipe González: las políticas económicas no son de izquierda ni de derecha, sino buenas o malas. Lo que muere es la aberración de aniquilar sociedades productivas en manos de la iniciativa de los ciudadanos, para sustituirlas por contratechos parapetos estatales que siempre, sine qua non, sin excepciones, llevan los países a la ruina. El que quiera saberlo, que lo sepa.