Publicado en ALnavío
Por: Pedro Benítez
Una de las sugerencias de Sun Tzu en El Arte de la Guerra es dejarle una salida de escape al adversario; de lo contrario, no le quedará más opción que pelear hasta la muerte. Eso es lo que Nicolás Maduro ha hecho con la sociedad venezolana. Ha colocado a la mayoría de la población entre la espada y la pared.
Fidel Castro les dejó a los cubanos una vía de escape hacia Miami, con la colaboración de las autoridades norteamericanas. Hugo Chávez y Nicolás Maduro también alentaron la emigración de los sectores sociales que les adversaban. Pero la mayoría de los venezolanos no solo no se pueden ir del país, sino que además no se quieren ir.
Si el inquilino de la sede presidencial de Miraflores en Caracas se consolida en el poder, con él se consolidará el actual desastre económico. Esto es lo que significa la Constituyente. Para muchos jóvenes venezolanos, por ejemplo, su única opción, en ese caso, será emigrar (como ha venido ocurriendo), pero para la mayoría esa opción no existe; por lo tanto, lo único que les queda es salir a las calles a desafiar a la Policía Nacional (PNB) y a la Guardia Nacional (GNB). Este es el núcleo duro de la población que se mantiene en permanente agitación desde abril, ya no solo en los reductos de clase media tradicionalmente antichavistas, sino en las barriadas pobres de los principales centros urbanos del país.
A mayor hundimiento económico y social, más protestas. A más protestas, mayores dosis de represión que provocan todavía más protestas. Un ciclo que a medida que ha ido escalando ha devastado la base de apoyo social del Gobierno que todavía en diciembre de 2014 era considerable.
Hay serias razones para sostener que con Maduro el chavismo entró en un proceso autodestructivo. Se ha creado una situación en la cual ya no se ve tan claro que pueda repetirse en Venezuela el mismo péndulo político que una y otra vez vive la Argentina con el peronismo.
Adiós al “buen recuerdo” de Hugo Chávez
Hasta 2012 el “buen recuerdo” de una parte importante de la población de los años de las vacas gordas del régimen de Hugo Chávez era un capital electoral a explotar por parte de sus herederos políticos. Si bien todavía es pronto para afirmar que Maduro pulverizó ese capital, al menos sí es bastante claro que lo ha lesionado seriamente. Algunos estudios de opinión pública han indicado que incluso el recuerdo positivo del gobierno de Chávez se empieza a diluir entre los más pobres.
De haber ganado el candidato de la oposición, Henrique Capriles, la discutida elección presidencial de abril de 2013, que disputó contra Nicolás Maduro (hoy las sospechas de que efectivamente Capriles ganó esa elección se reavivan), y de haber accedido a la entrega del poder, no es muy sencillo colegir lo que hubiera ocurrido a continuación: Toda la crisis económica gestada en 2012, para asegurar la reelección de Chávez, le hubiera explotado a ese presidente salido de las filas opositoras y no a Maduro.
Agréguese, además, el férreo control que por entonces tenía el chavismo de todas las instituciones públicas, Tribunal Supremo (TSJ), Consejo Nacional Electoral (CNE), Fiscalía General de la República y mayoría en la Asamblea Nacional, suficientes para bloquear el nuevo gobierno. Sin olvidar la fuerte presencia de cuadros militares afectos, dado el trabajo de captación de lealtades que el expresidente había hecho por décadas entre sus camaradas de armas.
Y además la caída del precio del petróleo, no prevista entonces, pero sí previsible. Aquello hubiera sido un auténtico viacrucis.
Pero toda esta perversa opción (que algunos analistas adversos al Gobierno llegaron a temer) ni se consideró en los altos mandos políticos del chavismo, que han actuado aferrados, desde los meses de la enfermedad de Chávez, a la idea de permanecer en el poder a toda costa. Como podemos apreciar, la Venezuela de hoy es el resultado de ese “a toda costa”.
Desde esa perspectiva el “error” del chavismo fue no haber perdido el poder entonces, de otra manera la percepción popular según la cual “todo pasado fue mejor” le hubiese asegurado tener hoy su capital electoral intacto.
El chavismo no solo ha demostrado ser un gobierno desastroso, además se ha convertido a los ojos de la inmensa mayoría de los venezolanos en el victimario.
Esto es algo que preocupa seriamente a un buen grupo de los dirigentes chavistas que han concluido que para rescatar a Chávez hay que quitárselo a Maduro. Que además ve cómo hoy se le va abriendo otro frente: los chavistas más radicales que lo presionan para que no posponga la elección constituyente anunciada para el próximo 30 de julio.