Como el famoso coronel, Rafael Ramírez no tiene quien le escriba. Entonces, se escribe a él mismo. En una pausa entre sus luchas por los derechos de la mujer palestina y la descolonización del Sáhara Occidental, el embajador ante Naciones Unidas rompe lanzas por el expresidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa). “Venezuela le ganó a la Exxon Mobil (…) Esto sucedía a escasos días de cumplirse cuatro años de la partida de nuestro Comandante Chávez. Supongo esa, la razón de que un hecho tan importante pasara desapercibido por el sector político nacional”, destaca Ramírez en un artículo publicado en el diario Panorama. Pero no importa. Si nadie en Caracas se percató de la relevancia de ese hecho, una solitaria voz clama en Nueva York para despertar la consciencia revolucionaria.
Ramírez comienza ensalzando a aquél que, estando ausente, “nos sigue dando victorias”. Pero rápido cae en el uso de la primera persona del plural. “Fuimos desmontando la nefasta apertura petrolera”. “Actuamos con contundencia y decisión”. “Teníamos la razón”. Sin duda. Mi Comandante y yo. Yo y mi comandante. Ni una línea sobre el heredero, el mismo que lo echó de Pdvsa y que a finales de enero ordenó “ir a sanear profundamente la corrupción incubada” en la compañía que Ramírez controló durante una larga década. Todo tiempo pasado fue mejor, pensará el antiguo zar petrolero, mientras recuerda –o forja- viejas glorias. En el triste presente solo abundan los escándalos y las historias de desfalcos y comisiones. El chavismo descubre que el legado de Ramírez, la Pdvsa “roja rojita”, tiene el alma más negra que el petróleo.
El presidente Nicolás Maduro instala el estado general de sospecha. “Hay un grupo de traidores que fueron de la revolución bolivariana”, denuncia. Impulsan tendencias reformistas y tienen mucho dinero, alerta el verdadero hijo de Chávez. “A Nicolás Maduro le quieren meter una puñalada por la espalda”, exclama casi sangrando. Uno se llama Rafael. Y su apellido es Isea, claro está. Pero hay otros, nuevos, cuyos nombres el mandatario aún no revela, que se han encargado de mancillar la buena imagen del vicepresidente Tareck El Aissami, atribuyéndole testaferros que no tiene. Mala hora. Por un lado, la CIA urde sus patrañas con el croar de los sapos rojos, y por el otro, el Sebin persigue a gerentes y empresarios “patriotas” que saquearon la Pdvsa socialista. Mucha inteligencia. “Algunos ya viven en Estados Unidos”, dijo Maduro sobre los judas que lo amenazan. Aprovechando su presencia en el detestado imperio, el coronel Rafael Ramírez podría ayudar a identificarlos.