La situación en la que se encuentra hoy nuestro país requiere, con urgencia, de hombres y mujeres inteligentes que entiendan y sepan que para salir de esta crisis terminal se requiere mucha inteligencia, pero sobre todo un alto grado de sensatez.
No es el momento de seguir perdiendo tiempo en diálogos estériles, que en vez de reducir las tensiones, las agravan. Es la hora de comenzar a negociar cómo se construye una transición democrática.
La negociación asistida por una mediación imparcial ha sido el camino para resolver las peores crisis en sociedades altamente polarizadas por enfrentamientos que lucían irreductibles, así fue en Sudáfrica, en Centro América y así va en camino a ser en Colombia.
Lo que no se puede es seguir con la farsa de un diálogo inexistente apoyado por una mediación parcializada.
Una negociación para que funcione requiere de varios elementos concomitantes, el primero y el que aún no se vislumbra en Venezuela es que haya una voluntad real de negociar por ambas partes. Pero además, estar conscientes de que para lograr un resultado viable es indispensable ceder en las posiciones más rígidas y buscar fórmulas que permitan destrancar el juego suma cero en el que hoy estamos.
Es evidente que un acuerdo, que hoy luce imposible, sobre la realización del referéndum revocatorio tal como está previsto y concebido en la Constitución puede ser el camino para encontrar otras vías que permitan negociar cómo resolver los demás temas que enfrentan de manera aparentemente irreconciliable a las partes.
Si Mandela y De Clerk pudieron, si los nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos pudieron y los colombianos están en camino de lograrlo ¿por qué no vamos a poder hacerlo los venezolanos?
Ojalá, como un paso previo, las partes acepten una mediación de buena voluntad como la ofrecida por el Papa Francisco y que se cree un verdadero y sincero grupo de amigos de Venezuela que ayuden a construir la fórmula que permita la reconciliación y la paz en nuestro país.