Por: Carlos Raúl Hernández
Nada de enfrentamientos a muerte o buscar fantasmales vías rápidas
¿Qué pasaría si las fuerzas democráticas ganaran las elecciones parlamentarias? De “días oscuros” habla un representante del gobierno de la claridad. También dicen que eso significaría profundizar la crisis, como si la crisis no se profundizara minuto a minuto con la amenaza de destruir la integridad del país. No es muy recomendable la experiencia de Asamblea maniatada por el Poder Ejecutivo. Las variables económicas enloquecieron para hacer difícil la vida de todos y desvanecer la esperanza de las nuevas generaciones. Pero hay quienes acarician en ambos extremos el tonto sueño de un conflicto de poderes que se generalice a la sociedad y les permita reinar en el caos gracias a la participación de los aparatos coactivos. Esa alocada hipótesis tendría asidero si entre los opositores predominaran los rabiosos (enrage los llamaban en Francia revolucionaria) cosa que por fortuna no ocurre.
Y muy al contrario, esa nueva mayoría es el primer paso para resolver la crisis, si los protagonistas actúan adecuadamente, con firmeza e inteligencia. Así se podrán devolver al Parlamento sus funciones, hoy expropiadas para convertirlo en una especie de macroministerio. El cambio proyectado es volver a la normalidad, nada que no ocurra en Brasil, Chile, Uruguay, Panamá, México y todos los países democráticos, porque la separación de poderes es precisamente para eso. Una crisis como la de Venezuela impone el conflicto agudo -los conflictos que no rompen la armonía son normales- como situación general y se marcha a siniestros desenlaces. Desde Montesquieu hasta John Rawls se sabe que la relación habitual entre los tres poderes del Estado moderno es y debe ser de conflicto armónico, porque solo así, si se supervisan y se controlan mutuamente, ninguno puede ejercer tiranía.
¿Revocatorio, renuncia, constituyente?
La base del Estado moderno es electoral, pero Rawls especifica que las elecciones “deben ser regulares y confiables”. Todo gobierno, particularmente si es autoritario, es un ente peligroso por su inmenso poder frente al ciudadano común y por eso la democracia existe para controlarlo por medio de los otros poderes ¿Deberían volver con la solicitud de renuncia de Maduro, o la recolección de firmas para la “constituyente”, “la transición” o el revocatorio? Aparte de las dificultades técnicas, para bien del retorno a una vida normal y de progreso, esas opciones no lucen recomendables. Lo que debe plantearse una fuerza que tenga como estrategia la reconstrucción es llamar al entendimiento desde esa poderosa plataforma. En vez de confrontación de poderes, diálogo de poderes.
La Asamblea Nacional, lamentablemente hoy castrada, es el espacio para dar debates hacia las rectificaciones imprescindibles en materias económica, social e institucional y producir proyectos de reforma a los entuertos y la ranchería legislativa creada por la revolución. En primer lugar el modelo económico de monopolio de Estado cuya función ha sido destruir la economía productiva en manos de los ciudadanos, por medio de un cerco de leyes nocivas y venenosas. A pesar del pesimismo que cunde como una nube negra, la idea de que el país se perdió definitivamente, que tardará décadas en recuperarse, la experiencia demuestra que otros en peores condiciones que Venezuela, rápidamente levantan vuelo con una institucionalidad moderna. Casi todos los países latinoamericanos pasaron por condiciones atroces, peores.
Una rápida recuperación
Era la época en que Venezuela era una isla de la fantasía a la que venían los exilados de las dictaduras y los que migraban para construir una vida mejor. Inflaciones de hasta 40.000% vivieron Bolivia, Nicaragua, Argentina, Perú, Chile, y los tiranos, la violencia política y el populismo plagaban el continente con pocas excepciones. La situación regional era tan lamentable que en algunos círculos de los países desarrollados se decía con sorna que si Latinoamérica se hundía en el mar, nadie se daría cuenta porque a nadie le hacía falta. Una vez que amaine la violencia física y verbal del gobierno contra la gente y se produzca una reorientación de la estrategia económica, fluirán inversiones nacionales y extranjeras y se podrá sacar partido, como fue en la democracia, a las incalculables riquezas que hoy dilapida. Nada de enfrentamientos a muerte o buscar fantasmales vías rápidas que ampliarían la crisis.
Quienes gobiernan hoy deben enderezar y tomar las medidas correctas, pues lo más cómodo para ellos sería que lo hiciera un nuevo gobierno y así dedicarse a hacer una oposición irracional. Dilma Rousseff tiene el apoyo de la oposición en el Congreso para arreglar lo que dañó y correr los costos políticos. Se dice que su ministro de economía, Joaquim Levy, tiene más influencia que la propia Presidenta. La Asamblea Nacional soberana, base de sustentación de la paz y la tranquilidad, tendría que actuar para que un gobierno marchito pague su mal y dé los pasos que devuelvan la gobernabilidad. Cuando” François Mitterrand perdió la mayoría frente a la oposición de Jacques Chirac y surge este esquema que se denominó “cohabitación” y podría ser el camino para Venezuela. Que el gobierno comience a reconstruir lo que destruyó. Ojalá se superara la tirantez entre la alternativa democrática y pudieran discutirse con serenidad los pasos para enfrentar las difíciles coyunturas que vienen.
@CarlosRaulHer